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miércoles 6 diciembre 2023
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Iglesia: “La defensa de la vida, el rechazo de la pena de muerte y la eutanasia son un mandato de Dios para la Iglesia y para todo creyente en Cristo”

Campanas. Desde la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir – Catedral, este domingo 31 de octubre, Mons. Sergio Gualberti Arzobispo de Santa Cruz afirmó que los medios concretos de amar a lo que Dios más ama, a su imagen que está en todo ser humano, también en el que está brotando en el vientre de la madre; por eso, cuando se hiere o se quita la vida, se está hiriendo o quitando la imagen de Dios, y nadie, ni un Estado tiene derecho de hacerlo. 

Así mismo, Mons. Gualberti  destacó las enseñanzas del Papa Francisco, del día miércoles pasado en la audiencia general, tuvo palabras muy iluminadoras al momento de bendecir unas campanas destinadas a tres países y que tienen un nombre bien preciso: «La voz de los no nacidos». «Para las tres naciones y para todos – ha dicho el Papa– sean signo de compromiso en favor de la defensa de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. Que su toque anuncie al mundo el “Evangelio de la vida”, despierte las conciencias de los seres humanos y el recuerdo de los no nacidos».

Así también el prelado hizo énfasis en la frase de su Santidad pronunciadas el 23/09/2020, en la cual asevero que, “Queda claro que la defensa de la vida de todo ser humano y por tanto del niño por nacer, el rechazo de la pena de muerte y la eutanasia son un mandato de Dios para la Iglesia y para todo creyente en Cristo, y una exhortación para todos”.

En la, oportunidad el Papa había hablado de esas campanas y había lanzado un llamado: «Su voz despierte las consciencias de los legisladores y de todos los hombres de buena voluntad en el mundo». También el Papa, en el vuelo de retorno de Eslovaquia, el 15 de septiembre pasado, ha definido, con valentía evangélica, que el aborto es «un homicidio… Quien hace un aborto, mata». Y luego continuó para quienes no pueden entenderlo: «¿Es justo matar una vida humana para solucionar un problema? Científicamente es una vida humana».

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Con este mandato, cada uno de nosotros es la medida del amor al prójimo. No hay que buscarla en otro lugar: amar a los demás como cada uno se ama o quiere amarse a sí mismo. Como queremos para nosotros la libertad, la justicia, la dignidad y el respeto, de la misma manera tenemos que quererlos para nuestro prójimo, porque él también es la huella visible de Dios. El amor verdadero tiene en sí la fuerza transformadora de la persona que se vuelve lo que ama. Si amamos a Dios, nos volveremos generadores de vida, de amor y gozo como Él que, cada día, crea y asiste con amor a todo ser humano y a la creación entera.

Jesús termina diciendo: “Les he dado un ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que yo hice con ustedes”. El camino que nos lleva a la vida plena está trazado, a nosotros acogerlo o rechazarlo.

El pasaje del Evangelio de hoy presenta a Jesús a los pocos días de su última llegada a Jerusalén, donde los dirigentes del pueblo lo esperan para acabar con Él. Para conseguirlo piensan ganarse la simpatía de la gente que está de parte de Jesús y, para tal fin, lo someten a controversias públicas para demostrar que él es un falso maestro y profeta. Sin embargo, un maestro de la ley había quedado impactado por sus respuestas en esos debates y por eso se anima a preguntarle: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?”.

Jesús, le responde con las palabras que Moisés había dirigido al pueblo de Israel que hemos escuchado en la 1ª lectura,“El primer (mandamiento) es: “Escucha Israel: el Señor tu Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”.  

 Los mandamientos son un código de vida, fruto del amor de Dios, que de ninguna manera coartan nuestra libertad.

Por el contrario, *son la salvaguarda de la libertad y la dignidad de toda persona*, nos hacen capaces de acoger y responder al amor divino y son la base para una relación justa y pacífica entre todos nosotros.

Amar a Dios con todo nuestro ser y todas nuestras facultades, es amar al que es “el Todo “sobre todas las cosas, en todo momento y en toda obra.

De hecho, el primer mandamiento no nos pide cumplir reglas ni celebrar ritos, sino que nos dice a cada uno: “ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas“. Amar a Dios, entonces, no puede ser entendido como un mandato, sino como la respuesta de amor al Amor mismo y a todo lo que hay en Él: la vida, la verdad, la belleza, la misericordia.  

Esto nos puede parecer un desafío casi imposible de cumplir, ya que nuestro amor a Dios está marcado por nuestra debilidad y fragilidad, además, a menudo es un amor compartido con tantos otros “amores” no siempre genuinos.

Dios quiere purificar y liberar nuestro corazón del egoísmo, de tantos males y ataduras para hacerlo capaz de amar

El amor acrisolado por Dios es lo que llena la vida de felicidad verdadera por encima de cualquier otro bien y abre al amor al prójimo, como dice el 2do mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Si de verdad amamos a Dios como único Padre de toda la humanidad, tenemos que amarnos necesariamente entre todos como hermanos, sin distinción alguna.

Amar a Dios y no amar al prójimo y desatender sus necesidades, es practicar una falsa religión y hacerse cómplices de las injusticias y opresiones

Pero también, pretender amar a los demás sin amar a Dios, es exponerse al peligro de caer en ideologías totalitarias, discriminadoras y excluyentes. Ambas posiciones ocasionan víctimas inocentes.

Iglesia pide respetar la vida y la dignidad de la persona humana

Los demás preceptos se refieren en general, al respeto de la vida y dignidad de la persona humana: el respeto, en justicia, de los medios de vida y bienes del otro, la práctica de la verdad y la honestidad, el rechazo del adulterio, la condena de la envidia, la codicia y la acumulación egoísta de los bienes.

Cuando se hiere o se quita la vida, se está hiriendo o quitando la imagen de Dios, y nadie, ni un Estado tiene derecho de hacerlo

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Graciela Arandia de Hidalgo



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