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martes 26 septiembre 2023
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“Seamos sembradores de reconciliación, armonía y paz entre todos”, pide Arzobispo en el inicio del nuevo año 2021

Campanas. La misa de vísperas de  año nuevo, fue presidida por el Arzobispo de Santa Cruz, Mons. Sergio Gualberti, en la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir – Catedral. En su mensaje Monseñor pidió que en este nuevo Año 2021, “Seamos sembradores de reconciliación, armonía y paz entre todos”

Dentro de unas horas termina este 2020, un año que quedará grabado en nuestra memoria y en la historia de la humanidad, porque por primera vez un contagio, el del COVID19, ha sembrado desconcierto, dolor, muerte y crisis general en todas las naciones del mundo. Al toque de la medianoche, inicia el nuevo año todavía con temor por la expansión de la segunda oleada del contagio, pero también con la esperanza que se logre contrarrestar el virus, de una vez por todas, que se reinicie en pleno con la vida y quehaceres a nivel personal, familiar, religioso, social, cultural, político y económico y que juntos seamos sembradores de reconciliación, armonía y paz entre todos dijo el prelado.

Así mismo afirmó que la celebración de la entrañable solemnidad de Santa María, la Madre de Dios, nos invita a poner en su corazón, con toda confianza, nuestras expectativas y deseos de este 1º día del año.

También el pelado indicó que la palabra de Dios de esta fiesta nos ofrece luces para profundizar la parte que ella tuvo en el misterio de la salvación, para exaltar la singular dignidad de haber sido elegida para recibir en su seno al Autor de la vida y para imitar su ejemplo.

Mons. Gualberti destacó que desde hace 54 años la Iglesia también celebra, el 1er día del año, la Jornada Mundial de la Paz, bajo el amparo de María, Madre de Dios. El Papa Francisco, para este año, ha enviado un mensaje a todo el mundo con el tema: “La cultura del cuidado como camino de paz”. Es un documento que da muchas luces sobre los problemas actuales y al mismo tiempo es una invitación a dar una respuesta consciente y responsable de parte de todos, creyentes y no creyentes.

El documento del Papa Francisco da muchas luces sobre los problemas actuales y al mismo tiempo es una invitación a dar una respuesta consciente y responsable de parte de todos, creyentes y no creyentes. El Papa inicia diciendo que “el año 2020 se caracterizó por la gran crisis sanitaria de COVID-19, que se ha convertido en un fenómeno multisectorial y mundial, que agrava las crisis fuertemente interrelacionadas, como la climática, alimentaria, económica y migratoria, y causa grandes sufrimientos y penurias… Es doloroso constatar que, lamentablemente, junto a numerosos testimonios de caridad y solidaridad, están cobrando un nuevo impulso diversas formas de nacionalismo, racismo, xenofobia e incluso guerras y conflictos que siembran muerte y destrucción. Estos y otros eventos, que han marcado el camino de la humanidad en el último año, nos enseñan la importancia de hacernos cargo los unos de los otros, para construir una sociedad basada en relaciones de fraternidad”.

El Papa dice también que las religiones en general, y los líderes religiosos en particular, pueden desempeñar un papel insustituible en la transmisión a los fieles y a la sociedad de los valores de la solidaridad, el respeto a las diferencias, la acogida y el cuidado de los hermanos y hermanas más frágiles, para que se logre el objetivo de una educación «más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión». En este tiempo, en el que la barca de la humanidad, sacudida por la tempestad de la crisis, avanza con dificultad en busca de un horizonte más tranquilo y sereno, el timón de la dignidad de la persona humana y la “brújula” de los principios sociales fundamentales pueden permitirnos navegar con un rumbo seguro y común hacia la construcción de la paz.

El Papa termina con una ardiente invitación a nosotros cristianos, a fijar nuestra mirada en la Virgen María, Estrella del Mar y Madre de la Esperanza y a trabajar todos juntos para que en este año nuevo avancemos hacia un nuevo horizonte de amor y paz, de fraternidad y solidaridad, de apoyo mutuo y acogida.

Homilía de Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz

31/12/2020

Dentro de unas horas termina este 2020, un año que quedará grabado en nuestra memoria y en la historia de la humanidad, porque por primera vez un contagio, el del COVID19, ha sembrado desconcierto, dolor, muerte y crisis general en todas las naciones del mundo. Al toque de la medianoche, inicia el nuevo año todavía con temor por la expansión de la segunda oleada del contagio, pero también con la esperanza que se logre contrarrestar el virus, de una vez por todas, que se reinicie en pleno con la vida y quehaceres a nivel personal, familiar, religioso, social, cultural, político y económico y que juntos seamos sembradores de reconciliación, armonía y paz entre todos.

La celebración de la entrañable solemnidad de Santa María, la Madre de Dios, nos invita a poner en su corazón, con toda confianza, nuestras expectativas y deseos de este 1º día del año. Gracias al Concilio de Éfeso (431 a.C.) tenemos la dicha de venerar a María “Madre de Dios”, por ser ella quien, por un acto libre de fe y de obediencia, dio la naturaleza humana a Cristo Jesús

La palabra de Dios de esta fiesta nos ofrece luces para profundizar la parte que ella tuvo en el misterio de la salvación, para exaltar la singular dignidad de haber sido elegida para recibir en su seno al Autor de la vida y para imitar su ejemplo. La maternidad divina es la razón fundamental de la grandeza y dignidad sin igual de María, la que ha dado sentido a su vida y a su participación en el plan de Dios.

En ella se ha dado el hecho más sorprendente de la historia humana: el encuentro de Dios con el hombre. Un encuentro tan personal, que el Hijo de Dios se hace humano en María y se encarna en nuestra condición, como nos dice San Pablo en la segunda lectura de hoy: “Cuando se cumplió la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer… para que recibiéramos el ser hijos adoptivos de Dios” (Gál 4,4). María en su vida, no solo se refirió necesariamente a su Hijo, sino que cooperó con Él también a la formación de la Iglesia, su cuerpo místico, del que nosotros somos sus miembros por el bautismo. Por eso, ella es también verdadera madre del Pueblo de Dios y madre de nosotros, hijos adoptivos de Dios, madre que, con amor, cuida y guía a la Iglesia hasta el fin de la historia y a cada uno de nosotros por las sendas de la fraternidad, la paz y la vida eterna.

Asumiendo esta verdad consoladora, desde hace 54 años la Iglesia también celebra, el 1er día del año, la Jornada Mundial de la Paz, bajo el amparo de María, Madre de Dios. El Papa Francisco, para este año, ha enviado un mensaje a todo el mundo con el tema: “La cultura del cuidado como camino de paz”. Es un documento que da muchas luces sobre los problemas actuales y al mismo tiempo es una invitación a dar una respuesta consciente y responsable de parte de todos, creyentes y no creyentes.

El Papa inicia diciendo que “el año 2020 se caracterizó por la gran crisis sanitaria de COVID-19, que se ha convertido en un fenómeno multisectorial y mundial, que agrava las crisis fuertemente interrelacionadas, como la climática, alimentaria, económica y migratoria, y causa grandes sufrimientos y penurias… Es doloroso constatar que, lamentablemente, junto a numerosos testimonios de caridad y solidaridad, están cobrando un nuevo impulso diversas formas de nacionalismo, racismo, xenofobia e incluso guerras y conflictos que siembran muerte y destrucción. Estos y otros eventos, que han marcado el camino de la humanidad en el último año, nos enseñan la importancia de hacernos cargo los unos de los otros, para construir una sociedad basada en relaciones de fraternidad”.

Por eso el Papa pide implementar “la Cultura del cuidado” para erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día. Además el Papa, a la luz de la palabra de Dios, nos recuerda que el origen de la vocación humana al cuidado está en Dios.

En este sentido, todo está relacionado desde los inicios de la historia y el auténtico cuidado de nuestra vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás. Dios nos solo es Creador sino modelo del cuidado, porque cuida de sus criaturas, especialmente la vida y la dignidad inviolable de la persona humana creada a imagen y semejanza de Dios. Este plan divino, contempla también la preservación de la armonía de la creación, porque “la paz y la violencia no pueden habitar juntas”.

Estas verdades han sido enseñadas, a lo largo de toda la historia del pueblo de Israel, a través de la ley de Moisés y de la palabra de los profetas, y encuentran en el Hijo de Dios hecho hombre, el punto culminante de la revelación del amor del Padre por la humanidad entera (cf. Jn 3,16). En la cúspide de su misión, Jesús sella su cuidado hacia nosotros ofreciéndose a sí mismo en la cruz y liberándonos de la esclavitud del pecado y de la muerte.

Estos testimonios bíblicos, unidos al testimonio y a la reflexión de la Iglesia desde los primeros años de su origen hasta hoy, se han convertido en el corazón palpitante de la doctrina social de la Iglesia que se ofrece a todos los hombres de buena voluntad como un rico patrimonio de principios, criterios e indicaciones sobre el cuidado, como son la promoción de la dignidad de toda persona, la solidaridad con los pobres y los indefensos, la preocupación por el bien común y la salvaguardia de la creación.

En nuestra época dominada por la cultura del descarte, frente al agravarse de las desigualdades dentro de las naciones y entre ellas, el Papa invita a los responsables de las organizaciones internacionales y de los gobiernos, del sector económico y del científico, de la comunicación social y de las instituciones educativas a tomar en mano la “brújula” del cuidado, para dar un rumbo común y realmente humano al proceso de globalización. También anima a todos a convertirse, a través de esta brújula, en profetas y testigos de la cultura del cuidado, para superar tantas desigualdades sociales.

En la tarea de la promoción de la cultura del cuidado, el Papa realza la necesidad de un proceso educativo que nazca en la familia, núcleo natural y fundamental de la sociedad, colaborada por la escuela y la universidad y los agentes de la comunicación social. Estos sujetos están llamados a transmitir un sistema de valores basado en el reconocimiento de la dignidad de cada persona, de cada comunidad lingüística, étnica y religiosa, de cada pueblo y de los derechos fundamentales que derivan de estos.

El Papa dice también que las religiones en general, y los líderes religiosos en particular, pueden desempeñar un papel insustituible en la transmisión a los fieles y a la sociedad de los valores de la solidaridad, el respeto a las diferencias, la acogida y el cuidado de los hermanos y hermanas más frágiles, para que se logre el objetivo de una educación «más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión». En este tiempo, en el que la barca de la humanidad, sacudida por la tempestad de la crisis, avanza con dificultad en busca de un horizonte más tranquilo y sereno, el timón de la dignidad de la persona humana y la “brújula” de los principios sociales fundamentales pueden permitirnos navegar con un rumbo seguro y común hacia la construcción de la paz.

El Papa termina con una ardiente invitación a nosotros cristianos, a fijar nuestra mirada en la Virgen María, Estrella del Mar y Madre de la Esperanza y a trabajar todos juntos para que en este año nuevo avancemos hacia un nuevo horizonte de amor y paz, de fraternidad y solidaridad, de apoyo mutuo y acogida. Amén

Graciela Arandia de Hidalgo



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