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martes 6 junio 2023
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“San Lorenzo nos enseña con su testimonio que, para encontrar la vida, el único camino es gastarla por el Señor”

La Arquidiócesis de Santa Cruz, el Seminario Mayor y la Iglesia Catedral tienen como Patrono a una figura emblemática de los primeros tiempos del cristianismo: San Lorenzo “Mártir”, un diácono que murió quemado en una parrilla al no renunciar a su opción por Cristo.

Con una misa de acción de gracias el jueves 8 de agosto a las 18:30 horas en la Basílica Menor de San Lorenzo – Catedral, la Iglesia de Santa Cruz celebró la fiesta de “San Lorenzo Mártir” patrono de la Arquidiócesis, del Seminario Mayor y de la Catedral.  La Celebración Eucarística fue presidida por el Arzobispo de Santa Cruz, Monseñor Sergio Gualberti, junto a los Obispos auxiliares y la concelebración de todos los Sacerdotes de Santa Cruz que se encuentran participando de la Asamblea Presbiteral anual.

El Arzobispo de Santa Cruz en su homilía destacó que San Lorenzo Mártir, con su testimonio de vida, nos enseña que, para encontrar la vida, el único camino es gastarla por el Señor. Así mismo aseguró que el martirio de Sal Lorenzo ha sido el resultado de toda una vida gastada al servicio de los pobres, rostro visible y cercano de Cristo crucificado.  “El que siembra con generosidad, con generosidad cosechará”.

 San Lorenzo nos ha dado un testimonio elocuente. Él no ha perdido la vida en el intento de guardarla para sí, para el poder, las riquezas y la gloria, ni muchos menos para quitarla a otros, como se da hoy en tantos casos de atentados terroristas y extremistas, sino que ha ofrecido su vida para que los demás la tuvieran, haciendo de su persona un don a Dios y a últimos de esa sociedad inicua, dijo el Prelado.

También Mons.  Resaltó que Seguir a Jesús, exige salir de nuestra indiferencia y egoísmo, poner al centro de nuestro corazón a los crucificados del mundo, tener las perspectivas de los que sufren, asumir sus problemas y sufrimientos, y ser misericordiosos, solidarios y operadores de justicia.

 

Homilía de Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz

Misa en Honor a San Lorenzo Mártir

8/8/2019

 

Con la Eucaristía de esta noche, aprovechando la presencia de todo el presbiterio reunido en su asamblea anual, adelantamos la celebración de la Solemnidad de San Lorenzo, Patrono de nuestra Arquidiócesis, Seminario y Catedral. Para nuestra Iglesia es motivo de profunda alegría y gratitud contar con este Santo Mártir como hermano en nuestro caminar detrás de Jesús, como testigo de la fe hasta la entrega total al Señor y como servidor de la Iglesia y los pobres.

Las palabras de Jesús en el evangelio de esta noche son una respuesta al pedido que unos griegos le hacen a través del apóstol Felipe: “Queremos ver a Jesús”. El deseo de esos hombres es sincero, no es curiosidad de ver, ellos quieren encontrar personalmente a Jesús, conocerlo y, quien sabe, seguirlo. La respuesta de Jesús parecería ignorar la pregunta, sin embargo, Él, que escudriña el corazón de las personas, responde al deseo verdadero de esos griegos, a lo que ellos en verdad necesitan saber y que su pregunta no sabe expresar.

Jesús los invita a considerar el misterio de la cruz, punto clave y culmen de su misión: “Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”. Solo aceptando la cruz se entiende verdaderamente quien es Jesús, cuál es el sentido de su misión y se puede participar del dinamismo de la salvación. El grano de trigo es Jesús mismo que libremente ha aceptado ser sembrado en los surcos de la humanidad, en sus fragilidades, dolencias y pecados. Él es la semilla que ha muerto en la cruz, ha sido enterrada, ha brotado, ha madurado y ha resucitado a la vida para dar frutos abundantes de amor y de vida para toda la humanidad.

La cruz de Jesús traza también el rumbo de todos los que lo quieren seguir, marca el camino de la vida entregada al servicio de Dios y del Evangelio: El que tiene apego a su vida la perderá, y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna”.

Si queremos emprender el camino de la vida eterna que no nos será quitada, tenemos que salir de nosotros mismos, morir a nuestro ego y orgullo, romper nuestros apegos, ataduras y seguridades, estar dispuestos a dejarnos enterrar en el terreno pedregoso de nuestro mundo de hoy y gastar sin miedos ni titubeos nuestra vida al servicio del reino de Dios. La vida cristiana, acorde al evangelio, es un tesoro que conservamos no ocultándolo y guardándolo egoisticamente para nosotros mismos, sino entregándolo para Jesucristo y el reino de Dios, su plan de salvación.

San Lorenzo nos ha dado un testimonio elocuente. Él no ha perdido la vida en el intento de guardarla para sí, para el poder, las riquezas y la gloria, ni muchos menos para quitarla a otros, como se da hoy en tantos casos de atentados terroristas y extremistas, sino que ha ofrecido su vida para que los demás la tuvieran, haciendo de su persona un don a Dios y a últimos de esa sociedad inicua. La vida se da dando vida, fruto del amor que alcanza su plenitud cuando se vuelve donación total y sin reservas.

El que quiera servirme que me siga, y, donde yo esté, estará también mi servidor”. Gastar la vida por Jesús es sencillamente seguir a Jesús con la confianza de que nosotros estaremos a su lado y como Él que podremos gastar toda nuestra existencia para el reino de Dios.

 El seguimiento a Jesús, a su persona y a al Evangelio, es lo único que nos hace cristianos, es nuestra opción primera que debería cambiarlo todo nuestro modo de ser. Es el inicio de una vida nueva y una nueva manera de ver las personas, la realidad que nos rodea y los acontecimientos de la historia, donde la fe en Cristo es la referencia firme de nuestra existencia de cada día. En el seguimiento al Señor experimentamos la alegría de haber encontrado la perla preciosa y el tesoro que dan la felicidad tan anhelada.

Para dar el primer paso en seguir a Jesús, tenemos que permitir al Señor que actúe en nosotros, que nos dejemos convertir, que nos purifique de la soberbia, el orgullo y la autosuficiencia y nos introduzca a la novedad del ser cristiano. De esa manera podremos dar nuestra adhesión sincera al Señor, creer como Jesús creyó, vivir lo que él vivió, optar por lo que él optó, orar como él oró, tratar a las personas como él las trató, hacernos prójimo de los pobres, los pecadores y los don nadie de la sociedad y sembrar esperanza como él.

Seguir a Jesús, por tanto, exige salir de nuestra indiferencia y egoísmo, poner al centro de nuestro corazón a los crucificados del mundo, tener las perspectivas de los que sufren, asumir sus problemas y sufrimientos, y ser misericordiosos, solidarios y operadores de justicia.

Seguir a Jesús es hacer nuestra la cruz por el reino de Dios, conscientes de las incomprensiones que esta decisión puede acarrear hoy en nuestro mundo relativista e indiferente a Dios y al Evangelio, y encerrado en horizontes mezquinos que desconocen los valores trascendentes y eternos.  En esta sociedad egoísta hay temor a perder la vida por el Señor y el Evangelio y se huye ante el compromiso total y para toda la vida. A pesar de esto, no nos acobardamos, porque la presencia de Jesús a nuestro lado, nos anima a evangelizar, tal vez no de forma abierta ni con la palabra para no causar rechazo, sino con el testimonio silencioso de nuestra vida.

Gastar la vida al servicio del Reino de la vida y la libertad, de la justicia y caridad, no debería valer solo para los cristianos, sino para toda persona de buena voluntad y en particular para toda autoridad. Servicio y entrega deberían ser también la brújula que marca los programas de los candidatos a las próximas elecciones y que, de verdad, su compromiso sea de servir al pueblo y no de servirse del pueblo. 

Esta noche, el mismo San Lorenzo, con el testimonio de su vida, se nos propone como testigo de entrega y servidor fiel del Señor, y nos dice que, para encontrar la vida, el único camino es gastarla por el Señor. El martirio de Sal Lorenzo ha sido el resultado de toda una vida gastada al servicio de los pobres, rostro visible y cercano de Cristo crucificado.  El que siembra con generosidad, con generosidad cosechará“.

El cumplimiento fiel de su servicio de Diacono incluso la entrega total de su vida, ha hecho que San Lorenzo siga cautivando la admiración de nosotros cristianos hasta el día de hoy, testigo luminoso de lo que afirma San Pablo en la 2da carta a los Corintios: “El Justo ha distribuido a los pobres con generosidad, su gratuidad permanece para siempre“. Qué también nuestra entrega y servicio generoso al Señor permanezcan para siempre y que nuestros nombres estén inscritos en el cielo. Amén

 

Graciela Arandia de Hidalgo



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