“Terminado de predicar, Jesús pide a Pedro “remar mar adentro” y echar las redes para pescar. Remar mar adentro es la invitación que el Señor nos hace a cada uno de nosotros; dejar las orillas de nuestras seguridades, de nuestras rutinas y apegos, de nuestra fe tibia y sin compromiso, para meternos en el mar de la profundidad de Dios, la profundidad de nuestro ser y la profundidad de la vida del mundo. Para eso hace falta orar y abrir el corazón a Cristo que ilumina el misterio de nuestra existencia, de nuestra vocación y nos hace crecer en la vivencia del Evangelio y en el amor a Dios y al prójimo” fue parte de la exhortación de Monseñor Sergio Gualberti durante su homilía dominical.
El Arzobispo de Santa Cruz, desde la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir, reflexionó sobre “El misterio de la vocación del profeta Isaías de parte de Dios y de los apóstoles de parte de Jesús” tal cual lo relatan las lecturas de este domingo “De estas se desprende que, a la raíz de toda vocación, está la elección gratuita de parte de Dios que, respetando la libertad de las personas, llama para una misión concreta en la historia de la salvación” señaló.
Monseñor dijo que en nuestro mundo confundido por diversas corrientes de pensamiento y conflictos, la Palabra de Dios que nos llama es atrayente y esperanzadora, pero nosotros solemos esgrimir argumentos humanos válidos, aunque no desde el punto de vista de fe, para resistir al llamado de Dios. Esto ocurre porque nuestros pecados nos acobardan y nos hacen sentir limitados e indignos del llamado del Señor.
Mons. Gualberti dijo que el Señor no ejerce su poder y llamado provocando miedo, con mano dura y castigos, sino con confianza, amor y misericordia, en consecuencia, dijo que todos los cristianos somos llamados por Jesús a seguirlo en la vida consagrada y sacerdotal y conseguir un cambio, pero el cambio que propone Jesús es radical y nos libera de toda esclavitud del mal, injusticia, violencia, ideologías y preconceptos, por ello el Arzobispo propuso que tengamos la valentía de arriesgarnos y jugarnos, sin temor, nuestra vida por Jesús. Por otro lado, el Arzobispo exhorto a la feligresía a entrar en consonancia con la Jornada Mundial del Enfermo, orar por el alivio para los enfermos y porque los operadores de salud sean escuchados por las autoridades, especialmente en estos días en que se está impulsando la Ley del Seguro Universal de Salud
HOMILÍA DE MONSEÑOR SERGIO GUALBERTI, ARZOBISPO DE SANTA CRUZ
DOMINGO 10 DE FEBRERO DE 2019
BASÍLICA MENOR DE SAN LORENZO MÁRTIR
El misterio de la vocación del profeta Isaías de parte de Dios y de los apóstoles de parte de Jesús, es lo que relatan las lecturas de este domingo. De estas se desprende que, a la raíz de toda vocación, está la elección gratuita de parte de Dios que, respetando la libertad de las personas, llama para una misión concreta en la historia de la salvación.
La primera lectura nos presenta a Isaías que, en el marco de una solemne celebración religiosa en el templo de Jerusalén, recibe de Dios el llamado a ser su profeta. Ante el escenario majestuoso de luces resplandecientes y de serafines que sirven a Dios y elevan sus voces de alabanzas, reflejo de la Santidad del Señor, Isaías siente todo el peso de su pecado y de la precariedad de la condición humana, casi al límite de la muerte: “Ay de mí, estoy perdido”.
Uno de los serafines se acerca a Isaías, le toca los labios con una brasa ardiente tomada del altar de los sacrificios y le dice: “Mira: esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido borrada, tu pecado está expiado”. La santidad y poder de Dios se revelan como perdón y gracia para el hombre y no como condena y muerte.
A la pregunta de Dios: “¿A quién enviaré?”,Isaías, purificado de sus pecados, responde: “Heme aquí, envíame”. Estas palabras ponen de manifiesto no solamente la disponibilidad de Isaías a aceptar el mandato de Dios, sino sobre todo la capacidad que Dios le ha dado para escuchar su Palabra y para aceptar la misión profética. Esta experiencia de Isaías nos está indicando que toda vocación nace del encuentro personal con el Señor, del que brota una misión concreta: “Ve, y di a ese pueblo”. Enviado a hablar en nombre de Dios, ser su portavoz ante el pueblo.
El Evangelio nos presenta la vocación de Pedro distinta de la de Isaías. No en una celebración solemne en el templo, sino en el escenario natural a orillas del lago de Galilea mientras trabaja arreglando las redes de pesca.
Mucha gente se ha juntado en ese lugar para “oír la palabra de Dios” predicada y anunciada por Jesús. Dada la multitud que lo apreta por doquier, Jesús se sube a la barca de Pedro para que la Palabra de Dios pueda ser escuchada por toda esa gente abandonada a su suerte por las autoridades y sedienta de atención, de esperanza y de justicia. También en nuestro mundo, confundido por tantas corrientes de pensamiento, problemas y conflictos la Palabra de Dios es atrayente y esperanzadora.
Terminado de predicar, Jesús pide a Pedro “remar mar adentro” y echar las redes para pescar. Remar mar adentro es la invitación que el Señor nos hace a cada uno de nosotros; dejar las orillas de nuestras seguridades, de nuestras rutinas y apegos, de nuestra fe tibia y sin compromiso, para meternos en el mar de la profundidad de Dios, de nuestro ser y de la vida del mundo. Para esohace falta orar y abrir el corazón a Cristo que ilumina el misterio de nuestra existencia y vocación y nos hace crecer en la vivencia del Evangelio y en el amor a Dios y a los hermanos.
Simón Pedro, pescador experto, pone resistencia a la invitación del maestro: no es la hora oportuna para pescar, además, él y sus hombres están agotados por la infructuosa pesca de toda la noche. Cuántas veces también nosotros experimentamos la tentación de resistir al llamado del Señor, invocando incluso argumentos humanos válidos.
A pesar de su objeción, Pedro se fía del “maestro”, su palabra es digna de confianza. Y el resultado no se deja esperar: una pesca sobreabundante al punto de necesitar la ayuda de otra barca. La Palabra de Jesús es poderosa y eficaz, porque que en él actúa el poder de Dios, por eso hay que confiar en el Señor, escuchar sus su Palabra y mirar su rostro. Dejemos que Dios oriente nuestra vida, nuestras búsquedas, aspiraciones y anhelos y pongámonos a remar mar adentro sabiendo que Él está con nosotros.
Esta actuación extraordinaria, abre los ojos a Pedro que ahora reconoce en Jesús no sólo el maestro, sino el Señor y, como el profeta Isaías, él siente todo el peso de sus limitaciones y errores, y se profesa pecador indigno de estar en la presencia del Señor: “Apártate de mí, que soy un pecador”. La consciencia de nuestros pecados, a menudo nos acobarda, nos hace sentir limitados e indignos de su llamada y de estar con el Señor.
Pero Jesús se dirige a Pedro con una palabra alentadora: “No temas”. El Señor no ejerce su poder sumiéndonos en el miedo con mano dura y con castigos, sino a través de la confianza, el amor y la misericordia. “Desde ahora serás pescador de hombres”, es decir apóstol enviado a llevar la palabra del Señor que da vida y a sacar del mal a los seres humanos que amenazan ahogarse en el mar del pecado. La misión de todo cristiano es consagrar su existencia al servicio del reino de Dios y llevar a los hombres al encuentro personal con Cristo.
Jesús, con su palabra poderosa y la fuerza del misterio de Dios , abre delante de los ojos de Pedro el horizonte de una nueva vida y una nueva misión: ser “pescador de hombres”. “Dejándolo todo, lo siguieron”. Jesús llama a todos los cristianos a seguirlo, a ser pescadores de hombres y de modo singular a los que, como Pedro, son llamados al seguimiento radical en la vida consagrada y sacerdotal: Dejarlo todo por el “Todo”, por Dios.
El cambio radical que el encuentro con Jesús ha supuesto en la vida de Pedro es más asombroso que la misma pesca milagrosa. Él ha sido pescado por Jesús para ser “pescador de hombres” anunciando la Buena Noticia de la vida y del amor a los pobres que libera a los oprimidos de toda esclavitud del mal, de la injusticia, de la violencia y que devuelve la vista a los que, encerrados en sus ideologías y preconceptos, se cierran a la luz de la verdad.
Oremos para que cada uno de nosotros pueda encontrar al Señor personalmente y acoja su invitación de “Remar mar adentro”, y tengamos la valentía de arriesgarnos y de jugarnos sin temor nuestra vida por Él, con la firme esperanza que, con Jesús y en virtud de su palabra, la pesca será abundante.
Mañana, fiesta de la Virgen de Lourdes, se celebra la Jornada Mundial del Enfermo con el lema: “Lo que han recibido gratis, entréguenlo también gratis”. Oremos por todos los enfermos que están en hospitales, clínicas o en su propia casa, para que sientan la presencia del Señor que sana, consuela y alivia sus dolores. También oremos por los operadores de salud para que atiendan con respeto y cariño a los enfermos, y en particular para que sean escuchados por las autoridades en esta circunstancia en la que se está impulsando la ley del Seguro Universal de Salud. Terminamos
expresando nuestra gratitud al Señor, con las palabras del salmo: “Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque has oído las palabras de mi boca… por tu amor y fidelidad… Tu misericordia es eterna, Señor, ¡no abandones la obra de tus manos!”. Amén.
Oficina de prensa del Arzobispado de Santa Cruz.