La gratuidad de darse sin esperar nada a cambio

El evangelio destruye esta lógica del interés en la donación para poner en el candelero de la enseñanza de Jesús una nueva lógica, la de la gratuidad. Ésta consiste en dar y darse a los otros sin esperar nada a cambio, lo cual reviste el dinamismo de la entrega gratuita de la vida y de los bienes con el halo de alegría, que corona la vida de los justos, transformados definitivamente por Dios en partícipes de la Nueva Alianza.

Dios está presente en todos los pobres

Una vez más el Evangelio pone en evidencia que la entrega gratuita a los pobres hace de ellos, en virtud de su pobreza y porque no tienen para recompensar, un lugar de dicha y de salvación, pues será sólo Dios el que recompense en la resurrección de los justos. Dios está presente en los pobres de tal modo que los que atienden a los pobres son considerados justos (Cf. Mt 25,31-46) y dichosos. Además, el evangelio de Lucas, a partir de la figura del banquete, va desarrollando y ampliando el tipo de atención que se le ha de dar a los pobres. No se trata sólo de atenderlos en sus necesidades, sino de invitarlos a un banquete, que es un grado mucho más alto de consideración y de reconocimiento de su dignidad.

Pobres y marginados son los predilectos de Jesús

Poner a los pobres como objetivo prioritario de la mesa compartida de nuestra tierra sigue siendo el gran desafío de la economía de nuestro mundo globalizado. El carácter festivo y universal de la mesa común es un rasgo que define la presencia salvadora de Dios en el mundo. Sin embargo, los pobres, lisiados, cojos y ciegos, sólo por el hecho de ser tales, son, en la perspectiva del evangelio, los primeros en el Reino de Dios. El Dios de Jesús no quiere los protocolos de nuestros banquetes, porque para él los últimos serán los primeros, es decir, los que no cuentan en la sociedad, los marginados y excluidos, son sus predilectos. Por eso Jesús proclama dichosos a los que asuman esa nueva visión del panorama social y actúen de esa forma, y no deja de criticar abiertamente a los que pretenden copar los primeros puestos en los banquetes y sostienen ese sistema excluyente de relaciones humanas.

Enormes desigualdades

Una simple mirada a nuestro mundo nos sigue revelando las enormes desigualdades entre los enriquecidos y los empobrecidos, ya sean éstos, países, pueblos o personas. Dos mundos separados por un gran abismo, que no es ni la línea del ecuador, ni la de los trópicos, ni la franja del Mediterráneo o la del Caribe, sino la del corazón de los seres humanos que, tantas veces, insensatos y arrogantes, sigue anteponiendo la soberbia, la codicia y la obstinación ciega (Eclo 3,17-33) del sistema económico reinante y letal en toda la tierra, a la inversión de valores propuesta por Jesús, para el cual la humildad, la solidaridad y la gratuidad son las características fundamentales de la mesa compartida.

Prioridad de los últimos

El mensaje de la prioridad de los últimos y de los pobres como propuesta alternativa al mundo injusto también ha sido y sigue siendo acogido con alegría por una muchedumbre innumerable de espíritus justos que han sido transformados (Heb 12,23) por la palabra y el Espíritu de Jesús. Éste es mediador de una Alianza Nueva porque el espíritu que le llevó a derramar su sangre en la cruz consumando el amor nupcial de Dios con la humanidad ha sido comunicado al corazón de los hombres haciéndonos capaces de vivir la gran alegría de ese amor en la gratuidad, en la humildad y en el perdón, como valores humanos que impregnan un dinamismo nuevo y una nueva visión de la realidad. Desde esta Nueva Alianza, celebrada en cada Eucaristía, banquete de bodas por antonomasia de la vida cristiana, es posible renovar, en comunión con el Señor y con la Iglesia, la esperanza inquebrantable en que, desde la montaña de Sión, desde la ciudad de Jerusalén, es decir, desde el encuentro con Jesús en su pasión colmada de amor, caminamos a la ciudad del Dios viviente, a la reunión de los que han sido transformados por el espíritu de la justicia consagrando su vida a los últimos.

José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura