Campanas/P. José Cervantes/Santa María, Madre de Dios. La Iglesia celebra el primer día del año la solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Es una fiesta entrañable que permite profundizar el misterio de la Navidad desde la contemplación de la Virgen María. “Cuando se cumplió la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer” (Gál 4,4). Pablo resalta con una expresión solemne la importancia del momento al que alude. Es el tiempo que viene y el que se ha cumplido de parte de Dios. Y es que Dios ha enviado a su Hijo. No se trata de un hombre adoptado por Dios como hijo, sino del que ya existía. Y además de enviar al Hijo nos envía su Espíritu, el Espíritu del Hijo, para que los humanos seamos también hijos adoptados por Dios, y por ser tales, vivamos con la certeza de que somos herederos de las promesas y del favor de Dios y no sometidos a la ley, de que somos libres y no esclavos de ninguna ley, de que hemos sido salvados en el Hijo, un Hijo que nos trae la verdadera paz. Por eso el nombre de ese Hijo es Jesús, el Salvador, el que le pusieron María y José, tal como había dicho el ángel antes de su concepción (Lc 2,16-21) y por él se celebra también la Jornada Mundial de la Paz.
Jesús, el Salvador, nos trae la paz
En el ambiente bíblico dar un nombre es significar el destino de alguien, perfilar su carácter y orientar su actividad. Al Mesías le da el nombre el mensajero divino. José y María actúan en nombre de Dios. El nombre de Jesús significa “Dios salva” y a través de él percibimos la señal inequívoca del Dios amor que, hecho hombre, acompaña y salva a las criaturas humanas. Los pastores fueron corriendo y encontraron a María, a José y al niño y después se convirtieron en los primeros mensajeros de lo que habían visto. También nosotros hemos de contemplar en este niño la señal de Dios con nosotros, del Dios que nos salva y hemos de convertirnos en mensajeros y testigos de su persona y de los dones que él nos trae como salvador, entre otros, el de la Paz. Al igual que los pastores, la admiración, la alegría y la alabanza a Dios por el Hijo que ha nacido deben ser las actitudes fundamentales de estos días de Navidad en todos los creyentes por poder acercarnos y conocer más a Jesús.
Nacido de Mujer
Pero el envío del Hijo no tiene aspecto glorioso sino humilde, y su humildad se refleja en dos rasgos esenciales, reflejados por Pablo en la carta a los Gálatas: nacido de mujer y nacido bajo la ley. “Nacido de mujer” muestra la enorme fragilidad de este hijo, pues, como todo mortal, es corto de días, harto de inquietudes, como flor que se abre y se marchita…” (Job 14,1). Y además, como culmen de su abajamiento, está sometido a una ley externa. Paradójicamente este Hijo consigue resultados sumamente valiosos, pues rescata a los nacidos bajo la ley y convierte en Hijos de Dios a los nacidos de mujer. Esta liberación llevó a Jesús hasta la cruz, pero su muerte, como entrega de la vida por amor (cf. Gál 2,20), propició una vida nueva. Y desde entonces el amor es generador de una nueva vida. Para conseguir esto Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de una mujer (Mt 1,18; Lc 1,27.35) y, por eso, es Hijo de Dios e Hijo de una Mujer, María.
El cambio del corazón humano
Al darnos la adopción como hijos, cambia también nuestro corazón humano en todos nosotros, pues Dios interviene con su Espíritu comunicando nueva vida y haciéndonos partícipes de la vida nueva del Hijo Resucitado. Este Espíritu nos capacita para establecer una relación filial con Dios como la del Hijo, por el cual podemos llamar a Dios “Abba”, “Papá”, “Padre”. El Hijo Jesús es el Salvador y por la fuerza de su Espíritu experimentamos la salvación. Ésta es la nueva identidad de los humanos que ya podemos vivir el gran misterio de ser hijos de Dios.
El año nuevo y la posibilidad de crecer con la dignidad de hijos de Dios
La Iglesia hace coincidir la celebración de estos misterios con el comienzo del año para destacar que cada año nuevo es una señal de la plenitud del tiempo que supuso el nacimiento de este Jesús, el Mesías de la Pascua e Hijo de Dios y de María, y de la repercusión que para la humanidad tiene tal misterio al transmitir a los seres humanos su mismo Espíritu de Hijo de Dios. Al empezar el año nuevo, nosotros lejos de divinizar el paso del tiempo y de concederle al tiempo la potestad de marcar nuestro destino y nuestra suerte, hemos de valorarlo en su justa medida, conscientes de que su importancia radica en ofrecernos la posibilidad de crecer como personas con dignidad y en libertad, desarrollando nuestras potencialidades en la construcción de un mundo más justo y en paz.
El clamor por la justicia y la paz del mundo
Por ello el mensaje del Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Paz está dedicado al desarrollo integral y parte de una constatación fundamental: «A pesar de los numerosos esfuerzos encaminados a un diálogo constructivo entre las naciones, el ruido ensordecedor de las guerras y los conflictos se amplifica, mientras se propagan enfermedades de proporciones pandémicas, se agravan los efectos del cambio climático y de la degradación del medioambiente, empeora la tragedia del hambre y la sed, y sigue dominando un modelo económico que se basa más en el individualismo que en el compartir solidario. Como en el tiempo de los antiguos profetas, el clamor de los pobres y de la tierra sigue elevándose hoy, implorando justicia y paz».
Diálogo, educación y trabajo para un desarrollo integral
El Papa interpela a todos, especialmente a los dirigentes, «para que sigamos avanzando juntos con valentía y creatividad por estos tres caminos: el diálogo entre las generaciones, la educación y el trabajo». Cuando aborda la educación se fija en una gran paradoja: «El presupuesto para la instrucción y la educación, consideradas como un gasto más que como una inversión, ha disminuido significativamente a nivel mundial en los últimos años. […] Los gastos militares, en cambio, han aumentado, superando el nivel registrado al final de la “guerra fría”, y parecen destinados a crecer de modo exorbitante». Se requiere además una «educación acompañada por un compromiso más consistente orientado a promover la cultura del cuidado». Es necesario forjar –propone el Papa- un nuevo paradigma cultural a través de «un pacto educativo global para y con las generaciones más jóvenes, que involucre en la formación de personas maduras a las familias, comunidades, escuelas y universidades, instituciones, religiones, gobernantes, a toda la humanidad», «un pacto que promueva la educación a la ecología integral según un modelo cultural de paz, de desarrollo y de sostenibilidad, centrado en la fraternidad y en la alianza entre el ser humano y su entorno».
Feliz Año Nuevo
Sabemos que el Señor del tiempo no es el hombre sino Dios, y que el Espíritu de su Hijo, nacido de mujer, la Virgen María, nos transmite su misma fuerza y su misma vida para que seamos hijos en el Hijo y experimentemos la grandeza del Padre, que nos llama a construir un mundo en paz. Al desearnos unos a otros un feliz año nuevo no sólo nos deseamos éxitos y prosperidad, sino un corazón nuevo para que seamos capaces de afrontar toda adversidad con el Espíritu que nos comunica Jesús, el Salvador. Ese espíritu es liberación de todo tipo de esclavitudes, fortaleza en la resistencia ante el sufrimiento, amor solidario volcado sobre los últimos y los inocentes, coraje apasionado en el compromiso por la justicia y en el sacrificio personal a favor de los otros, una enorme capacidad de entrega y una sobredosis colmada de ilusión y de alegría. Feliz 2022.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura