Campanas/P. José Cervantes/Llamada a la conversión. Casi anticipándose a la llamada a la conversión que supone la Cuaresma que comienza el próximo domingo, los textos bíblicos de este domingo constituyen una llamada y una instrucción a la radicalización de nuestra vida en Cristo, verdadero maestro, para llevar una vida con autenticidad autocrítica y purificadora que produzca buenos frutos, los que nacen del corazón nuevo, pues Dios nos lo ha regalado con la victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte (1 Cor 15,54-58).
La capacidad de razonar
El libro del Eclesiástico (Eclo 24,4-7) utiliza varias imágenes del mundo artesanal y agrícola para indicar que el hombre se prueba en su capacidad para razonar como la cerámica que se cuece en el horno o el grano que se garbilla en la criba. Y también revela que su mentalidad se muestra en la palabra, como el fruto que muestra el cultivo de un árbol. Tal vez se deba aclarar, para el mundo urbanita predominante en nuestra civilización, que el garbillo o criba es el instrumento agrícola que, a modo de cedazo, con un aro de madera y una malla metálica, plástica o de otro material, sirve para filtrar el grano desechando los residuos inútiles de la trilla.
La criba es necesaria para dar fruto
La vida humana es un proceso permanente de criba, que nos permite ir sacando todo lo bueno que Dios ha puesto en el corazón de cada persona. Zarandeados por Dios y por su palabra, cuando dejamos que esto ocurra, los seres humanos vamos produciendo el fruto deseado. Para ello hay que estar en continuo movimiento y dejarse interpelar por los acontecimientos de la vida y por la palabra de Dios. Pero es preciso aplicar las capacidades que todos tenemos y poner en práctica en profundidad la revisión de la vida, el excelente método de la vida cristiana, consolidado por los Movimientos de Acción Católica y habitual en la Iglesia Contemporánea: Ver, Juzgar y Actuar.
Ver, Juzgar y Actuar
Ver significa mirar la realidad, percibirla y analizarla en su complejidad y profundidad, conscientes de que no hay nada humano que sea simple. Juzgar implica ver la realidad desde la fe cristiana y meditar, reflexionar, dialogar con otros, asumir e integrar los valores que emanan de la Palabra de Dios y que iluminan y orientan la vida hacia Dios. La reflexión es fundamental, pero no es suficiente. Es preciso actuar y transformar el corazón humano, las relaciones humanas, las estructuras sociales, políticas y económicas. Actuar es ponerse en marcha con los objetivos, métodos e instrumentos adecuados para llevar a cabo la voluntad de Dios en las circunstancias concretas de la vida personal, social, política y eclesial, como consecuencia coherente con la nueva visión de los problemas y situaciones humanas afrontados.
Participación en la victoria de Cristo
La gran luz que ilumina la realidad humana es la victoria de Cristo sobre el mal y sobre el pecado. El Señor, con su muerte y resurrección, nos hace partícipes de su victoria y lleva a cabo en cada uno de nosotros un proceso de transformación purificadora que permita ir cribando todo lo bueno de cada persona.
Autocrítica personal
El Evangelio de Lucas de este domingo (Lc 6,39-45) concluye el breve sermón de la llanura dado por Jesús a los discípulos y al gentío que lo escuchaba. Tras exponer proféticamente las bienaventuranzas, concentrando la atención en Dios, en su Reino y en los pobres del mundo, y después de proponer la gran novedad del Evangelio en el mensaje del amor a los enemigos, invitando a todos a practicar la gratuidad de la misericordia, que consiste en dar y darse sin esperar nada a cambio, Jesús concluye con una parábola que constituye una llamada a la autocrítica personal.
Abrir bien los ojos
La parábola se dirige a todos y recoge elementos diversos, presentes también, pero en distintos lugares, en el evangelio de Mateo. En primer lugar, Jesús llama la atención para que abramos bien los ojos, pues un ciego no puede guiar a otro ciego y van los dos al hoyo. Después indica que el discípulo debe aprender como su maestro. Lo que más desarrolla el Evangelio es la necesidad de aprender a hacer la autocrítica personal; y lo expone con unas comparaciones desproporcionadas: la mota en el ojo del hermano y la viga en el ojo propio.
El otro es siempre un hermano
Cuando la crítica empieza por una autocrítica se garantiza una pureza en el proceso. Hay que aprender a ser responsables antes de exigir a los demás. Hay que tomar conciencia de la propia culpa antes de inculpar a los demás. La perspectiva sobre el mal de los otros cambia mucho. Si se empieza con la autocrítica personal, cualquier otra crítica sobre los demás se realiza como corrección y no como reproche ni crítica destructiva. Y es que el otro es siempre un hermano, que puede estar equivocado, pero en todo caso lo que necesita es luz. Y un ciego no puede guiar a otro ciego. Si se lleva a cabo un proceso de criba y de verdadero discernimiento entonces emerge del corazón, del interior del hombre, todo el tesoro bueno que Dios ha puesto en cada persona.
La persona es probada en su conversación
En la sabiduría bíblica del Eclesiástico se proclama que la palabra revela el corazón de la persona igual que el fruto revela el cultivo del árbol, y también que la persona es probada en su conversación. Lamentablemente asistimos atónitos esta semana al comienzo de una nueva fase en confrontación bélica en Ucrania, provocada por la invasión de los ejércitos rusos y la injerencia prepotente del gobierno ruso en este país, que revela la ausencia del diálogo en esta contienda. Ya hay centenares de muertos y miles de refugiados. Son los malos resultados de la maldad humana, que los malvados logran explotar en beneficio propio. En el fondo lo que se está dando en Ucrania, una vez más en la historia humana, es la sinrazón de la barbarie, protagonizada por los idiotas morales, los dirigentes de países poderosos, avalados por sus cómplices, los potentados económicos. El Papa Francisco invita al mundo entero a rezar por la paz e insta a los responsables directos de esta guerra absurda a dialogar para conseguir la paz. Si esto no se consigue, podría empezar una aventura terrible, de consecuencias imprevisibles, no sólo para la zona afectada por el momento sino para el mundo entero. Hagamos lo que nos dice el Papa: Oremos por la paz.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura