Campanas. La misa de Año nuevo, fue presidida por el Arzobispo de Santa Cruz, Mons. Sergio Gulberti, en la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir – Catedral. En su mensaje Monseñor pidió que en este nuevo Año 2020, reine la esperanza, la reconciliación, la paz, la unidad y el bien común entre todos los bolivianos.
También el Arzobispo nos exhortó a ser seguidores de Cristo, testigos del reino de Dios, reino de la vida, la caridad, la solidaridad, la verdad, la justicia, la libertad y la paz. Así mismo nos pidió que en este camino nos dejemos acompañar por Santa María, la Madre de Dios a la que está dedicado el 1º día del año, y sigamos su ejemplo cumpliendo cada día con fidelidad y alegría la voluntad de Dios.
El prelado aseguró que dentro de unos cuantos minutos, durante la cena y entre copas, música y cohetes, nos estaremos felicitando, abrazando, deseándonos bendiciones y lo mejor por el año nuevo, para nuestros seres queridos, las amistades y nuestro país. Muchos también pedirán la buena suerte recurriendo a costumbres y tradiciones, como vestir prendas de colores determinados, comer las doce uvas, tomar la maleta y leer el horóscopo. Al respecto permítanme una pregunta: ¿Realizar esas costumbres hará el 2020 mejor que el 2019? Les digo que ¡No! Pasado mañana, al volver a las faenas cotidianas, nos encontraremos puntalmente con todos nuestros problemas y responsabilidades.
El próximo año no será feliz ni bueno por arte de magia, sino será nuevo si nosotros ponemos todos nuestros esfuerzos para hacerlo nuevo; si nosotros, en primer lugar, cambiamos en lo profundo de nuestro ser, nuestra mentalidad, nuestra manera de actuar y de relacionarnos con los demás y si nos convertimos en personas nuevas en Cristo, dijo el prelado
Los augurios de Año Nuevo nos tienen que comprometer también a dar testimonio de Cristo allí donde nos ha puesto, en particular a los niños y a los jóvenes, para que descubran que Él es el único que puede apagar la sed de autenticidad y de felicidad que está en sus corazones.
Homilía de Mons. Sergio Gualberti
martes 31/12/2019
La Eucaristía de esta noche al terminar el 2019 quiere ser nuestra sincera acción de gracias a Dios porque nos dio un año más de vida y por sus abundantes bendiciones. Al mismo tiempo es la ocasión para hacer, a la luz de la fe, un examen de conciencia acerca de las luces y sombras de este año, en nuestra vida espiritual, familiar y social.
En esta tarea nos pueden ayudar unas preguntas: ¿Hemos crecido en la fe, en la vida y valores cristianos y en nuestro compromiso con la comunidad? ¿En nuestra familia hemos sido personas que han creado unidad y armonía? ¿En nuestras relaciones sociales, hemos respetado y amado al prójimo y nos hemos solidarizado con los más pobres y necesitados? ¿En la profesión y el trabajo, hemos dado testimonio de honradez, honestidad y responsabilidad?
En nuestro examen, junto a muchos logros y avances saldrán a la luz también nuestros errores y pecados, por eso, además de expresar nuestra gratitud a Dios, es necesario que con humildad le pidamos perdón y hagamos el propósito de enmendar nuestras faltas y de cambiar el rumbo de nuestra vida.
Abramos ahora nuestra mirada de fe sobre lo que hemos vivido este 2019 en nuestro país. Lo que a primera vista resalta son los hechos tristes y violentos que salen a flote, desgracias y conflictos que han sembrado desánimo, temor, dolor y lutos en tantos hogares y comunidades. Los conocemos muy bien y no me quiero detener en ellos, porque creo que han sido mucho más los hechos positivos, aunque a menudo no salen a la luz. Entre ellos hay un acontecimiento muy conocido que merece ser más profundizado: “el paro de las pititas”. Este hecho histórico nos ha abierto horizontes de esperanza y nos ha devuelto la confianza en nosotros mismos y en nuestras potencialidades. En esos 21 días, con grandes esfuerzos e iniciativas pacíficas se ha logrado hacer respetar los votos ciudadanos y los principios democráticos, demostrando que la no violencia activa ha podido más que los discursos de odio, las provocaciones, la violencia y los enfrentamientos.
El paro ha sido una experiencia de participación y responsabilidad ciudadana muy importante y reveladora para nuestro pueblo, por eso no se debe dejar en el olvido sino ser aprovechada para el camino que hemos iniciado.
Además de la actitud de paz y de la no violencia activa, hay que señalar otros grandes valores que han salido a la luz, como: la capacidad de sacrificio de las personas, en particular de los más pobres; el espíritu de solidaridad; la recuperación del sentido de vecindad; la fe común y firme en la democracia y en los valores de la justicia, la libertad y los derechos humanos; la participación masiva y convencida de los jóvenes; los momentos públicos de oración en particular el rezo del Rosario y la proclamación de la Palabra de Dios; el sentido de fraternidad y unidad entre todos los bolivianos sin distinción ni discriminación alguna y las celebraciones ecuménicas entre Iglesias y denominaciones cristianas.
Estos son los primeros y acertados pasos de un largo y proceso que nos espera, para que seamos vigilantes y no se caiga en la tentación, siempre al asecho, de volver al caudillismo y al autoritarismo, y para que en nuestro País haya una verdadera democracia y paz duradera.
Estos logros nos hacen iniciar el Año Nuevo, año electoral, bajo el signo de la esperanza, la reconciliación, la paz, la unidad y el bien común entre todos los bolivianos.
Dentro de unos cuantos minutos, durante la cena y entre copas, música y cohetes, nos estaremos felicitando, abrazando, deseándonos bendiciones y lo mejor por el año nuevo, para nuestros seres queridos, las amistades y nuestro país. Muchos también pedirán la buena suerte recurriendo a costumbres y tradiciones, como vestir prendas de colores determinados, comer las doce uvas, tomar la maleta y leer el horóscopo. Al respecto permítanme una pregunta: ¿Realizar esas costumbres hará el 2020 mejor que el 2019? Les digo que ¡No! Pasado mañana, al volver a las faenas cotidianas, nos encontraremos puntalmente con todos nuestros problemas y responsabilidades.
El próximo año no será feliz ni bueno por arte de magia, sino será nuevo si nosotros ponemos todos nuestros esfuerzos para hacerlo nuevo; si nosotros, en primer lugar, cambiamos en lo profundo de nuestro ser, nuestra mentalidad, nuestra manera de actuar y de relacionarnos con los demás y si nos convertimos en personas nuevas en Cristo.
Los augurios de Año Nuevo nos tienen que comprometer también a dar testimonio de Cristo allí donde nos ha puesto, en particular a los niños y a los jóvenes, para que descubran que Él es el único que puede apagar la sed de autenticidad y de felicidad que está en sus corazones. Nuestra conversión sincera, nos compromete a ser también operadores de paz, como nos pide el Papa Francisco en su mensaje de la 53 Jornada Mundial de la Paz en este Año Nuevo, cuyo lema dice: “La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica”.
Sus palabras nos indican que nuestra conversión involucra no solo nuestra manera de relajarnos con Dios y el próximo, sino también con la creación confiada a nuestro cuidado. Es urgente que en nuestro país crezca la consciencia ecológica para que nunca más se repitan los desastrosos incendios de bosques y reservas forestales y para que no se amplien las fronteras agrícolas y ganaderas.
De la misma manera hay que decir no a la implementación de centrales hidroeléctricas en reservas forestales, dejar de contaminar los ríos y la tierra por la explotación salvaje de hidrocarburos y minerales, en el respeto de los derechos de los pueblos indígenas. Preservar el medio ambiente es preservar nuestra existencia y la de las futuras generaciones.
Hemos mirado con ojos de fe al año pasado y también al compromiso que nos espera con el nuevo año: ser seguidores de Cristo, testigos del reino de Dios, reino de la vida, la caridad, la solidaridad, la verdad, la justicia, la libertad y la paz. En este camino dejémonos acompañar por Santa María, la Madre de Dios a la que está dedicado el 1º día del año, y sigamos su ejemplo cumpliendo cada día con fidelidad y alegría la voluntad de Dios.
Con las palabras de los sacerdotes del A.T. pedimos la bendición de Dios para que el Año Nuevo sea un Buen Año para todos y cada uno de nosotros, nuestras familias, ciudad y país: “Qué el Señor te bendiga y te proteja; Qué el Señor te mire con agrado y te muestre su bondad; Qué el Señor te mire con amor y te conceda la paz“. Amén