Párroco Carismático en Vallegrande.
Tenía un poco más de 30 años cuando, para sorpresa general, fue elegido superior de la comunidad redentorista de Vallegrande y “Vicario Foráneo” de la Provincia (1968). Vallegrande estaba en efervescencia; un poco antes, el “Che” había sido victimado en la Higuera.
El joven padre Julio Terrazas, oriundo del mismo pueblo, tenía un carisma especial. Los primeros en descubrirlo y adoptarlo fueron los jóvenes.
Habían encontrado en él a su líder. Centenares de jóvenes se aglutinaron alrededor suyo. La “Sede”, -con su biblioteca, su canchita, su conjunto electrónico para amenizar las fiestas, sus convivencias y sus fiestas, sus debates, su atención a los más necesitados, llegó a ser el lugar de encuentro por excelencia. El día se terminaba alrededor de las 10 de la noche, con un cafecito, compartiendo con “el Padre” las vivencias el día. Al son de la guitarra, se escuchaba cantar: “que triste debe ser llegar a viejo, con el alma y las manos sin gastar; que triste soledad la del pellejo, que nunca se jugó por los demás”.
Muchos de estos jóvenes formados por “el Padre” iban a tener grandes responsabilidades, en los ámbitos político, social y económico. Hubo alcaldes, subprefectos, responsables de organizaciones no gubernamentales, y por los menos tres sacerdotes.
Una de las canciones que me quedó grabada en la mente era la Samba de la Esperanza. Esperanza necesitaba, en aquel momento, ese pueblo duramente golpeado por años, por la sequía, por el ganado que se le moría. En el pueblo faltaba agua, el éxodo hacia Santa Cruz había empezado: la muerte en el alma, la gente dejaba a su pueblo querido en busca de mejores días.
Pero Dios nunca se olvida de los suyos y les mandaba profetas. La voz del Padre Julio retumbaba en la Iglesia matriz, o en la Catedral, como decía la gente, repleta de gente, los demás seguían sus homilías, los oídos pegados a la Radio Yuagari, la voz de Vallegrande: “el Dios de la vida”, no se ha olvidado de ustedes… y los sacudía, despertando a los dormidos y animando a los temerosos … denunciando al mismo tiempo los atropellos…
Algunos lo acusaron de meterse demasiado en los asuntos temporales; olvidándose de su misión espiritual. Esta gente no sabía que casi siempre participaba de la oración de la comunidad; y que cada sábado se hacía con la comunidad y los animadores una revisión de vida a la luz del Evangelio del domingo.
Efectivamente, el pueblo se despertó, reorganizó su comité cívico y sus subcomités de barrio con sus presidentes respectivos. Delegación tras delegación viajaba a Santa-Cruz para conseguir el financiamiento de su proyecto de captación de agua de dos quebradas caudalosas situadas a 20 y 25 Km de Vallegrande. La respuesta de las autoridades no variaba mucho: el proyecto es demasiado costoso, es técnicamente irrealizable, etc.
En plena dictadura militar y con gran sorpresa de todos, el día “D” fue cuando se inició el bloqueo de la única carretera que unía La Paz con Santa-Cruz, a 50 Km de Vallegrande.
Todo estaba previsto, provisiones de agua, comida para todos, frazadas para los mayores en caso de noche fría, hasta leche para los niños y sucumbé para los adultos, incluido un concierto de música clásica, ya que un bus transportaba una orquesta sinfónica que gustosamente se unió al coro de los bloqueador es.
Que osadía: “el Padre” tuvo que pagar más tarde el precio. Se le acusó de subversivo y comunista, y se lo llevaron dos veces preso.
El bloqueo no duró mucho, las autoridades se comprometieron a dar una respuesta positiva a la demanda, pero a condición que el pueblo de Vallegrande construyera el camino para llegar a las quebradas… Parecía imposible -tanta roca- se comenzó con pala y picota; después, con la ayuda de los Redentoristas de la Provincia de Estrasburgo y Cordecruz, se pudo conseguir un Caterpillar DC 7. Pasaron años y, por fin, hacia los años 76 el agua llegaba hasta Vallegrande. ¡Que festejo! Gracias a Dios, decía el pueblo, gracias al “Padre”, gracias a nosotros.
René Heim CSsR, misionero en Vallegrande
Libro – Servidor de Todos