Campanas. “Oremos a María, consuelo y esperanza nuestra”, este marte 8 de diciembre se celebra la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, la Mamita de Cotoca como la llamamos en Santa Cruz. La primera misa de fiesta en el Santuario de Cotoca a las 06:00 am, fue presidia por el Vicario General de la Arquidiócesis, P. Juan Crespo Gutiérrez.
Desde el Santuario de Cotoca, el Juan Padre Crespo aseguró que la Virgen María nos recuerda que estamos llamados a ser santos e irreprochables ante Él por el amor. Ella refleja el modelo que Dios quiere hacer de todos nosotros, si aceptamos su propuesta. Como hijos de Dios, debemos poner los dones que recibimos al servicio de los demás, a ser partícipes de la relación restaurada por Cristo Jesús.
Hace un año que hemos venido peregrinando hasta los pies de la Virgen, a la Mamita de Cotoca, no nos habíamos imaginado que nos vendría semejante pandemia que ha provocado y sigue provocando tanto dolor y sufrimiento en las personas, en las familias y en los países de mundo, dijo el sacerdote al iniciar su homilía.
Así mismo el P. Crespo afirmó que parece de verdad un milagro que ahora podamos estar ante la imagen de la Virgen de Cotoca, se nos había pasado por la mente que esto no iba a ser posible. Pero aquí estamos gracias a la voluntad de Dios y la intersección de la Virgen y es esto que hemos venido a agradecer: por nuestra vida, por nuestra salud, por nuestros seres queridos, familiares, amigos y conocidos que se han confiado en nuestras oraciones.
Estamos aquí para pedirle a la Mamita de Cotoca que nos anime, nos protejas y especialmente nos fortalezca en este tiempo de dolor que estamos viviendo a causa de la pandemia, dijo el P. Juan.
El misterio de la Inmaculada Concepción es un extraordinario regalo a través del cual Dios en Cristo actuó para salvar a su Madre y a su vez, a nosotros, al limpiarnos de nuestros pecados. De tal forma que María es la nueva Eva, la “Madre de todos los vivientes”. Y a su vez, el hombre es llamado a ser hijo en el Hijo, por medio de la filiación divina, por pura iniciativa suya, como nos lo indica el Apóstol San Pablo en la carta a los Efesios.
Al contemplar a María Inmaculada apreciamos la belleza sin par de la criatura sin pecado: “Toda hermosa eres María”. La Gracia concedida a María inaugura todo el régimen de Gracia que animara a la humanidad hasta el fin de los tiempos. Al contemplar a María experimentamos al mismo tiempo la invitación de Dios para que, aunque heridos por el pecado original, vivamos en gracia, luchemos contra el pecado, contra el mal y sus acechanzas. Los hombres tienen la necesidad de Dios, tienen necesidad de vivir en gracia de Dios para ser realmente felices, para poder realizarse como personas. Y la gracia la tenemos en Cristo, expresó el Vicario General.
La peregrinación que nos corresponde vivir en medio de esta pandemia del Covid19 tiene mucho de peregrinación ascendente, sigue siendo hoy en día una dramática realidad, se trata de una especie de combate del espíritu, pues las fuerzas del mal se oponen al avance del Reino de Dios. Vemos además que por desgracia, sigue habiendo guerras, abortos, muertes, crímenes. Más aun, advertimos amenazas para el género humano: la manipulación genética, la corrupción del lenguaje, el eclipse de la razón ante temas fundamentales como son la familia, el matrimonio, la defensa de la vida desde el momento de la concepción hasta su término natural, el relativismo y el consumismo que conducen a la pérdida de valores.
Oremos a María, consuelo y esperanza nuestra, por un mundo mejor, con nuestro compromiso y nuestro testimonio cristiano, por una sociedad más fraterna.
Homilía del Vicario General de la Arquidiócesis de Santa Cruz
Inmaculada Concepción de María: Mamita de Cotoca
Patrona de la Arquidiócesis de Santa Cruz, del Oriente Boliviano
Hace un año que hemos venido peregrinando hasta los pies de la Virgen, a la Mamita de Cotoca, no nos habíamos imaginado que nos vendría semejante pandemia que ha provocado y sigue provocando tanto dolor y sufrimiento en las personas, en las familias y en los países de mundo. Quiero traer un sentimiento que muchos hemos tenido cuando hemos escuchado esta canción que manifestaba un sentir de tantas personas: Volveremos a encontrarnos:
Días tristes, nos cuesta estar muy solos
Buscamos mil maneras de vencer la estupidez
Meses grises, es tiempo de escondernos
Tal vez sea la forma de encontrarnos otra vez
Pero son las ocho y has salido a aplaudir a tu ventana
Me dan ganas de llorar
Al vernos desde lejos tan unidos, empujando al mismo sitio
Solo queda un poco más
Volveremos a juntarnos, volveremos a brindar
Un café queda pendiente en nuestro bar
Romperemos ese metro de distancia entre tú y yo
Ya no habrá una pantalla entre los dos.
Ahora es tiempo de pensar y ser pacientes
Confiar más en la gente, ayudar a los demás
Mientras tanto otros cuidan los pacientes
Un puñado de valientes, que hoy tampoco dormirán
Pero son las ocho y has salido a aplaudir a tu ventana
Me entran ganas de llorar….. (Lucia Gil)
Parecería de verdad un milagro que ahora podamos estar ante la imagen de la Virgen de Cotoca, se nos había pasado por la mente que esto no iba a ser posible.
Pero aquí estamos gracias a la voluntad de Dios y la intersección de la Virgen y es esto que hemos venido a agradecer: por nuestra vida, por nuestra salud, por nuestros seres queridos, familiares, amigos y conocidos que se han confiado en nuestras oraciones.
A ti Virgen María que has conocido el sufrimiento y el dolor que muchas veces meditamos en los “Dolores de Nuestra Santísima Madre”, hemos venido a que nos animes, que nos protejas y especialmente nos fortalezcas.
En esta solemnidad de la Inmaculada Concepción recordamos la voluntad de Dios de mantener su alianza con el hombre y borrar toda mancha de pecado. Este privilegio singular manifestado en María, lo tenemos presente y hacemos memoria del testimonio de esta mujer humilde de Nazaret que supo abrirse a Dios y confiar en Él.
El pueblo de Dios que ya lo consideró, lo invoco, desde los primeros siglos, hacia suyo su proclamación: “A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María ‘llena de gracia’ por Dios (Lc. 1, 28) había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX:
“.. la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original desde el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano” .
Así, desde el inicio de la Iglesia, se ha llamado a María, “toda santa”, “Inmaculada”, en el sentido de no haber contraído o cometido ningún pecado. Y, también, por haber vivido siempre con “perfecta disponibilidad respecto a la acción del Espíritu Santo”.
Estas alusiones se evidencian en el Nuevo Testamento, en el saludo del Ángel Gabriel a María, y resuenan en el Evangelio que se proclama en este día. El Ángel no se dirige a ella solo por su nombre, sino que lo complementa por su condición de plenitud en la gracia.
El Concilio Vaticano II resalta que la Virgen María posee un “resplandor de una santidad enteramente singular”, alguien que se ha abandonado en Dios completamente, capaz de entregarse en totalidad a la voluntad de Dios y cooperar así con su plan salvífico. Celebramos un misterioso y milagroso evento, para nuestra salvación en Cristo, la actuación extraordinaria de Dios desde el primer momento de la vida de la Virgen María. Lo recordaremos en el prefacio de la eucaristía al expresar:
“Porque preservaste a la Virgen María de todo pecado original para que, enriquecida con la plenitud de tu gracia, fuese digna Madre de tu Hijo, imagen y comienzo de la Iglesia, que es la esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura”.
A pesar de la caída, Dios anuncia un edicto sobre la serpiente, advirtiéndole que será la estirpe de la mujer la que herirá en la cabeza como hemos leído en el libro del Génesis. La Tradición de la Iglesia ha contemplado en estas palabras una apertura a la esperanza mesiánica. Dios siempre busca caminos de comunión para establecer su morada entre nosotros.
El misterio de la Inmaculada Concepción es un extraordinario regalo a través del cual Dios en Cristo actuó para salvar a su Madre y a su vez, a nosotros, al limpiarnos de nuestros pecados. De tal forma que María es la nueva Eva, la “Madre de todos los vivientes”. Y a su vez, el hombre es llamado a ser hijo en el Hijo, por medio de la filiación divina, por pura iniciativa suya, como nos lo indica el Apóstol San Pablo en la carta a los Efesios.
La Virgen María nos recuerda que estamos llamados a ser santos e irreprochables ante El por el amor. Ella refleja el modelo que Dios quiere hacer de todos nosotros, si aceptamos su propuesta. Como hijos de Dios, debemos poner los dones que recibimos al servicio de los demás, a ser partícipes de la relación restaurada por Cristo Jesús.
Cultivando la vida de gracia: Al contemplar a María Inmaculada apreciamos la belleza sin par de la criatura sin pecado: “Toda hermosa eres María”. La Gracia concedida a María inaugura todo el régimen de Gracia que animara a la humanidad hasta el fin de los tiempos. Al contemplar a María experimentamos al mismo tiempo la invitación de Dios para que, aunque heridos por el pecado original, vivamos en gracia, luchemos contra el pecado, contra el mal y sus acechanzas. Los hombres tienen la necesidad de Dios, tienen necesidad de vivir en gracia de Dios para ser realmente felices, para poder realizarse como personas. Y la gracia la tenemos en Cristo.
Mediante nuestra participación en la obra de la redención: La peregrinación que nos corresponde vivir en medio de esta pandemia del Covid19 tiene mucho de peregrinación ascendente, sigue siendo hoy en día una dramática realidad, se trata de una especie de combate del espíritu, pues las fuerzas del mal se oponen al avance del Reino de Dios. Vemos además que por desgracia, sigue habiendo guerras, abortos, muertes, crímenes. Más aun, advertimos amenazas para el género humano: la manipulación genética, la corrupción del lenguaje, el eclipse de la razón ante temas fundamentales como son la familia, el matrimonio, la defensa de la vida desde el momento de la concepción hasta su término natural, el relativismo y el consumismo que conducen a la pérdida de valores. Nuestro peregrinar cristiano por esta tierra, es un peregrinar en el amor que no puede estar sin obrar por amor de Jesucristo. Es anticipar la llegada del Reino de Dios por la caridad. No nos cansemos de sembrar el bien en el puesto que Dios nos ha asignado, no desertemos de nuestro puesto, que las futuras generaciones tienen necesidad de la semilla que hoy sembramos.
Oremos a María, consuelo y esperanza nuestra, por un mundo mejor, con nuestro compromiso y nuestro testimonio cristiano, por una sociedad más fraterna.