Este humo que nos ha llegado a las ciudades y los pueblos son como aquel clamor de los pueblos que habitan estas regiones que son testigos mudos de la depredación de la naturaleza, fruto de la ambición de aquellos que sin el mínimo remordimiento de sus conciencias, destruyen, depredan aquello que el Señor nos dio para el cuidado y el sostenimiento de nuestros pueblos y culturas, se mueven bajo la “lógica capitalista y un modelo altamente consumista y depredador de la naturaleza, expresados en proyectos hidroeléctricos, ampliación de la frontera agrícola , en la construcción de carreteras bajo la vieja mentalidad extractivista”. Dijo el P. Juan Crespo, Vicario General de la Arquidiócesis de Santa Cruz, en su homilía pronunciada este domingo 25 de agosto desde la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir – Catedral.
Así mismo el Vicario General, P. Juan Crespo, llamó y convocó a elevar oraciones al Dios de la Vida, para que nos envíe AGUA, don de Dios que nuestra naturaleza y nuestros pueblos amazónicos y Chiquitanos piden de Dios su favor
Homilía del P. Juan Crespo, Vicario General de la Arquidiócesis de Santa Cruz
Domingo 25/08/2019
“Alabado seas mi Señor, cantaba San Francisco de Asís. En ese hermoso cantico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”, con estas palabras el Santo Padre Francisco nos regalaba esta hermosa Carta Encíclica LAUDATO SI, sobre el cuidado de la Casa Común, aquel 24 de mayo del 2015. En esas palabras proféticas contenidas en este documento nos quiere hacer tomar conciencia que el cuidado de la Casa Común, es tareas de todos, siendo una llamada universal para toda la humanidad.
Cuan urgente y necesario es la toma de conciencia y tan actual y necesaria estas palabras para todos los que de alguna manera tenemos responsabilidades en todos los niveles e instituciones.
Pero el llamado del Santo Padre iba hacia un compromiso mucho más urgente cuando Convocó al Sínodo de los Obispos para la Amazonia, para el próximo mes de octubre del 2019, Ya el Instrumento de trabajo del sínodo advierte proféticamente: “En la selva amazónica, de vital importancia para el planeta, se desencadenó una profunda crisis por causa de una prolongada intervención humana, donde predomina una ‘cultura del descarte’ (LS 16) y una mentalidad extractivista. La Amazonia es una región con una rica biodiversidad, es multiétnica, pluricultural y plurirreligiosa, un espejo de toda la humanidad que, en defensa de la vida, exige cambios estructurales y personales de todos los seres humanos, de los Estados y de la Iglesia. Esta realidad supera el ámbito estrictamente eclesial amazónico, porque se enfoca en la Iglesia universal y también al futuro de todo el planeta” (Instrumentum laboris para el sínodo de la Amazonia, preámbulo.
Estas palabras ahora resuenan en nuestro continente con aquel llamado de la Conferencia Episcopal Latinoamericano del 22 de Agosto “Levantamos la voz por el Amazonas”; de nuestros Obispos de Bolivia con la Carta: “Nuestra Casa Común en Emergencia, La creación entera sufre dolores de parto” Romanos 8,22” y la de nuestro Arzobispo Monseñor Sergio Gualberti en su carta del jueves pasado 22 de agosto: “Solidaridad con damnificados en la Chiquitania y jornada de Oración por nuestra Casa Común”, expresa tristeza y dolor por que la Casa Común está herida de muerte por los incendios forestales en la Chiquitania y en el Chaco, con enormes daños a la salud y a las formas de vida de las comunidades indígenas, a la biodiversidad y a los servicios ambientales, manifestando la gran preocupación de toda la Iglesia .
Este humo que nos ha llegado a las ciudades y los pueblos son como aquel clamor de los pueblos que habitan estas regiones que son testigos mudos de la depredación de la naturaleza, fruto de la ambición de aquellos que sin el mínimo remordimiento de sus conciencias, destruyen, depredan aquello que el Señor nos dio para el cuidado y el sostenimiento de nuestros pueblos y culturas, se mueven bajo la “lógica capitalista y un modelo altamente consumista y depredador de la naturaleza, expresados en proyectos hidroeléctricos, ampliación de la frontera agrícola , en la construcción de carreteras bajo la vieja mentalidad extractivista”.
Las lecturas de este domingo son llamadas a la universalidad de la fe en Dios. Que ante la calamidad y destrucción que va provocando el fuego en los incendios forestales, acudirán hombres que eleven oraciones y palabras de esperanzas principalmente para aquellos que sufren estas consecuencias, como aquella ayuda solidaria que han despertado en los diversos sectores de nuestra sociedad de las ciudades y pueblos, como familias e instituciones. La primera lectura que es un oráculo dirigido a los que han retornado del exilio de Babilonia, es una llamada de esperanza universal, no todo está perdido, el fracaso, las dificultades, debe enseñar a abrirse a todos los pueblos, razas y lenguas, para que el proyecto universal de salvación de Dios llegue a ser asumido por el testimonio de aquellos a quien el Señor envía, a pesar que habrán aquellos que no quieran escuchar ni aceptar , surgirán palabras proféticas , hasta que llegue el profeta definitivo, Jesucristo.
En el evangelio ante la preocupación de una persona: ¿Es verdad que son pocos los que se salvan? , Jesús manifiesta y refuerza nuevamente la gran Misericordia de Dios, la salvación es universal, a Jesús no le importa la cantidad, le interesa la calidad, la salvación no es cuantitativa es cualitativa,
Jesús no responde directamente a la pregunta del número, lo de la puerta estrecha es un símil popular, porque los caminos de Dios no son lo mismo que los caminos de los hombres. Es una llamada a la radicalidad: quien quiera salvarse debe vivir según la voluntad de Dios.
El Señor Jesús busca los corazones y las actitudes de los que le siguen, por eso les pone una parábola de contrastes, la del dueño de la casa que cierra la puerta, Dios no entiende las cosas como nosotros por números, por sacrificios ni por esfuerzos personales, muchos pensaran que han sido buenos cristianos, que han cumplido los mandamientos de Dios, que han sido de la Iglesia toda la vida, pero el “dueño” no los conoce, quizás por que hemos estado interesados en nosotros mismos y en nuestra propia salvación, pero las cosas son de otra manera, debemos de aprender a recibir la salvación como una gracia de Dios, como un regalo y estar dispuestos a compartir este don con todos los hombre de cualquier clase y religión, los que quieren “asegurarse” la salvación no han entendido nada de la forma en la que Dios actúa.
Por eso no reconoce a los que se presentan con identidades legalistas, ocultado ciertos egoísmos, es cuestión de generosidad, de abrirse a Dios, de abrirnos al hermano y de abrirnos a la naturaleza. Abramos las puertas de nuestro corazón al Dios de la vida.
Al finalizar el evangelio, Jesús nos revela al Dios de los últimos, de los descartados, de los sufridos, de los que son expulsados hasta de su propia tierra por aquellos que acumulan el dinero injusto, mostrándonos su amor misericordioso con los que no cuentan, con los últimos.
Que la corrección a la que nos exhorta la carta a los Hebreos, nos sirva para un verdadero cambio con paciencia y con una esperanza firme.
Animados con las palabras del salmo, vayan por todo el mundo y anuncien el evangelio vayamos a nuestras familias y lugares de trabajo asumiendo nuestro compromiso bautismal: siendo ¡profetas!, pregonando y practicando la justicia. Desterrando todo tipo de codicia y todo tipo de acumulación de bienes para que de esta manera podamos acoger el Reino y entrar en él.
Llamamos y convocamos a elevar oraciones al Dios de la Vida, para que nos envíe AGUA, don de Dios que nuestra naturaleza y nuestros pueblos amazónicos y Chiquitanos piden de Dios su favor. Amen.
Oficina de Prensa de la Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra