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domingo 3 diciembre 2023
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Obras de misericordia que salvan vidas y devuelven la esperanza

Aproximación a una de las experiencias vividas en la jornada de misericordia en Bogotá durante el Jubileo Extraordinario de la Misericordia en el Continente Americano

BOGOTÁ, 29 DE AGOSTO | La obra de misericordia que animan las hermanas adoratrices en el corazón de Bogotá, la capital de Colombia –donde se desarrolla el Jubileo Extraordinario de la Misericordia en el Continente Americano del 27 al 30 de agosto– es un faro de esperanza, fe y caridad para la recuperación de las mujeres en situación de prostitución.

Así lo constató uno de los grupos de participantes de esta celebración continental, que llegó a este “hogar de paso”, ubicado en el barrio Santa Fe, una de las ‘zonas de tolerancia’ de la ciudad donde se concentra el fenómeno de la prostitución, para ser testigos de la misericordia de Dios que salva vidas, aún en medio de realidades adversas y complejas.

En la tercera jornada del Jubileo Continental se trataba de visitar 27 obras de misericordia en la arquidiócesis de Bogotá, dispersas en distintos puntos de la ciudad, como parte de una experiencia que posibilitó descubrir por grupos, comunitariamente, el don de la misericordia de Dios que “camina en la ciudad”, en medio del pueblo, e invita a construir experiencias creativas que hagan posible una “Iglesia samaritana”, a ejemplo del “buen samaritano” del Evangelio.

Aquí, en esta casa, “tienda de campaña” de la misericordia de Dios, donde se busca revertir los daños causados a las trabajadoras sexuales en su dignidad y en su propio cuerpo, los testimonios son duros como la piedra. Aquí los ojos de las mujeres han perdido brillo porque la esperanza ha sido empeñada. Sus manos se agitan nerviosas mientras se “rompe el hielo” para experimentar la “cultura del encuentro” en esta “periferia existencial”.

“Fue emocionante cuando tuvimos la posibilidad de conversar con ellas”, explica Rafael Corso, de la Acción Católica, una organización de laicos con sede en Argentina. Su voz pareció quebrarse cuando miró a los ojos diciendo: “Las palabras de estas mujeres fueron muy duras cuando dijeron: pensamos que no servimos para nada, ¡que no servimos para ninguna otra cosa!”, comentó. Rafael hizo una pequeña pausa y luego continuó: “que duro que nuestra sociedad en el siglo XXI haga sentir que las personas no sirven y no tienen alternativas”.

Luego narró los momentos de aquel encuentro: “Al principio algunas de la mujeres tenían vergüenza con nuestra presencia pero luego hubo empatía, y a poco a de compartir  se da un puente de afecto, de querer y ser querido, y aparece la persona en todo su esplendor, con sencillez, humildad, pero con toda esa riqueza del ser. Personalmente doy gracias de haber compartido esa experiencia”.

“Vimos un trabajo desafiante, un trabajo complejo, una actividad que tiene muchas complicidades de la organización social. La prostitución es un hueco al cual se obliga a saltar a muchas personas que no encuentran una fuente digna para dar de comer a sus hijos o para sobrevivir “, explicó.

Y entonces, las palabras del Papa Francisco cobran una nueva dimensión cuando se aplican a casos como este. “Vivimos una época en que el ser humano es un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Es la cultura del descarte”.

Esta obra de misericordia muestra claramente cómo los caminos de la misericordia se tiñen de amor, de recuperación, de educación, de oportunidades, de imaginación, de un futuro posible, de trabajo digno que, en el caso de estas mujeres, les permita dar de comer a sus hijos y tener una vida nueva.

Esta noche las mujeres que acompañan las hermanas adoratrices dormirán con la esperanza de que hay un mañana mejor, con la seguridad de que “por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto”, como dice el cántico de Zacarías. Aún podemos hacer más, mucho más, por las mujeres en situación de prostitución, en el continente americano. “Misericordiar” y “dejarse misericordiar”. De eso se trata.

Dpto. de Comunicación y Prensa CELAM

 
 
Graciela Arandia de Hidalgo



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