Search
viernes 8 diciembre 2023
  • :
  • :

No solo practicas religiosas sino JUSTICIA y Misericordia, pide Monseñor Sergio

“¡Apártense de mi todos los que cometen injusticias!” En su homilía de este domingo desde la Catedral Metropolitana, el Arzobispo cruceño dijo que las prácticas religiosas no garantizan la salvación y cuestionó a los que se sienten seguros de la salvación por una vida buena y religiosa, Monseñor afirmó que lo que realmente agrada a Dios es que practiquemos la misericordia y la justicia con el prójimo.

“…a la hora de la verdad, las prácticas religiosas no garantizan la vida eterna si se vuelven talismanes de salvación en vez de expresión de sincera confianza en Dios. A Dios no lo merecemos, lo acogemos”

Este domingo 21 de agosto, a partir del evangelio donde Jesús revela las exigencias para la salvación, Monseñor Sergio recordó que el propio Jesús “cuestiona a todos los que nos creemos con derecho a la salvación por nuestro comportamiento aparentemente bueno y religioso pero que toleramos o aceptamos la injusticia”.  Con claros ejemplos explicó que la salvación no se la obtiene con prácticas religiosas acéticas sino con misericordia y justicia:

Nosotros hemos recibido el bautismo, somos buenos cristianos, rezamos, hacemos novenas, cumplimos con nuestras devociones, tradiciones y prácticas religiosas, por tanto tenemos la garantía de la salvación”. –Estoy seguro que Jesús nos contestaría- con las mismas palabras de entonces: “No sé de dónde son ustedes. ¡Apártense de mi todos los que cometen injusticias!”. La respuesta de Jesús nos hace descubrir que, a la hora de la verdad, las prácticas religiosas no garantizan la vida eterna si se vuelven talismanes de salvación en vez de expresión de sincera confianza en Dios. A Dios no lo merecemos, lo acogemos” explicó Monseñor.

En ese sentido dijo que Jesús nos pide “la conversión, que pongamos a Dios en el centro de nuestra vida, que tengamos fe y confianza absoluta en él, que demos testimonio de su amor y misericordia y practiquemos la justicia con el próximo”.

 El prelado también cuestionó la mentalidad de la sociedad y la cultura moderna que es casi insensible a este tema “Tal vez esto se deba a que en los siglos pasados el pensamiento ponía a Dios al centro de la vida del ser humano y del mundo, hoy parecería más bien ponerse al hombre al centro del universo. Esto conlleva que se vaya pensando a la salvación no como don gratuito de Dios, sino como fruto de un proceso de liberación realizado por la ciencia, la técnica y otros medios humanos” indicó.

Para el Arzobispo de Santa Cruz, que ha sido positiva en muchos aspectos de la vida del ser humano, también ha llevado a que “se sienta absolutamente autónomo de Dios – originando- una mentalidad de indiferencia y distancia de Él, olvidando que también hoy, como siempre, el ser humano es creatura de Dios, necesitada de Él”.

Monseñor Sergio afirmó que el camino para la verdadera, auténtica y definitiva salvación es Cristo:

“En este momento tal vez brote en nuestro corazón una pregunta: “¿Cuál es el camino de la salvación. ¿Qué tengo que hacer para salvarme?”. Creo que la respuesta es conocida y clara, pero vale la pena recordarla: el camino es Cristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,10). 

HOMILÍA COMPLEA DE MONSEÑOR SERGIO GUALBERTI, ARZOBISPO DE SANTA CRUZ

El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús que, mientras sigue su viaje a Jerusalén, hacia la cruz, enseña a la gente de los pueblos y ciudades por los que pasa, De pronto uno del auditorio le hace una pregunta:”¿Señor, es verdad que son pocos los que se salvan?”. Jesús no atiende directamente a esa pregunta, sino que, con la imagen ilustrativa de una puerta angosta, habla de las exigencias de la salvación: “Esfuércense en entrar por la puerta estrecha; les digo que muchos intentarán entrar y no podrán“. Esta respuesta en apariencia contrasta con la primera lectura que anuncia la apertura del reino de Dios a todas las naciones y pueblos: “Yo vendré a reunir a todos los pueblos y naciones…“, promesa reafirmada por Jesús en esa misma respuesta: “vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar un lugar en el banquete del Reino”.

Con estas afirmaciones queda claro que la oferta de Jesús es para todos los hombres de todos los tiempos, sin distinción alguna, una oferta de salvación universal por parte de Dios. Sin embargo, Jesús no asegura para nadie la salvación como un privilegio, esa puerta se cierra para algunos y se abre para otros llegados de los cuatro puntos cardinales de la tierra, para que participen en el banquete del Reino de Dios: “Los últimos serán primeros, y los primeros que serán últimos“. Los últimos, los pobres, los despreciados, los que sufren, los humildes, las víctimas de la injusticia, los desechados de la sociedad, pasan por la puerta angosta, no porque sean los mejores o porque tienen más méritos, sino porque han sido hechos objeto de la Misericordia de Dios.

La imagen de la puerta estrecha reafirma esta sentencia de Jesús, porque parece estár hecha a medida de los niños: «!Si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los cielos!» (Mt 18,3).

Jesús nos pide hacernos niños, reconocernos pequeños, humildes y existencialmente pobres delante de Dios, para poder acceder a la puerta del Reino de Dios. Por eso nuestra actitud tiene que ser de abandono en los brazos amorosos y providentes de Dios y no poner nuestra vida en las seguridades humanas, en el falsos ídolo del dinero injusto y en los ropajes inútiles de títulos y reconocimientos de la sociedad.

Jesús, previendo objeciones por parte de su auditorio a lo que acababa de decir, se adelanta recalcando que no cuenta recurrir a supuestos méritos y esgrimir derechos de tener acceso a la salvación: “Entonces comenzarán a decir: Hemos comido y bebido contigo, y tu enseñaste en nuestras calles“. Los de casa, los judíos observantes de la ley siempre habían dado por cierto de tener acceso a la salvación, confiaban en sus muchos rezos, en las prácticas religiosas y en ser parte del pueblo elegido, considerándose por tanto dignos de la amistad con Dios y de dar un público testimonio de ella.

En nuestros días esa pretensión la podríamos traducir con estas palabras: “Nosotros hemos recibido el bautismo, somos buenos cristianos, rezamos, hacemos novenas, cumplimos con nuestras devociones, tradiciones y prácticas religiosas, por tanto tenemos la garantía de la salvación”. Tengo por cierto que Jesús nos contestaría, con las mismas palabras de entonces: “”No sé de dónde son ustedes. ¡Apártense de mi todos los que cometen injusticias!”. La respuesta de Jesús nos hace descubrir que, a la hora de la verdad, las prácticas religiosas no garantizan la vida eterna si se vuelven talismanes de salvación en vez de expresión de sincera confianza en Dios. A Dios no lo merecemos, lo acogemos

Jesús cuestiona a todos los que nos creemos con derecho a la salvación por nuestro comportamiento aparentemente bueno y religioso pero que toleramos o aceptamos la injusticia. Él nos  pide conversión, que pongamos a Dios en el centro de nuestra vida, que tengamos fe y confianza absoluta en él, que demos testimonio de su amor y misericordia y practiquemos la justicia con el próximo. El Papa Francisco en la convocatoria al Jubileo de la Misericordia nos dice: “Justicia y misericordia no son dos momentos contrastantes entre sí, sino dos dimensiones de una única realidad que se desarrolla progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor.” Estas dos palabras son los criterios ineludibles para que el Señor acoja nuestro pedido: “Señor ábrenos” y podamos así pasar por la puerta estrecha y tener acceso al banquete del Reino.

La pregunta relativa a “la salvación” ha sido un problema fundamental para los cristianos a lo largo de la historia de la Iglesia, sin embargo me interrogo si sigue presente en nuestra generación cristiana actual, marcada por la mentalidad de la sociedad y cultura moderna casi insensible a este tema.  Personalmente no me recuerdo que alguien me lo haya pedido en forma explícita, aunque, algunas veces, me han hecho preguntas acerca del paraíso y del infierno.

Tal vez esto se deba a que en los siglos pasados el pensamiento ponía a Dios al centro de la vida del ser humano y del mundo, hoy parecería más bien ponerse al hombre al centro del universo. Esto conlleva que se vaya pensando a la salvación no como don gratuito de Dios, sino como fruto de un proceso de liberación realizado por la ciencia, la técnica y otros medios humanos.

Esta manera de pensar seguramente ha tenido resultados positivos, ha activado la consciencia de sí mismo del ser humano y de sus capacidades, pero por otro lado ha originado el hecho negativo de que se sienta absolutamente autónomo de Dios, lo que ha llevado a una mentalidad de indiferencia y distancia de Él, olvidando que también hoy, como siempre, el ser humano es creatura de Dios, necesitada de Él.

De hecho hoy, hablamos de salvación, pero lo entendemos como un evento propicio que nos libera de situaciones concretas de peligro: “Me he salvado de una enfermedad grave, de una desgracia, de un fracaso económico, profesional o laboral y de tantas otras calamidades”.

Esta es una salvación real pero parcial, fruto de circunstancias, coincidencias o de los medios humanos. Los cristianos valoramos todas estas liberaciones de los males terrenales, pero hemos dado un paso más creyendo en la salvación que nos ha merecido Cristo: salvación que nos libera del mal absoluto, el pecado, la muerte y la privación de Dios, y que, por la sola cruz de Cristo, nos abre ya, desde ahora y por la eternidad, la puerta estrecha del Reino.

En este momento tal vez brote en nuestro corazón una pregunta: “¿Cuál es el camino de la salvación. ¿Qué tengo que hacer para salvarme?”. Creo que la respuesta es conocida y clara, pero vale la pena recordarla: el camino es Cristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,10).  Por eso con toda confianza hoy le pedimos: “Señor ábrenos” la puerta estrecha y así podremos entrar en tu Reino y participar eternamente del amor y felicidad de la vida divina. Amén.

Oficina de prensa de la Arquidiócesis de Santa Cruz

Encargado


Only with you I want to spend my days of youth and old age. At your side everything is ... special


Nuestro sitio web utiliza cookies para que usted tenga una mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando estará dando su consentimiento y la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies