♦ En el tradicional saludo navideño, Monseñor Sergio pidió a todos los creyentes “ser testigos humildes del Niño Dios” para “derrumbar los muros que separan y levantar puentes de diálogo, en allanar arrogancias y soberbias, en quitar las armas de las manos de los violentos, en desterrar a la injusticia y la corrupción, y en construir una sociedad solidaria, reconciliada, justa y en paz”.
El Prelado también enfatizó la necesidad de que “En estos días, –de navidad-, ante el misterio de amor del Niño Dios envuelto en pañales, adoremos en el silencio, la contemplación y la dicha, como los pastores humildes y pobres de Belén, despojados de nuestras autosuficiencias y seguridades y demos al Niño Dios calor con nuestros cariñosos abrazos. Seamos nosotros entre aquellos que le aman con el testimonio de nuestra vida entregada a Dios y a su Reino y salgamos a manifestarlo con alegría.
MENSAJE DE MONSEÑOR SERGIO GUALBERTI,
ARZOBISPO DE SANTA CRUZ
SALUDO NAVIDEÑO 2016
JUEVES 22 DE DICIEBRE.
Un caluroso y fraterno “Bienvenidos” a todos a este momento tan hermoso del saludo Navideño que nos reúne como familia y pueblo de Dios en camino en esta tierra cruceña. Hace tan solo un mes hemos clausurado del Año del Jubileo de la misericordia, una sorpresa del Señor, un tiempo de Gracia, reconciliación y perdón, vividos con intensidad, serenidad y gozo. Y el Señor sigue sorprendiéndonos cada día con su amor y, esta tarde, nos ha convocado en la alegría y esperanza de la Vida que el Niño Dios nos trae, en la humildad y la pobreza, al entrar en la historia de la humanidad.
Vida que, desde ese momento, va abriéndose camino de forma silenciosa, pero firme, a pesar de tantas contradicciones y signos de muerte de nuestro mundo.
Alegría y esperanza que no son sentimientos, sino certezas profundas que brotan de la fe en el misterio de amor de la Navidad, que se manifiesta en la cotidianidad de lo auténticamente humano, de la comprensión, reconciliación y vivencia de la misericordia en las familias, en la comunidad eclesial y en la sociedad, a través de los gestos y palabras de cercanía y solidaridad con los enfermos, los pobres y necesitados, y por el respeto de la sacralidad de la vida y libertad de todo ser humano.
Un villancico muy antiguo y sugestivo de la música gregoriana, que seguimos cantando en los días de Navidad en nuestro idioma, con unas letras sencillas y cautivadoras nos invita a unirnos en la alegría para acoger y adorar al Niño Dios que nos trae paz y serenidad: “Adeste, fideles”.
Acudan, fieles, alegres, triunfantes… Vengan adoremos, Vengan adoremos al Señor.
El esplendor del Padre Eterno
lo veremos oculto bajo la carne
del Dios Niño envuelto en pañales
Por nosotros pobre y acostado en la paja
démosle calor con nuestros cariñosos abrazos
A quien así nos ama ¿quién no le amará?
Bellísima expresión y pocas palabras para una verdad tan asombrosa y consoladora: A quien así nos ama, así = ante un amor y entrega libre, gratuita, total y sin límites ¿quién no le amará?
¿Cómo no reconocer que todos y cada uno de nosotros somos objeto del amor de Dios, gracias a la venida de su Hijo en humildad y pobreza de nuestra naturaleza humana?
¿Cómo no dejarnos cautivar por la búsqueda de los magos y la luz de la estrella de Belén? ¿Cómo no amar a Quien así nos ama?
En la respuesta al amor de Dios encontramos el sentido verdadero de nuestra existencia, una vida gastada en el servicio a Él y a los demás. En el amor de Dios está la raíz de la conversión del corazón, de la conciencia y de la mentalidad, de los cambios verdaderos y duraderos que marcan a las personas y a la sociedad.
Sin la conversión, ni los mejores planes políticos y sociales, ni las más grandes inversiones económicas alcanzan a fraguar una convivencia fraterna y a construir una sociedad justa e incluyente para todos.
En estos días, ante el misterio de amor del Niño Dios envuelto en pañales, adoremos en el silencio, la contemplación y la dicha, como los pastores humildes y pobres de Belén, despojados de nuestras autosuficiencias y seguridades y demos al Niño Dios calor con nuestros cariñosos abrazos. Seamos nosotros entre aquellos que le aman con el testimonio de nuestra vida entregada a Dios y a su Reino y salgamos a manifestarlo con alegría.
Seamos nosotros testigos humildes del Niño Dios, en derrumbar los muros que separan y levantar puentes de diálogo, en allanar arrogancias y soberbias, en quitar las armas de las manos de los violentos, en desterrar a la injusticia y la corrupción, y en construir una sociedad solidaria, reconciliada, justa y en paz.
Esta tarde, junto a esta breve reflexión, me mueve la necesidad y el deseo de expresarles mi gratitud a todos y cada uno de ustedes: laicos comprometidos, agentes de pastoral, vida consagrada, seminaristas, diáconos permanentes, sacerdotes y hermanos Obispos.
A todos ustedes y a todo el pueblo de Dios que peregrina en Santa Cruz, mis augurios más sinceros de Santa Navidad y un Año Nuevo bendecido con creces por el Niño Dios.
Oficina de prensa de la Arquidiócesis de Santa Cruz.