Investigación y medidas de prevención. “En primer lugar es urgente y necesario implementar una exhaustiva y transparente investigación para despejar cualquier duda posible acerca de lo ocurrido. Además hay que tomar medidas de prevención, como contar con fuerzas del orden debidamente preparadas para que preserven la vida humana por encima de todo y eviten que casos similares terminen en un baño de sangre”.
En su homilía de este domingo, Monseñor Sergio Gualberti se refirió al hecho de violencia armada ocurrido recientemente en nuestra ciudad de Santa Cruz que dejó cinco víctimas mortales y siete heridos, asegurando que como Iglesia “Elevamos una oración al Dios de la vida por los hermanos difuntos y expresamos nuestra cercanía y solidaridad cristiana a los heridos y a todos los familiares en su gran dolor”.
Señaló que estas muertes “tienen que sacudir nuestra conciencia y mover a las autoridades a tomar las disposiciones necesarias” pues “confirman el grave problema de inseguridad ciudadana y violencia descontrolada que domina en las calles de nuestra ciudad y radica en los corazones de tantas personas”
El Arzobispo puntualizó que “En primer lugar es urgente y necesario implementar una exhaustiva y transparente investigación para despejar cualquier duda posible acerca de lo ocurrido. Además hay que tomar medidas de prevención, como contar con fuerzas del orden debidamente preparadas para que preserven la vida humana por encima de todo y eviten que casos similares terminen en un baño de sangre”.
Así mismo dijo que “también hace falta que todas las instituciones sociales, educativas y directivas instauren políticas responsables que reencaucen el rumbo de nuestra sociedad, impulsando los valores humanos y cristianos del respeto de la vida, de la no violencia, de la concordia y de la paz”.
En el ámbito eclesial subrayó que la solemnidad de la Virgen del Carmen, la Patrona de Bolivia y de las Fuerzas Armadas “venerada por su belleza y como modelo de fe y a la que se tiene mucha devoción en todo nuestro país como lo demuestran los muchos templos y capillas dedicados a ella. La advocación Virgen del Carmen es asociada al Monte Carmelo de Tierra Santa, recordado en la Biblia por su hermosura y vegetación, como signo de la belleza de la fe en él único y verdadero Dios” puntualizó.
En ese sentido, insistió en que “También nosotros estamos llamados a trasparentar la belleza interior de la fe y de la vida cristiana como expresión de la santidad de Dios”.
“Una pregunta: ¿Qué significa para nosotros tener a la Virgen del Carmen como patrona? Seguramente significa tener a María como protectora, contar con su intercesión ante su hijo Jesús y celebrar la alegría de saber que está a nuestro lado con su amor de madre, siempre atenta a socorrernos en cada momento de nuestra vida”.
Pero sobre todo significa imitar a María, siendo personas de fe, que seguimos lealmente a Jesús, que nos dejamos iluminar por el Espíritu Santo, que celebramos y vivimos nuestra fe en la gran familia que es la Iglesia y que damos testimonio alegre de la belleza de la santidad en el mundo. Imitar a María también en poner nuestra vida al servicio del Reino de Dios, el plan de vida y amor para instaurar desde ya una sociedad justa, fraterna y en paz hacía su dimensión definitiva al final de la historia.
HOMILIA DE MONSEÑOR SERGIO GUALBERTI,
ARZOBISPO DE SANTA CRUZ.
DOMINO 16 DE JULIO DE 2017
BASILICA MENOR DE SAN LORENZO.
La Iglesia celebra hoy la solemnidad de la Virgen del Carmen, la Patrona de Bolivia y de las Fuerzas Armadas, venerada por su belleza y como modelo de fe y a la que se tiene mucha devoción en todo nuestro país como lo demuestran los muchos templos y capillas dedicados a ella. La advocación Virgen del Carmen es asociada al Monte Carmelo de Tierra Santa, recordado en la Biblia por su hermosura y vegetación, como signo de la belleza de la fe en él único y verdadero Dios.
La belleza en la Biblia es expresión de la sabiduría de Dios que puso orden y armonía en el universo con la obra de la creación como nos la presenta el libro del Génesis: “En el principio… la tierra era caos y confusión”. El relato bíblico, con unas imágenes pintorescas nos presenta a Dios que durante seis días, es decir durante distintos períodos, va ordenando el universo y que al final de cada día se complace por la belleza y bondad de la obra creada: “Y vio Dios que estaba bien”.
También nosotros estamos llamados a trasparentar la belleza interior de la fe y de la vida cristiana como expresión de la santidad de Dios. Belleza que la Iglesia refleja también exteriormente en la obras de arte de nuestros templos e iglesias, en la dignidad y pulcritud de las celebraciones litúrgicas y en la melodías del canto.
En el arte religiosa la pasión de Cristo y su rostro ensangrentado no vienen removidos pero si superados, porque se hace aparecer la belleza extrema del amor que se dona “hasta el fin”. Por eso, el recurso a la belleza en la Iglesia, no es algo secundario, sino un medio excelente para anunciar el evangelio. El verdadero testimonio de la fe cristiana y la evidencia más convincente de su verdad, por un lado son los santos y por el otro la belleza que la fe ha engendrado.
El Monte Carmelo, además de ser el signo por excelencia de belleza, en la Biblia es considerado también como el núcleo central de la acción del profeta Elías que desde ese cerro llevó adelante la defensa de la pureza de la fe del pueblo de Israel en el Dios vivo y verdadero, puesta en peligro por el avance arrollador del culto a Baal y a otros ídolos, impulsado por la reina Jezabel que practicaba cultos paganos.
Allí, como hemos escuchado en la primera lectura, Elías pidió a Dios el don de la lluvia que puso fin a tres años de sequía que azotaba a Israel y también allí con un gesto profético exterminó a los sacerdotes de Baal, hecho que dio inicio a la restauración de la Alianza y rebrote de la fe en Dios en el pueblo de Israel.
Esta experiencia de Dios a través de la vida y el ministerio del profeta Elías así como la hermosura del Monte del Carmelo hicieron que fuera considerado como sagrado, como atestiguado en los textos del Antiguo Testamento. También al tiempo de Jesús el Monte Carmelo seguía teniendo ese sentido religioso, e igualmente en la historia de la Iglesia primitiva.
Esta atractiva del Monte Carmelo en el siglo XII d.c. movió a un grupo de eremitas a retirarse y establecerse allí. Más tarde fundaron una Orden dedicada a la vida contemplativa, y pusieron su obra bajo el patrocinio de la Virgen María, y en ese hecho tuvo origen la devoción a la Virgen del Monte Carmelo o Virgen del Carmen.
Fue una opción acertada, porque la hermosura del Monte Carmelo reflejaba aquella otra belleza que adornó siempre a la Virgen María, la belleza interior que relucía de su fe, su docilidad a la palabra de Dios, su oración y su meditación silenciosa. A ella se le pueden aplicar con razón las palabras del profeta Isaías: “Le han dado la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón” (Is 35,2).
Y el Evangelio de hoy nos muestra un ejemplo de la belleza de la fe y santidad de María, como fiel servidora del Señor y madre atenta y solidaria con las necesidades del prójimo.
María, invitada con Jesús y sus discípulos a una boda en Caná, con exquisita sensibilidad de mujer y madre, se da cuenta de que el vino para la fiesta se ha acabado. Buscando evitar un serio apuro para los novios avisa a Jesús, quien se excusa de intervenir, porque todavía no ha llegado la hora de su manifestación como Mesías. Pero María, movida por su confianza en él, se dirige directamente a los servidores: “Hagan lo que él les diga“: Y Jesús interviene, soluciona el problema, gracias a la fe de María, cumpliendo el primer signo de muchos que irán revelando la gloria de Hijo del Dios vivo. El evangelio nos dice que, ante ese acontecimiento, los discípulos de Jesús creyeron en él.
A partir de ese momento, María aparecerá siempre a lado de Jesús acompañándolo junto a los discípulos y poniéndose a su servicio en su peregrinación misionera por las aldeas y ciudades, hasta en las horas más dolorosas de la pasión y muerte en cruz. Con su actuación María, no solo se manifiesta como madre sino también como discípula de su Hijo y el día de Pentecostés, junto a los apóstoles, recibirá el don del Espíritu Santo.
Una pregunta: ¿Qué significa para nosotros tener a la Virgen del Carmen como patrona? Seguramente significa tener a María como protectora, contar con su intercesión ante su hijo Jesús y celebrar la alegría de saber que está a nuestro lado con su amor de madre, siempre atenta a socorrernos en cada momento de nuestra vida.
Pero sobre todo significa imitar a María, siendo personas de fe, que seguimos lealmente a Jesús, que nos dejamos iluminar por el Espíritu Santo, que celebramos y vivimos nuestra fe en la gran familia que es la Iglesia y que damos testimonio alegre de la belleza de la santidad en el mundo. Imitar a María también en poner nuestra vida al servicio del Reino de Dios, el plan de vida y amor para instaurar desde ya una sociedad justa, fraterna y en paz hacía su dimensión definitiva al final de la historia.
Esta mañana de manera particular, les invito a mirar a la luz de la fe y la esperanza el dolor y la herida que ha provocado en nosotros y en nuestra ciudad el hecho de violencia armada de hace tres días que ha provocado cinco víctimas mortales y siete heridos. Elevamos una oración al Dios de la vida por los hermanos difuntos y expresamos nuestra cercanía y solidaridad cristiana a los heridos y a todos los familiares en su gran dolor. Estas muertes, que confirman el grave problema de inseguridad ciudadana y violencia descontrolada que domina en las calles de nuestra ciudad y radica en los corazones de tantas personas, tienen que sacudir nuestra conciencia y mover a las autoridades a tomar las disposiciones necesarias.
En primer lugar es urgente y necesario implementar una exhaustiva y transparente investigación para despejar cualquier duda posible acerca de lo ocurrido. Además hay que tomar medidas de prevención, como contar con fuerzas del orden debidamente preparadas para que preserven la vida humana por encima de todo y eviten que casos similares terminen en un baño de sangre.
Pero también hace falta que todas las instituciones sociales, educativas y directivas instauren políticas responsables que reencaucen el rumbo de nuestra sociedad, impulsando los valores humanos y cristianos del respeto de la vida, de la no violencia, de la concordia y de la paz.
Es una tarea ardua y desafiante que implica el aporte de todas las fuerzas vivas de la sociedad. Encomendamos esta tarea a la Virgen del Carmen, patrona de nuestro país, para que esté a nuestro lado y nos sostenga en el camino a seguir: “Hagan lo que él les diga“. Amén.
Oficina de prensa de la Arquidiócesis de Santa Cruz