Al referirse al evangelio de la mujer adultera proclamado este domingo, quinto de Cuaresma, el Arzobispo de Santa Cruz, Monseñor Sergio Gualberti cuestionó la actitud de quienes olvidándose de sus propios errores juzgan a los demás sin buscar la verdad y la misericordia “eso también nos pasa a nosotros, queremos juzgar a los demás para disculparnos de nuestros errores” señaló.
Monseñor Sergio pronunció esta homilía en ocasión de la posesión como párroco, del reverendo Padre Juan Crespo en la parroquia San Andrés y del reverendo P. Fernando Cabrero en la parroquia Universitaria (pompeya), de nuestra Arquidiócesis de Santa Cruz.
El prelado cruceño cuestionó las verdaderas actitudes de la justicia humana en nuestro país:
“¡Qué distinta sería la justicia humana si actuara como la justicia divina! Una justicia que tiene que establecer la verdad de los hechos y determinar responsabilidades en forma objetiva e imparcial, sin segundas intenciones y evitando la manipulación e instrumentalización de las leyes e instituciones judiciales, prácticas instauradas para amedrentar y perseguir a adversarios o para desprestigiar a personas”.
También rechazó categóricamente los linchamientos que se dan en nuestro medio afirmando que nadie puede quitar la vida a otro ser humano y al respecto también se refirió a los linchamientos morales:
“Con esa actuación Jesús deja en claro que nadie puede atribuirse el derecho de matar a un ser humano. Es un tema siempre actual en nuestro país, donde hay la execrable costumbre de recurrir a los linchamientos y hacerse justicia por mano propia. El linchamiento es un crimen horrible y un pecado gravísimo, porque uno se adueña de la vida de otra persona, vida que es don de Dios que nadie y bajo ningún motivo puede quitar.
Y no se trata sólo de los linchamientos físicos, sino también de los linchamientos morales, de los apedreamientos de palabra. En nuestra era de la comunicación, grupos de poder que se sirven de los MCS como si fueran tribunales, juzgan y linchan moralmente, con una superficialidad irresponsable y a veces hasta criminal, sin importarles la verdad de los hechos. De esta práctica nefasta no se libera nadie, ni personas, ni instituciones civiles ni religiosas, entre ellas muchas inocentes. Una vez tildadas y señaladas, éstas experimentan una muerte moral y una marginación de la sociedad durante toda su vida”.
Monseñor Sergio afirmó que “nadie necesita condena sino perdón y misericordia” y que Jesús distingue muy bien el pecado del pecador ya que “El perdón de Dios es la mejor medicina contra el pecado, rehabilita a la persona” expresó.
FOTOGRAFÍAS DE LA POSESIÓN PARROQUIAL DEL P. JUAN CRESPO.
FOTOGRAFÍAS DE LA POSESIÓN PARROQUIAL DEL P. FERNANDO CABRERO.
Oficina de prensa de la Arquidiócesis de Santa Cruz.
HOMILÍA COMPLETA DE S.E. MONSEÑOR SERGIO GUALBERTI, ARZOBISPO DE SANTA CRUZ.
QUINTO DOMINGO DE CUARESMA.
La cuaresma un tiempo privilegiado para descubrir la presencia de Dios en nuestra vida e historia personal y comunitaria, presencia de Dios que renueva nuestras vidas. Así nos lo dice el profeta Isaías: “Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando”. Nuestra actitud ante esta verdad es la de estar vigilantes, poner atención a los signos que el Señor esparce alrededor de nosotros.
Esa novedad es expresada maravillosamente en la actuación de de Jesús, como nos la presenta el Evangelio de Juan. Unos fariseos y escribas han encontrado a una mujer en flagrante adulterio, hecho tan grave que la ley de Moisés castiga con la muerte por lapidación. A esos grupos enemigos de Jesús, no les importa la ley menos aún la mujer adultera, ellos quieren aprovechar esa ocasión propicia y tanto esperada para tender una trampa a Jesús. Si actuaran con recta intención y corazón sincero con miras a quitar el pecado de en medio del pueblo, tendrían que presentar ante Jesús no sólo a la mujer sino también al varón, ya que ambos han pecado.
Ellos bien saben que Jesús es amigo de los pecadores y publicanos, siempre dispuesto al perdón. Ahora bien, si él perdona a la mujer adultera, estaría rehusando aplicar la Ley de Moisés y se le puede hacer la acusación precisa de no respetar la ley. Pero si la condena ¿cómo puede decirse amigo de los pecadores e Hijo de Dios con el poder de perdonar?
Una cosa es cierta, los escribas y fariseos no quieren averiguar la verdad, tan solo buscan un pretexto legal para ejecutar la sentencia de la condena ya dictada a priori en contra de Jesús. Esta actitud de constituirse jueces de los otros y prejuzgar está presente muchas veces también en nosotros, en todos los ámbitos de nuestra vida, también en la Iglesia: chismes, calumnias. Incluso, con tal de disculparnos de nuestros errores, llegamos al punto de echar la culpa a los demás y buscar un chivo expiatorio.
En un primer momento Jesús no reacciona a la provocación de los acusadores, por el contrario parece desentenderse, se comporta como si existieran y se pone a escribir en el suelo.
Por fin, ante la insistencia de aquellos, Jesús rompe el silencio y pronuncia palabras que van más allá del aspecto jurídico que los acusadores esperaban, no entra en su lógica perversa, por el contrario los sorprende involucrándolos en el problema. “Quien está sin pecado, que lance primero la piedra”. Jesús no niega el juicio de Dios, pero que cada cual lo haga valer en primer lugar para uno mismo. Antes que cambien los demás, tenemos que cambiar nosotros, porque las raíces del mal y de la injusticia están también en nuestro interior y corazón.
Jesús así interroga y cuestiona a los que lo interrogaban, y clarifica que la misericordia de Dios está por encima de la ley. El también quiere dejar en claro que el juicio de Dios, sea verdaderamente de Dios y no del hombre, un juicio justo basado en la verdad, y sólo Dios conoce la verdad y escudriña lo más íntimo de cada persona.
¡Qué distinta sería la justicia humana si actuara como la justicia divina! Una justicia que tiene que establecer la verdad de los hechos y determinar responsabilidades en forma objetiva e imparcial, sin segundas intenciones y evitando la manipulación e instrumentalización de las leyes e instituciones judiciales, prácticas instauradas para amedrentar y perseguir a adversarios o para desprestigiar a personas.
Esas palabras de Jesús “Quien está sin pecado, que lance primero la piedra”, golpean duramente a los acusadores más que las piedras con las que querían apedrear a la mujer, por eso, “Uno por uno, comenzando por los ancianos, se retiraron”. Los ancianos eran las autoridades, tal vez estaban ubicadas más atrás del círculo de la gente para instigarla, por eso son los primeros en retirarse y además con más años de pecados.
Ahora Jesús queda solo con la mujer pecadora. Están puestos en frente: por un lado la humanidad con su pecado y por el otro Jesús con su perdón y salvación. S. Agustín dice: ”La miserable y la misericordia”. Es un brevísimo dialogo: “¿Nadie te ha condenado” y la mujer casi no habla: “Nadie, Señor”.
Jesús como Hijo de Dios, es el único que, por no tener pecado, podía haber lanzado la primera piedra, y sin embargo su juicio y sus palabras son de perdón. “Tampoco yo te condeno”. Todos, la mujer y los acusadores son pecadores, nadie necesita condena, sino perdón y misericordia. Este es el juicio de Dios, un Padre que ama y perdona sin exigir antes nuestra conversión, más bien podríamos decir que es Dios quien se convierte.
Jesús con esta actuación no huye del problema, no lo evade, ni mucho menos avala el pecado: Él siempre lo condenó y rechazó. Él distingue bien entre pecado y pecador, por eso manda a la mujer: “Vete y no peques mas”. El perdón de Dios es la mejor medicina, rehabilita a la persona, que habiendo sido liberada, puede iniciar una nueva manera de vivir.
Con esa actuación Jesús deja en claro que nadie puede atribuirse el derecho de matar a un ser humano. Es un tema siempre actual en nuestro país, donde hay la execrable costumbre de recurrir a los linchamientos y hacerse justicia por mano propia. El linchamiento es un crimen horrible y un pecado gravísimo, porque uno se adueña de la vida de otra persona, vida que es don de Dios que nadie y bajo ningún motivo puede quitar.
Y no se trata sólo de los linchamientos físicos, sino también de los linchamientos morales, de los apedreamientos de palabra. En nuestra era de la comunicación, grupos de poder que se sirven de los MCS como si fueran tribunales, juzgan y linchan moralmente, con una superficialidad irresponsable y a veces hasta criminal, sin importarles la verdad de los hechos. De esta práctica nefasta no se libera nadie, ni personas, ni instituciones civiles ni religiosas, entre ellas muchas inocentes. Una vez tildadas y señaladas, éstas experimentan una muerte moral y una marginación de la sociedad durante toda su vida.
En este tiempo de cuaresma, el Señor, una vez más, nos llama y ofrece una gran oportunidad de conversión sincera, de mirar, reconocer y pedir perdón por nuestras debilidades y pecados, y de abandonar esa actitud hipócrita y perversa de juzgar a los demás y asumir la actitud de Dios Padre, que ama y perdona.
El próximo sábado es la fiesta de San José día del padre, un augurio a los papás: que para sus hijos y familia, sean imagen viva del amor paternal de Dios.
Para terminar, les recuerdo que el Vº domingo de cuaresma en toda Bolivia está dedicado a la solidaridad cristiana, con el lema: “Ven, conoce participa”. En nuestra Arquidiócesis, este año, estamos llamados a ser generosos y aportar con el fruto de nuestras renuncias cuaresmales, a los niños, adolescentes y ancianos, pobres y abandonados, acogidos en nuestros hogares, desde los primeros meses de vida hasta los 16 años, para acompañarlos en su crecimiento, educarlos y darles el calor de una casa, en el marco de la campaña “Ángeles por la vida”. Estamos en el Año de la Misericordia, y el Papa Francisco nos invita a cumplir algunas de las obras de misericordia corporales y espirituales, acojamos su invitación.
Oficina de prensa de la Arquidiócesis de Santa Cruz.