Campanas. La mañana de este domingo de Pascua 17 de abril, el Arzobispo de Santa Cruz, Monseñor Sergio Gualberti, llegó hasta la cárcel de Palmasola para celebrar la resurrección de Jesús con los privados de libertad a quienes desde allí les pidió ser testigos del Resucitado, de la vida y de la esperanza.
Mons. Gualberti presidió dos celebraciones, una en PC2, pabellón de mujeres a las 09:30 y a las 11:00 horas, en el PC4, pabellón de varones. Así mismo pasó por los pabellones: PC6 y PC8 para saludar y dejar un saludo de Pascua de Resurrección.
El Arzobispo estuvo acompañado del Capellán de Palmasola, P. Mario Ortuño y el equipo de la Pastoral Carcelaria de la Arquidiócesis de Santa Cruz.
Homilía
“Cristo ha Resucitado ¡Aleluya, alegría! ¡Vive el Señor de veras! …”. Hermanos y hermanas, como el umbral de una puerta, yo estoy en las tinieblas del mundo, por ejemplo, aquí sentimos el peso de palamasola, las tinieblas, las lágrimas, pero en el mundo no todos tenemos alegría, ni siquiera los que tienen mucha plata y los que tienen el poder, nadie tiene comprada su vida, nadie.
Entonces él dice, es solo cruzar el umbral de las tinieblas y ver la luz que entra por todas las ventanas de la vida y encontrar la paz y la felicidad que tanto buscamos, miren que bonito. El prelado afirmó que, nuestra muerte es pasar de las tinieblas a la luz, por eso gracias a Jesús resucitado ya no hay un acá y un allá, sino simplemente hay un antes y un después, y nosotros gracias al bautismo ya estamos en la vida de Dios, todavía estamos en camino, todavía estamos en el dolor, en el sufrimiento, en las lágrimas, pero después eso terminará. Hay una continuidad por eso no se interrumpe nuestra vida, pasamos de ese umbral a la otra vida porque es siempre vida y la vida es para siempre. Si nosotros pensamos esto, cambia nuestra visión del mundo, saber que estamos en esta vida, que nadie nos puede quitar, nadie, ni los que nos encierran, ni los que nos matan.
Esto es lo hemos escuchado en la primera lectura de San Pablo que nos da el testimonio del apóstol mas grande del grupo de los doce, Pedro dice: “A Jesús lo crucificaron, Dios lo ha resucitado y está vivo”.
Mons. Gualberti aseveró, Nosotros estamos aquí celebrando a Cristo vivo en medio de nosotros, y somos testigos de esta gran victoria de la vida frente a la muerte. Los primeros cristianos no se llamaban cristianos, se decían testigos del resucitado, miren que bonito y eso es lo que tenemos que hacer también nosotros, ser testigos del resucitado, de la vida y de la esperanza.
Así también el Arzobispo les dijo: Yo creo que todos ustedes tienen la esperanza de salir algún día de aquí, y sé que muchas veces pierden la esperanza cuando se encuentran con jueces corruptos que rompen ese sueño, desde aquí les pido que no pierdan la esperanza de esa vida nueva en Cristo a la que estamos llamados y que continúa después de nosotros.
El prelado expresó su alegría de ver cómo han embellecido la Capilla, el Pabellón -PC2, han realizado unos murales estupendos, uno sobre las siete misericordias corporales y otro con todas las imágenes de las mujeres de Bolivia, representando a cada una de las etnias de nuestro país. Y no perdió la oportunidad para destacar esta iniciativa de las mujeres, así mismo les pidió a los del Pabellón PC4 seguir este ejemplo y hacer que su espacio de vida sea más agradable. Todas las mujeres que han pintado esos murales hoy están vestidas con poleras blancas y esto es un signo de Dios, todo lo que es bueno, lo que es bello, lo que es verdadero, eso lo decía Santo Tomás. Los dones que hemos recibido de la vida, la esperanza, la alegría, un último don muy importante en la pascua, la paz.
Cuando Jesús se apareció a sus discípulos les dijo: “La Paz esté con ustedes”, y esta mañana se las dice a todos y cada uno de ustedes, “la paz esté contigo”, y no cualquier paz, no les doy la paz del mundo, sino mi paz. La paz de Dios no es solo la falta de conflicto, peleas y guerra, la paz es la plenitud de los fieles, es la armonía, es el sentirse bien y estar en buenas relaciones con el Señor y con el prójimo, es la paz verdadera, expresó Monseñor.
El prelado preguntó a los privados de libertad ¿en palamasola se puede vivir mejor?, todos respondieron que SI, claro que pueden vivir mejor, si son solidarios los unos con los otros, si todos se ayudan, sino hay miramientos si se despojan de todo lo malo, todos somos hermanos y en eso nos tenemos que enfocar. El Papa Francisco ha escrito una Carta Encíclica que se llama; “Hermanos todos”, sin ninguna distinción de ricos y pobres, de blancos y de morenos, todos somos iguales, ni presidente ni obispo, todos somos iguales, todos somos hijos del mismo padre, no olvidemos eso, tenemos el mismo padre y el es Dios, por lo tanto, todos somos hermanos y es la paz, vivir como hermanos en fraternidad, esos son los cuatro legados de la pascua.
Monseñor terminó su prédica contando un testimonio de un albañil muy capo, este era un jefe de obra, muy bueno en una empresa grande, pero llega ya un poco con pelo blanco como yo, va donde el dueño de la empresa y le dice; yo ya me retiro, ya no doy más para esto y el dueño le dice, te pido una sola cosa, aquí tengo el plano de una casa, me construyes esa y después te retiras. Él ya había hablado con su esposa, con sus amigos, ya tenía sus planes, pero acepta y construye la casa, pero no la construye a detalle como sabía hacerlo, la termina mucho tiempo antes de lo acordado. Cuando termina se presenta y dice; ya he terminado, aquí está la casa yo me retiro, el dueño le dice muy bien, yo te voy hacer un regalo y saca las llaves y le dice la casa es tuya, aquí están tus llaves, como habrá quedado no. Nosotros tenemos que construir la casa que Dios nos da, depende de nosotros construir bien, la casa cimentada sobre la vida, sobre la esperanza, sobre la hermandad, sobre la fraternidad, una casa fundada y construida sobre el amor verdadero, este es mi augurio para esta pascua para ustedes, construyan una casa bonita y que el día que nos encontramos con el Señor, Él nos diga esta es tu casa, bonita aquí al lado de la mía, en el paraíso, aquí en el cielo, porque ya no hay cielo y tierra, sino que el cielo está abierto para todos nosotros. Concluyó.