Monseñor Braulio Sáez, Obispo Auxiliar de Santa Cruz, presidió la eucaristía de este domingo desde la Catedral Metropolitana en ocasión de clausurar la semana de la familia. En su homilía habló de las amenazas que se ciernen hoy en día sobre las familias y pidió aprovechar la navidad para perdonar e integrar a la familia.
“La navidad tiene que marcar el nacimiento de una vida nueva, en cada una de nuestras vidas, tiene que marcar la vida de las familias” insistió el Prelado.
La “semana de las familias” fue instituida por los Obispos de Bolivia en su reunión de noviembre pasado, razón por la que no hubo tiempo de preparar la mejor, sin embargo comprometió que “el año que viene queremos darle toda la importancia que tiene que tener la familia en el tiempo de la navidad. Descubrir que la navidad es la fiesta de la familia, la fiesta del hogar” explicó.
Al reflexionar sobre la situación de la familia el Prelado, que es responsable de la Pastoral Familiar en la Conferencia Episcopal Boliviana y en la Arquidiócesis de Santa Cruz, señaló las principales amenazas
“Hoy –la familia- está amenazada por tantos factores internos a la misma familia. Entre las amenazas más fuertes:
- El olvido de Dios como fuente de amor sincero. Ya no se reza en familia, no se habla de Dios en familia, no se participa en la iglesia en familia.
- La falta de madurez humana y afectiva a la hora de contraer matrimonio. Van con ilusión al altar pero al año o a los dos años se deshacen esos matrimonios.
- La incapacidad para poder perdonar las pequeñas o grandes cosas de cada día, nos hemos vuelto intolerantes porque no aguantamos un reproche o porque no aguantamos cualquier cosa.
El Papa Francisco nos ha alertado con el peligro de la ideología de género, esa ideología de género que esta como queriendo trastocar todos los valores de nuestra sociedad y que niega, dice el Papa, la diferencia y la reciprocidad natural del hombre y de la mujer” sentenció.
En ese sentido Monseñor exhortó a salvar la institución familiar “Queridos hermanos, es urgente que salvemos la institución de la familia. Y ¿cómo tenemos que salvarla?
En primer lugar creer en la familia. En segundo dar testimonio de nuestra fe en la familia y en la sociedad. Anunciado la belleza y la grandeza y la procedencia que tiene la familia que viene de parte de Dios”.
“Que esta no sea una fiesta pagana, una navidad sin Jesús, una navidad vacía de sentido; que sean de días de integración, de esposos que a lo mejor estando se preparan y aprenden a perdonarse; que sean unos días para reafirmar ese amor que un día nos hemos comprometido para siempre.
La vida que Dios nos trae en este niño que nace en Belén es un misterio de bondad, de ternura, de reconciliación y de gracia. Por eso nos dirá el Papa Francisco: Donde nace Dios nace la esperanza, donde nace Dios nace la paz, y donde nace la paz no hay lugar para el odio ni para la guerra. Que sea entonces una navidad donde nace Dios, donde nace la esperanza y la vida”.
Homilía Completa
DOMINGO IV DE ADVIENTO
Mis queridos hermanos:
En la Palabra de Dios que acabamos de proclamar escuchamos este reproche de Dios al pueblo de Israel: “¡Acaso no les basta cansar a los hombres que cansan también a Dios?” La razón de la reprensión radica en una falsa religiosidad incapaz de comprender la grandeza de Dios que hace nuevas todas las cosas, pues Dios puede cambiar los signos y los acontecimientos, es por eso que indignado nos reafirmará el profeta Isaías: “La virgen está embarazada y dará a luz un hijo y lo llamarán con el nombre de Emanuel”.
Reproche que Dios nos hace también a nosotros si no tomamos conciencia de los acontecimientos que estamos viviendo, si no vivimos este Adviento en preparación a la Navidad con un verdadero sentido de fe, si no nos preparamos para acoger la vida nueva que Dios nos ofrece. Hoy el Papa Francisco nos dice algo muy importante: “Donde nace Dios, nace la esperanza, y donde nace la esperanza, las personas encuentran la dignidad”.
Celebramos hoy el IV domingo de Adviento, último domingo antes de la Navidad. La pregunta que debemos hacernos es ¿cómo estamos viviendo este tiempo de preparación para la venida del Emanuel, el “Dios con nosotros”?
María es la figura central de todo este tiempo de Adviento, la hemos celebrado en Catoca, la hemos reconocido en Guadalupe como la Virgen Patrona de América Latina, por eso, en este tiempo nos acercamos al icono de María para empaparnos del amor que Dios nos tiene, y desde ahí descubrir el verdadero significado de la Navidad. Una Navidad que tiene que marcar el nacimiento de una vida nueva en cada una de nuestras vidas y de nuestras familias.
Esta semana que termina, por voluntad de los Obispos de nuestra Iglesia en Bolivia, hemos celebrado en todas las Iglesias del país la “Semana de la Familia”. Nuestro Arzobispo Mons. Sergio ha querido concluir esta semana con esta celebración de Acción de Gracias por todas las familias de nuestra Iglesia de Santa Cruz.
Al mirar la realidad de nuestras familias nos damos cuenta que la familia hoy está amenazada tantos por factores internos a la misma, como por factores externos. Entre las amenazas más fuertes están: el olvido de Dios como fuente del amor, la falta de madurez humana y afectiva a la hora de contraer matrimonio, y sobre todo, la incapacidad para saber perdonar las pequeñas o grande cosas de cada día. El Papa Francisco pone como amenaza y desafío que enfrenta la familia hoy es la “ideología de género” que “niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer”.
Como Iglesia y como cristianos debemos defender la familia ante tantos ataques e ideologías que tratan de destruirla, urge el testimonio de familias que viven el amor.
Hoy queremos traer como ofrenda a este altar la vida de todas las familias que buscan al Señor, a todas aquellas que se acercarán en esta Navidad al portal del Belén, o al árbol de la Navidad, también al Papa Noel, aunque a decir verdad no soy muy devoto de su figura, pues tiene una dimensión mercantilista.
Mis querido hermanos, la Navidad no puede ser convertida en negocio, en regalos, en distracciones del momento que dejan más vacío el corazón, o peor aún, enfrentándonos unos con otros. La Navidad es “Dios con nosotros” como nos anuncia el Evangelio de hoy. No queremos quedarnos sin Misterio por dentro, no queremos una Navidad sin Jesús. ¿Qué es una Navidad sin nombrar a Jesús, sin reconocerlo, sin nacimiento, y sin fe? Podemos celebrar una Navidad de mucha fiesta, pero sin “Dios con nosotros”, por eso nuestra tristeza infinita solo se cura con un infinito amor, como nos ha recordado el Papa en el año de la misericordia. “Donde nace Dios, florece la misericordia, que sana las heridas y vence el mal”.
A lo largo de esta semana hemos querido, de alguna manera, sensibilizar a nuestras familias mediante la radio, o en las Parroquias, a fin de vivir la Navidad en Familia, pues la Familia de Nazaret: María, José y Jesús son el modelo y el paradigma de lo que debe ser toda familia creyente, ejemplos que estimulan a vivir las realidades que nos depara la vida, pero como ellos saber descubrir la acción de Dios a través de los acontecimientos de cada día para que de verdad sea una familia cristiana.
Que hermosos signos cuando nos reunirnos en familia para hacer de la Navidad un camino de fe mediante la Novena de la Navidad, o cuando participamos en la bellísima costumbre de las posadas que se realizan en los barrios de nuestras Parroquias, signos esos que nos adentran en el misterio, así mismo la oración en familia y tantos otros signos que nos acercan a Dios.
En las lecturas que acabamos de proclamar se nos presenta a María prefigurada en la joven virgen que concebirá y dará a luz un hijo y lo llamará con el nombre de Emanuel. Dios que se mete en nuestra historia, que asume nuestra carne y sangre para identificarse con todos los problemas del ser humano, Dios que necesita de la mujer para hacerse presente en la historia y así aprendemos de ella a acoger al Salvador con fe y con amor abriendo las puertas de nuestro corazón a su gracia.
Al lado de la Virgen está también José su esposo, Dios se sirvió de María como mujer para que Jesús tuviera un cuerpo y una madre, mujer y madre sin igual, el ángel le saludará con el apelativo de llena de gracia, en ella no existe el pecado. Y se sirvió también de José para que le diera una casa, una descendencia. Nos dice el Evangelio de Mateo cuando el ángel le quiere desvelar el misterio: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús”.
La descendencia davídica le viene a Jesús por parte de José y es el padre quien tiene que poner el nombre al hijo, ya que el nombre es el que identifica la misión de la persona, en este caso José es quien da el nombre a Jesús, que quiere decir “Dios Salva”, Jesús es salvador porque salvará a su pueblo de sus pecados”.
José es el hombre de fe, que se fía de Dios, el hombre del silencio y el hombre justo por antonomasia, que vive y cumple la voluntad del Padre, acoge a María, es trabajador que sacar la familia adelante, y nos da el ejemplo de ponerse en las manos de Dios con una actitud abierta e incondicional.
En la segunda lectura Pablo nos presenta la figura del Hijo, de Jesús: “nacido de la estirpe de David y constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu Santificador”. No es un hijo cualquiera, es el hijo que se “ocupa de las cosas del Padre”, rebelde que rompe los esquemas de aquellos tiempos, es el esperado de los hombres, el que viene a salvar al mundo y revelarnos el misterio de Dios.
Mis queridos hermanos, la Navidad es un acontecimiento siempre nuevo, Dios se hace: “Dios-con-nosotros”. Ojalá que este domingo que celebramos la Semana de la Familia nos comprometamos a preparar y celebrar la Navidad en familia, y que ésta no sea una fiesta pagana, una Navidad sin Jesús, una Navidad vacía de sentido. Por el contrario que sean día de integración entre todos: padres e hijos, también esposos que se perdonan y se reconcilian, de familias que deponen actitudes de resentimiento y de odio.
La vida que Dios nos trae en ese Niño que nace en Belén es un misterio de bondad, de reconciliación, de ternura, de bendición y de gracia. “Donde nace Dios, nace la esperanza. Donde nace Dios, nace la paz. Y donde nace la paz, no hay lugar para el odio ni para la guerra” (Papa Francisco). Amen.