Campanas. Personalmente pierdo a un gran amigo, un hermano, la Iglesia en Bolivia pierde un Pastor entregado, y Bolivia pierde un hombre muy cercano a los pobres y últimos, cuyo corazón latía por la vida, la democracia, la justicia y la paz, dijo Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz, esta mañana en la Eucaristía en memoria de Mons. Eugenio Scarpellini, quien retorno a la casa del padre este 15 de julio.
El Arzobispo de Santa Cruz, fue el gran amigo de Mons. Eugenio Scarpellini, ambos son misioneros Italianos y compartían una estrecha amistad y un gran cariño de hermanos.
Hoy jueves 16 de julio en la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir a las 08:00 horas, se celebró una Eucaristía en Memoria de Mons. Eugenio Scarpellini y por la festividad de la Virgen del Carmen, la misma fue presidida por Mons. Sergio Gualberti y concelebrada por Mons. Estanislao Dowlaszewicz, Obispo Auxiliar, el Rector de la Catedral y Vicario de Comunicación, P. Hugo Ara, P. Mario Ortuño, Capellán de Palmasola y el P. Alessandro Manenti, Párroco de la Parroquia Nuestra Señora de Fátima.
Tenemos la firme esperanza que María ha acogido en sus brazos amorosos y de Madre a tantas víctimas de la pandemia, con ellos a Mons. Eugenio Scarpellini, Obispo de El Alto, que nos ha dejado ayer. Una figura eminente de Pastor que ha entregado su vida por El Señor y un misionero generoso e incansable del Evangelio, por 32 años en nuestro país, quiso ser ciudadano boliviano, dijo Monseñor Sergio.
El prelado afirmó que Personalmente pierde a un gran amigo, un hermano, la Iglesia en Bolivia pierde un Pastor entregado, y Bolivia pierde un hombre muy cercano a los pobres y últimos, cuyo corazón latía por la vida, la democracia, la justicia y la paz.
Perdemos acá pero encontramos un protector más en el cielo, un pastor que desde niño amaba a la Virgen María, en el santuario de su pueblo natal la Virgen del Olmo. Él se dejó llevar por la Virgen María y como Obispo de El Alto en la advocación de la Virgen de Copacabana. Hagamos lo mismo, caminemos agarrados de la mano de la Virgen María, ella nos lleva a su Hijo Jesús y hacer lo que Él nos diga, a creer en él y en Dios Padre, el Dios de la vida que nos libera del miedo a la muerte, del desconcierto y de la desesperación y de toda clase de esclavitudes, aseguró el Arzobispo.