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viernes 1 diciembre 2023
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Mons. Sergio Gualberti: “Que autoridades y ciudadanos, preservemos la integridad de la “Madre Tierra” y se promueva una convivencia fraterna, solidaria y en paz, cimentada sobre la verdad y la libertad”

Campanas 12 de noviembre 2023.- Mons. Sergio Gualberti-Arzobispo Emérito de Santa Cruz de la Sierra, presidió la misa dominical en la Basílica Menor San Lorenzo-Catedral Metropolitana, en su homilía dijo: “Que autoridades y ciudadanos, preservemos la integridad de la “Madre Tierra” y se promueva una convivencia fraterna, solidaria y en paz, cimentada sobre la justicia, la verdad y la libertad”.

La Misa fue concelebrada por el Rector de la Catedral, P. Hugo Ara, P. Osvaldo Peña,  asistieron los feligreses de Santa Cruz.

 

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Homilía de Mons. Sergio Gualberti

Arzobispo Emérito de Santa Cruz de la Sierra

Santa Cruz, 12 de noviembre 2023

Basílica Menor San Lorenzo-Catedral Metropolitana

 

La primera lectura de hoy teje un elogio de la Sabiduría, presentándola como un atributo propio de Dios, como parte de su ser y luz resplandeciente que nunca pierde su brillo, luz que disipa temores y turbamientos y que ilumina y envuelve nuestra vida de serenidad y paz. Además, es una la luz que se deja encontrar sin dificultad: “La sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo y se deja contemplar fácilmente por los que la aman”. Es asombroso pensar que, tan solo con desearla y amarla, la podemos encontrar “sentada a la puerta” de nuestro corazón y que ella nos “aparece con benevolencia en los caminos y sale a nuestro encuentro”.

Es la misma Sabiduría divina que, al crear el universo, ha puesto orden en el caos primordial, ha dado el espíritu de vida al ser humano, lo ha introducido en la comprensión de sus designios de salvación y le ha dado el don de la razón para gobernar el mundo con rectitud y justicia. De la misma manera la Sabiduría sigue actuando hoy haciéndonos crecer en el conocimiento de la verdad que ilumina y guía nuestra existencia y nuestras relaciones con Dios, con el prójimo y con todos los seres vivientes y la naturaleza.

En el Evangelio, Jesús también nos habla de la Sabiduría, a través de la parábola de diez jóvenes invitadas a unas bodas. Según la costumbre de ese entonces, en el pueblo de Israel al anochecer del día del matrimonio, las amigas de la novia tenían que esperar al novio con lámparas encendidas, para introducirlo a la sala de la fiesta nupcial.

 Con esta imagen de una fiesta de bodas Jesús presenta al Reino de Dios como don de la Sabiduría divina para toda la humanidad. La figura del novio representa a Cristo enviado por el Padre para traernos la salvación y que al final de la historia volverá glorioso para liberarnos definitivamente del mal y la muerte y hacernos partícipes de la vida y felicidad divinas sin fin.

Las diez jóvenes nos representan a nosotros, los creyentes y amigos de Cristo que tenemos la misión de mantener viva la luz de la esperanza y de la vida nueva y eterna en Dios. Las lámparas representan a la Sabiduría divina, el don que hemos recibido en los sacramentos del bautismo y la confirmación, la luz que nos orienta en nuestra vida. El aceite simboliza a los sacramentos de la gracia, a la palabra de Dios, a la oración y a las obras de caridad y justicia, los medios que alimentan nuestra fe y nos hacen perseverantes y vigilantes en la espera del encuentro definitivo con el Señor.

Ya al inicio de la parábola, Jesús indica que cinco muchachas eran necias y cinco “sabias” y que solo estas últimas fueron al banquete porque, junto a sus lámparas, llevaban una provisión de aceite.  Llegada la hora, las jóvenes con sus lámparas encendidas inician la vigilia, pero “el novio se hace esperar” y el aceite va mermando. Esto también puede pasar con nosotros; a lo largo de nuestra vida, a menudo nuestra fe va disminuyendo, en especial cuando dejamos que nos envuelva la noche de la mundanidad y la superficialidad.

De pronto, en plena noche, se eleva un grito: “!El esposo llega, salgan a su encuentro!”. Este grito resuena también para nosotros, en cualquier momento el Señor puede llegar, por eso hay que ser vigilantes y salir de la noche del pecado y del sueño de la mediocridad, de la inercia, las dudas y los titubeos para encontrarlo.

“Salir” es una de las figuras más hermosas de nuestra realidad humana. Toda nuestra existencia es un “salir”, desde cuando salimos del seno de nuestra madre para abrirnos a la luz de la existencia, desde cuando abrimos nuestra mente y corazón para emprender, junto con los hermanos y hermanas, nuestra peregrinación terrenal hasta la salida definitiva hacia la casa del Padre. Las jóvenes previdentes, con sus lámparas encendidas entran a la fiesta. No así las chicas imprudentes ya que sus lámparas se están apagando.

No les queda otra cosa que pedir ayuda a sus amigas, pero estas no pueden hacerlo para evitar que también sus lámparas se apaguen. Y cuando tocan la puerta de la sala, llega la respuesta del novio. ”Les aseguro que no las conozco”: pienso que, como a esas jóvenes necias, a nadie de nosotros le gustaría escuchar estas severas palabras de Jesús, ni ahora y menos aún al final de nuestra vida.

Con esta actitud, no es que el Señor nos quiera asustarnos, sino que busca hacernos tomar consciencia del valor del tiempo presente, el único a nuestra disposición, para que, iluminados por la lámpara de la fe, produzcamos frutos de bien, de justicia y solidaridad en el horizonte definitivo de los “cielos nuevos y la tierra nueva” que nos esperan.

Al terminar la parábola Jesús lanza una advertencia: “Estén despiertos porque no saben el día ni la hora”. Jesús nos pide estar despiertos y perseverantes para que no nos falte el aceite de la fe, del amor y de la comunión con Dios y el prójimo, evitando que la luz del entusiasmo inicial se apague y que la puerta de la fiesta esté cerrada y así seamos excluidos de la fiesta de las bodas de Cristo en la gloria del Padre.

Desde la fe de la vida futura que nos espera, la visión de la muerte cambia, ya no nos puede asustar; es tan solo el paso que nos lleva al encuentro con Dios para toda la eternidad. Como dice San Pablo en la carta a los cristianos de Tesalónica: “No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza”. ¡Qué palabras sabias! Los cristianos somos los “que tienen esperanza, la esperanza de la vida para siempre, la que podemos saborear ya ahora en nuestra vida y testimoniarla con alegría en nuestro mundo sediento de esperanza, de sentido y de felicidad. 

Esta mañana la Sabiduría divina ha proyectado la luz de la esperanza sobre el sentido de nuestro paso por este mundo y nos ha prevenido para que no caigamos en el error de una existencia vacía y sin sentido detrás de los ídolos efímeros del dinero, el poder, el prestigio, el goce mundano y el consumismo. Pero, sobre todo, nos ha introducido al misterio de la Sabiduría divina para que optemos por una vida de fe comprometida con Cristo y el Evangelio del amor y la vida.

Agradecido por este don, demos testimonio del valor y hermosura de la Sabiduría en nuestra vida personal, en la comunidad eclesial y también en la sociedad, en particular en las circunstancias adversas que vivimos en estos días. Todos somos testigos de las heridas causadas a la Madre Tierra por el uso irracional de herbicidas en la agricultura, por la contaminación del agua en la minería y por las talas de bosques e incendios. También todos sufrimos, en especial enfermos, ancianos y niños imposibilitados de frecuentar las escuelas por la humareda, la contaminación atmosférica y la sequía, provocadas por estos hechos.

Datos recientes publicados los MCS nos presentan dos tristes y humillantes primados: Bolivia ocupa este año el tercer lugar en el mundo con mayor cantidad de pérdida de zonas forestales primarias y Santa Cruz se calienta un 83% más que el resto del planeta. Detrás de este drama, está la angurria de ganancias a como dé lugar, de parte de sectores prepotentes y violentos que avasallan tierras indígenas, reservas y parque nacionales, provocando conflictos ante la permisividad de autoridades interesadas más por afanes partidistas y electoralistas que por resguardar el valioso y frágil patrimonio común de todos los bolivianos.

Con humildad pidamos al Señor que nos conceda el don de la sabiduría para que todos juntos, autoridades y ciudadanos, emprendamos cuanto antes un nuevo rumbo que preserve la integridad de la “Madre Tierra” y promueva una convivencia fraterna, solidaria y en paz, cimentada sobre la justicia, la verdad y la libertad. Amén

Luz Erika Limachi M.



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