Campanas: Desde la Catedral, el Arzobispo de Santa Cruz afirmó que esta cuaresma es la oportunidad para que, estos hermanos que sufren a causa de la pandemia, a través de nuestros gestos, de la ayuda solidaria y fraterna, y del compartir los frutos de nuestras privaciones, experimenten la cercanía del Señor que sana las heridas y hace renacer la esperanza de un nuevo porvenir.
así mismo dijo: En este tiempo de crisis general por la pandemia, cuántos “hombres heridos” a nuestro alrededor, cuantos lutos, cuantos enfermos postrados en un lecho de dolor y cuantos empobrecidos por la crisis económica y la falta del trabajo.
Me alegra dar la bienvenida a Mons. Estanislao Dowlaszewicz y Mons. René Leigue, Obispos Auxiliares de la Arquidiócesis de Santa Cruz y dar gracias a Dios porque han superado el contagio del Covid, y vuelven a integrarse en la vida de nuestra Iglesia, dijo Mons. Sergio Gaulberti al iniciar la celebración Eucarística de este domingo 21 de febrero de 2021.
Así mismo el prelado exhortó a los sectores de salud y el gobierno a buscar un diálogo abierto y sincero a fin de alcanzar un acuerdo que garantice la atención a la salud y a la vida, y la promoción del bien común de todos los ciudadanos. No es el momento de la confrontación ni de medidas de presión, sino del diálogo abierto y sincero que garantice la atención a la salud y a la vida, dijo Monseñor.
El miércoles de ceniza hemos iniciado el tiempo litúrgico de la cuaresma, el camino de conversión que nos prepara a la gran alegría de la Pascua. La palabra cuaresma tiene su origen en el número cuarenta, el mismo que cuarentena, ambas expresiones evocan un tiempo de renuncias y sacrificios, pero también de esperanza.
El Evangelio de hoy nos habla de la cuaresma que hizo Jesús como preparación inmediata al anuncio del reino de Dios, la misión que el Padre le había confiado: “Empujado por el Espíritu, se quedó cuarenta días en el desierto, dejándose tentar por Satanás”. “Empujado por el Espíritu…”. La presencia del Espíritu Santo acompañó constantemente la vida de Jesús, desde su nacimiento, durante toda su misión pública y hasta en el momento muy trágico de su muerte en cruz, por eso Jesús es el hombre del Espíritu.
En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios
“En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo”.
Jesús, recurriendo a las Sagradas Escrituras, desenmascara la falacia de esas ofertas de Satanás y reafirma su fidelidad total al Padre y a su plan de salvación para toda la humanidad
Con su opción, Jesús manifiesta que Él es siervo y no dueño del Reino de Dios y que su tarea es sembrar vida en abundancia, actuando con solidaridad, amor y espíritu de servicio hasta la entrega total de su vida, para que todos, en especial los pobres, los sufridos y los descartados de la sociedad, experimenten, ya en esta existencia terrena, la presencia de Dios que da fortaleza, esperanza y vida.
Jesús fue sometido a la tentación de optar por Satanás, la misma tentación por la que pasamos también nosotros en nuestra vida*. Es la lucha y la tensión entre el bien verdadero, que Satanás nos lo hace aparentar lejano e inalcanzable y el mal que él presenta como algo muy apetecible y accesible. Siguiendo el ejemplo de Jesús.
También nosotros tenemos que vivir esta cuaresma como una experiencia espiritual intensa y decisiva que nos lleve a optar por Dios, al encuentro personal con Él, el amor verdadero, y al rechazo del tentador con sus amores engañosos y pasajeros
Vencidas las tentaciones, Jesús públicamente hace el anuncio central de su misión: “El tiempo se ha cumplido: El Reino está cerca”. “El tiempo se ha cumplido”; con la venida de Jesús, terminan los siglos de espera del Mesías y comienza a hacerse realidad el Reino de Dios, la irrupción del final de los tiempos en la historia humana.
El plan de salvación ya está entre nosotros, en nuestra historia humana como la fuerza que renueva al mundo y como el amor que suscita nuevas relaciones de hijos de nosotros con Dios nuestro Padre, y de hermanos entre todos nosotros, iguales en dignidad, derechos y deberes.
El reino de Dios es la Buena Noticia, volver de todo corazón a Dios, hacer un cambio radical en nuestra vida que transforme nuestro modo de obrar conforme a la voluntad de Dios
“Conviértanse y crean en la Buena Noticia”. El reino de Dios es la Buena Noticia, la novedad maravillosa por la que vale la pena convertirse, “volver de todo corazón a Dios”, hacer un cambio radical en nuestra vida que transforme nuestra mentalidad y nuestro modo de obrar conforme a la voluntad de Dios.
Homilía de Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa
Domingo 21 de febrero de 2021
El miércoles de ceniza hemos iniciado el tiempo litúrgico de la cuaresma, el camino de conversión que nos prepara a la gran alegría de la Pascua. La palabra cuaresma tiene su origen en el número cuarenta, el mismo que cuarentena, ambas expresiones evocan un tiempo de renuncias y sacrificios pero también de esperanza. De hecho, cuarenta en la Biblia representa un tiempo de prueba, privaciones y entrega a Dios en vista a un cambio fundamental en la vida y a una nueva meta, tanto para la persona singular como para el pueblo de Dios. En cuanto a la cuarentena, es una medida de seguridad y aislamiento que se aplica ante el peligro de contagio masivo de la población, como es la pandemia actual, y que exige también sacrificios y responsabilidad de parte de todos para salvaguardar la vida de cuantas más personas y superar la crisis general causada por el morbo.
El Evangelio de hoy nos habla de la cuaresma que hizo Jesús como preparación inmediata al anuncio del reino de Dios, la misión que el Padre le había confiado: “Empujado por el Espíritu, se quedó cuarenta días en el desierto, dejándose tentar por Satanás”. “Empujado por el Espíritu…”. La presencia del Espíritu Santo acompañó constantemente la vida de Jesús, desde su nacimiento, durante toda su misión pública y hasta en el momento muy trágico de su muerte en cruz, por eso Jesús es el hombre del Espíritu.
“En el desierto, dejándose tentar por Satanás”. El desierto, en la Biblia, es considerado el espacio de la soledad, el silencio y lo esencial, donde no hay frivolidades ni distracciones, el símbolo de la prueba y el tiempo de la elección entre un bien o un mal. En esa situación extrema, la tentación aparece siempre como una opción entre dos amores: o Dios o Satanás. Los evangelios nos dicen que Jesús fue sometido por Satanás a tres tentaciones, aunque se pueden reducir a una sola; la tentación relativa a su identidad y a la manera de llevar su misión de Mesías. Él está ante el dilema de elegir entre el “primado de Dios”, el Señor de la vida y del amor, el amigo del ser humano, o el “primado del Tentador”, el enemigo de Dios y del hombre, la potencia maléfica que divide y que siembra muerte. Satanás, con promesas seductoras, propone a Jesús que implemente el Reino de Dios a través de los bienes materiales, el dinero, la magia religiosa y el prestigio y la idolatría del poder.
Jesús, recurriendo a las Sagradas Escrituras, desenmascara la falacia de esas ofertas de Satanás y reafirma su fidelidad total al Padre y a su plan de salvación para toda la humanidad. Con su opción, Jesús manifiesta que Él es siervo y no dueño del Reino de Dios y que su tarea es sembrar vida en abundancia, actuando con solidaridad, amor y espíritu de servicio hasta la entrega total de su vida, para que todos, en especial los pobres, los sufridos y los descartados de la sociedad, experimenten, ya en esta existencia terrena, la presencia de Dios que da fortaleza, esperanza y vida.
Jesús fue sometido a la tentación de optar por Satanás, la misma tentación por la que pasamos también nosotros en nuestra vida. Es la lucha y la tensión entre el bien verdadero, que Satanás nos lo hace aparentar lejano e inalcanzable y el mal que él presenta como algo muy apetecible y accesible. Siguiendo el ejemplo de Jesús, también nosotros tenemos que vivir esta cuaresma como una experiencia espiritual intensa y decisiva que nos lleve a optar por Dios, al encuentro personal con Él, el amor verdadero, y al rechazo del tentador con sus amores engañosos y pasajeros.
Vencidas las tentaciones, Jesús públicamente hace el anuncio central de su misión: “El tiempo se ha cumplido: El Reino está cerca”. “El tiempo se ha cumplido”; con la venida de Jesús, terminan los siglos de espera del Mesías y comienza a hacerse realidad el Reino de Dios, la irrupción del final de los tiempos en la historia humana.
“El Reino está cerca”. Este anuncio abre horizontes de esperanza, Dios mismo se hace cercano a la humanidad entera con su designio de amor, de vida y de paz, el plan de salvación que alcanzará su plenitud al momento de nuestra participación definitiva a la vida de Dios. Gracias a Jesucristo, sus palabras, sus obras y su existencia entregada en bien de todos, el plan de salvación ya está entre nosotros, en nuestra historia humana como la fuerza que renueva al mundo y como el amor que suscita nuevas relaciones de hijos de nosotros con Dios nuestro Padre, y de hermanos entre todos nosotros, iguales en dignidad, derechos y deberes.
“Conviértanse y crean en la Buena Noticia”. El reino de Dios es la Buena Noticia, la novedad maravillosa por la que vale la pena convertirse, “volver de todo corazón a Dios”, hacer un cambio radical en nuestra vida que transforme nuestra mentalidad y nuestro modo de obrar conforme a la voluntad de Dios.
“Y crean en el Evangelio”: Convertirnos, es tener fe en el Evangelio, la Buena Noticia de Jesucristo muerto y resucitado para la salvación de todos los seres humanos. El Papa Francisco, en su mensaje de Cuaresma de este año, nos dice que la cuaresma es el tiempo favorable para redescubrir y valorar los dones de la fe y de la vida nueva recibida en el bautismo: “En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo”.
También el Papa, con palabras iluminadoras, nos presenta el verdadero sentido de las prácticas cuaresmales, como camino hacia la Pascua: “El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación, son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante”.
En este tiempo de crisis general por la pandemia, cuántos “hombres heridos” a nuestro alrededor, cuantos lutos, cuantos enfermos postrados en un lecho de dolor y cuantos empobrecidos por la crisis económica y la falta del trabajo. Esta cuaresma es la oportunidad para que, estos hermanos, a través de nuestros gestos, de la ayuda solidaria y fraterna, y del compartir los frutos de nuestras privaciones, experimenten la cercanía del Señor que sana las heridas y hace renacer la esperanza de un nuevo porvenir. Esta exhortación adquiere una urgencia particular en el conflicto entre los sectores de salud y el gobierno. No es el momento de la confrontación ni de medidas de presión, sino del diálogo abierto y sincero a fin de alcanzar un acuerdo que garantice la atención a la salud y a la vida, y la promoción del bien común de todos los ciudadanos.
El camino de la conversión es arduo y no es posible realizarlo solo con nuestras fuerzas; por eso, movidos por el Espíritu Santo, vivamos con Jesús la experiencia del desierto, intensifiquemos la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la vivencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia y la práctica de las obras de caridad, para caminar por los “senderos del amor y la fidelidad” que pasan por la cruz y nos llevan a la dicha de la Pascua. Amén