Campanas. Hoy lunes 25 de noviembre en la Catedral se dio el último adiós al P. Simón Gutiérrez. La misa de Exequias fue presidida por Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz, concelebraron los Obispos Auxiliares; Mons. Braulio Sáez, Mons. Estanislao Dowlaszewicz, Mons. René Leigue, el Vicario General, P. Juan Crespo y Sacerdotes de nuestra Arquidiócesis. Hasta la Catedral llegaron los papás del P. Simón, sus hermanos, familiares, amigos, Religiosas, Religiosos, representantes de las Comunidades Eclesiales de Base, con quienes trabajo por más de 18 años.
Esta mañana pienso que todos tenemos en nuestro corazón sentimientos encontrados, por un lado tristeza y dolor, con un sacerdote conocido y amado por sus papás aquí presentes, sus hermanos y toda su familia, pero también por todo el presbiterio y por todos lo que lo hemos conocido y hemos compartidos tantos momentos con él, dijo Monseñor Sergio al iniciar su homilía.
Sin embargo este dolor, esta tristeza es asumida a la luz de la fe y entonces el sentimiento que tiene que estar presente, es el sentimiento de gratitud a Dios por la vida del P. Simón, por lo que ha significado en la vida de la Iglesia en Bolivia y en Santa Cruz.
El prelado afirmó que un aspecto fundamental que marcó la vida del Padre Simón y que ha dado unidad a su ministerio es la fidelidad a la vocación que Dios le ha dado, colaborando con todo su ser a la gracia recibida y esto ha sido su horizonte.
Elegido como sacerdote, a imagen de Cristo sumo y eterno sacerdote, él se ha puesto al servicio de la Iglesia: en tantos ámbitos: como misionero itinerante en el altiplano (Redentorista), pastor en la parroquia, como animador de las Vicarías, Responsable de la animación de las CEBs, a nivel Nacional y Santa Cruz.
Su Ministerio estuvo marcado por el profundo amor a la Palabra, pienso que podemos ver en él a un Servidor de la palabra, como profesor en el Seminario y Director académico, formación de diáconos y laicos, aseguró el Arzobispo.
Con espíritu profético al servicio del Reino de Dios: Elegido y comprometido colaborador todos los días con la expansión del Reino de Dios. Compromiso Evangélico, no político ni social, a la luz del Resucitado, de la victoria de lo eterno sobre lo temporal, del Reino ya presente pero no todavía en plenitud.
El P. Simón ha vivido el sacerdocio convencido que los elegidos sólo por Cristo pueden ser felices y ha buscado vivir las bienaventuranzas como paradigma de toda su vida.
Dichosos los pobres en espíritu, aquellos que tienen corazón de pobre y han hecho de Dios su único recurso y sustento. Los que, conscientes de sus límites de creaturas, son ricos sólo de los bienes que no perecen.
Felices los mansos, los que vencen al mal con el bien, a la injusticia con el amor activo y que actúan con mansedumbre en medio de los lobos, al igual que Jesús, el cordero de Dios.
Felices los afligidos. Los que lloran por los males de este mundo, por las injusticias, la violencia, los enfrentamientos y las guerras, los que ansían y trabajan por un nuevo orden de cosas según el plan de Dios.
Felices los que tienen hambre y sed de la justicia de Dios. Hambre de ser justos como el Padre, de combatir para restaurar la justicia en las situaciones concretas de injusticia y defender los derechos violados e ignorados, especialmente de los pobres, los indefensos y los excluidos, para que la vida social sea espacio de fraternidad, dignidad y paz para todos.
Felices los misericordiosos. Lo que harás con el mendigo que llega a tu puerta o que cruzas por las calles, Dios lo hará contigo. Ser clementes y misericordiosos como Dios, es decir sin límites, porque nosotros también somos fruto de un amor gratuito e ilimitado.
Felices los limpios de corazón: porque ellos verán a Dios. Dios habita en los puros de corazón, en las personas trasparentes y sinceras, donde no hay nada de doblez ni de hipocresía. En los que tienen un corazón que escucha, que lucha para acoger, para hacer fructificar la Palabra y para vivir el mandamiento del amor. El que tiene corazón puro ve el mundo con los ojos de Dios y entra en su misterio.
Felices los que trabajan por la paz, los operadores de paz, los que buscan lo que une y no lo que divide, que creen en la fuerza de los medios pacíficos y el diálogo y que saben respetar y escuchar al otro.
“Felices los perseguidos por la justicia”, felices Ustedes cuando sean insultados y perseguidos” para ellos está prometida la perla preciosa del Reino de Dios. Son los perseguidos no por cualquier motivo, sino a causa de la justicia del Reino, a causa de la fe en Jesús y del evangelio, fe que impulsa a defender la causa de los excluidos y oprimidos.
El P. Simón Gutiérrez ha sido testigo luminoso de las bienaventuranzas;
- Con fidelidad, día a día buscando transparentarlas en su labor cotidiana.
- Coherencia: Su actuación siempre en línea con su pensamiento.
- Humildad: No buscaba aparecer, ni hacía lucir su preparación intelectual, teológica, pastoral y bíblica.
- Tenacidad: un trabajador incansable, característica de la tierra que lo ha visto nacer, de su familia, al igual que su gran amigo y coterráneo el + Cardenal Julio Terrazas.
- Estas dotes han sobresalido en dos años de su enfermedad, hasta las últimas horas de su vida, coronación de toda una vida gastada por el Señor.
- Acción de gracias porque la vida sacerdotal del P. Simón ha sido un don para sus familia, cada uno de nosotros, y para nuestra Iglesia, don a llevar en nuestro corazón.
Esta mañana llenos de esperanza ponemos nuestra mirada en el Resucitado: Él que salió victorioso del sepulcro conceda al P. Simón la gracia de llegar exultante a la fiesta de la dicha de los bienaventurados que no tiene fin. Amén.
Terminada la misa de exequias en la Catedral, los restos mortales del P. Simón Gutiérrez, fueron llevamos hasta el cementerio el Pajonal donde será su última morada.