Campanas. “Cristo ha Resucitado ¡Aleluya, alegría! ¡Vive el Señor de veras! …”. Hermanos y hermanas, estas palabras las hemos escuchado anoche y esta mañana en las lecturas. Esta mañana en la que se encuentra el sepulcro está vacío, Jesús vive: “¿Por qué buscan entre los muertos, al que está vivo?” A los pregoneros de muerte que gritaron “crucifícalo” y a los poderosos que querían callar para siempre a Jesús haciéndolo crucificar, el Padre responde resucitándolo, con esta invocación comenzó Monseñor Sergio Gualberti su homilía este domingo de Pascua desde la Catedral. VIDEO
El Arzobispo afirmó que, “El Resucitado ha liberado definitivamente a la humanidad del pecado y de la muerte”, ha estrechado la Nueva Alianza y ha abierto las puertas de la vida nueva. Y nosotros, por el bautismo, también tenemos la gracia de gozar de esos dones y hacer parte de la Iglesia, el Pueblo de Dios de la nueva Alianza.
¡No hagamos que Cristo haya resucitado en vano! Salgamos de los sepulcros de la violencia y del desencuentro y resucitemos a la fuerza del amor, el perdón y la reconciliación, pidió Mons. Sergio.
También Mons. Gualberti pidió salir del anonimato, indiferencia y cobardía, para revestirnos de la luz del Resucitado, dando testimonio alegre y valiente de nuestra fe y siendo operadores de la verdad, la justicia y la paz en la familia, el trabajo y la sociedad, allí donde el Señor nos ha puesto.
Así mismo el Arzobispo afirmó que, el Resucitado es la esperanza de un mundo nuevo, la luz que nos indica el camino a recorrer para construir juntos una sociedad fraterna, justa y pacífica que se enriquece con la cultura y los valores de cada pueblo y nación de ayer y de hoy.
También el prelado aseveró que, Cristo Resucitado ha sembrado en la humanidad el germen de vida eterna que se va abriendo paso firmemente en el tiempo y a lo largo de la historia hasta llegar a su plenitud en la última venida del Señor al final de la historia.
“La misión de la Iglesia y de todos los cristianos hoy es: ser testigos de Jesús resucitado en nuestro mundo”
La misión de la Iglesia y de todos los cristianos hoy: ser testigos de Jesús resucitado en nuestro mundo, con sus gozos y esperanzas, tristezas y angustias. Testigos de la vida nueva y de la paz, frutos de la Pascua: “La paz esté con ustedes” es el primer saludo a sus discípulos de parte del Resucitado, consagrado “Señor de la paz” por su pasión, muerte y resurrección.
La Paz es el fruto de la Pascua, sin embargo, el mundo se obstina en rechazarla y sigue poniendo su confianza en la fuerza, la violencia y la guerra.
También en nuestro país, persisten las viejas prácticas de las amenazas, los bloqueos, los enfrentamientos y el recurso a la violencia como medios para solucionar los problemas, prácticas que, además de dejar puntualmente insatisfechas a las partes, dejan tras de sí enemistades, rencores, odios y hasta sangre y muerte.
Gracias al Resucitado, que ha trazado el puente entre la humanidad y Dios, ya no hay distancias insuperables entre el cielo y la tierra, sino un abrazo de reconciliación y paz, expresó Mons. Gualberti.
Que la luz del Resucitado brille en los corazones de todos ustedes hoy y a lo largo de toda su vida y también de los hermanos y hermanas que nos acompañan a través de los medios de comunicación. Hermanos y hermanas Cristo ha resucitado Aleluya, alegría, vive el Señor de veras.
Homilía de Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz
Domingo de Pascua /17/04/2022
“Cristo ha Resucitado ¡Aleluya, alegría! ¡Vive el Señor de veras! …”. Hermanos y hermanas, estas palabras las hemos escuchado anoche y esta mañana en las lecturas. Esta mañana en la que se encuentra el sepulcro está vacío, Jesús vive: “¿Por qué buscan entre los muertos, al que está vivo?” A los pregoneros de muerte que gritaron “crucifícalo” y a los poderosos que querían callar para siempre a Jesús haciéndolo crucificar, el Padre responde resucitándolo.
Cristo Resucitado es el centro y el culmen de la historia de la salvación, una larga caminata de la humanidad por distintas etapas: la creación del mundo y del ser humano, la irrupción del pecado y de la muerte como rechazo del plan amoroso de Dios, la elección de Abrahán y los patriarcas, la liberación de la esclavitud de Egipto, la entrega de la ley a Moisés, la Alianza con el pueblo de Israel y la palabra de tantos profetas que mantuvo viva la fe en Dios y la espera del Mesías.
El punto final de ese largo recorrido es el Resucitado que ha liberado definitivamente a la humanidad del pecado y de la muerte, ha estrechado la Nueva Alianza y ha abierto las puertas de la vida nueva. Y nosotros, por el bautismo, también tenemos la gracia de gozar de esos dones y hacer parte de la Iglesia, el Pueblo de Dios de la nueva Alianza.
Cristo Resucitado ha sembrado en la humanidad el germen de vida eterna que se va abriendo paso firmemente en el tiempo y a lo largo de la historia hasta llegar a su plenitud en la última venida del Señor al final de la historia. Este horizonte esperanzador nos colma de felicidad y nos hace proclamar con convicción: “¡Vive el Señor de veras!” “Él es nuestra vida”.
Nosotros creemos en la resurrección de Jesús porque es un hecho real, comprobado por los apóstoles y las mujeres discípulas de Jesús, a quienes se les apareció el Resucitado. Ellas junto a María, su madre, el viernes en la tarde han estado a los pies de la cruz desconsoladas y tristes, y, dado que Jesús fue sepultado apuradamente porque era la víspera de la Pascua judía, el primer día de la semana, van al sepulcro para embalsamar al cuerpo de Jesús. Pero ahí se encuentran con la sorpresa del sepulcro vacío y de la aparición de los ángeles que les dan el gran anuncio: “¡Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí ha resucitado”.
A esta noticia, las mujeres que seguían desconcertadas y afligidas, se alegran y dejan el sepulcro. Mientras están caminando, Jesús resucitado sale a su encuentro, las saluda, las anima y las envía a dar ese anuncio gozoso a los apóstoles y discípulos. Desde ese día hay hoy, el anuncio de Cristo Resucitado es el mandato fundamental de la misión de toda la Iglesia. Así los primeros cristianos fueron en verdad “Testigos del Resucitado”, no dudando ante el rechazo, la persecución y el martirio.
Esta es también la misión de la Iglesia y de todos los cristianos hoy: ser testigos de Jesús resucitado en nuestro mundo, con sus gozos y esperanzas, tristezas y angustias. Testigos de la vida nueva y de la paz, frutos de la Pascua: “La paz esté con ustedes” es el primer saludo a sus discípulos de parte del Resucitado, consagrado “Señor de la paz” por su pasión, muerte y resurrección. La Paz es el fruto de la Pascua, sin embargo, el mundo se obstina en rechazarla y sigue poniendo su confianza en la fuerza, la violencia y la guerra.
También en nuestro país, persisten las viejas prácticas de las amenazas, los bloqueos, los enfrentamientos y el recurso a la violencia como medios para solucionar los problemas, prácticas que, además de dejar puntualmente insatisfechas a las partes, dejan tras de sí enemistades, rencores, odios y hasta sangre y muerte.
¡No hagamos que Cristo haya resucitado en vano! Salgamos de los sepulcros de la violencia y del desencuentro y resucitemos a la fuerza del amor, el perdón y la reconciliación. El Resucitado es la esperanza de un mundo nuevo, la luz que nos indica el camino a recorrer para construir juntos una sociedad fraterna, justa y pacífica que se enriquece con la cultura y los valores de cada pueblo y nación de ayer y de hoy.
San Pablo nos insta a que nos apuremos a dar este paso: “Ya es hora de despertarnos del sueño… despojémonos de las obras de las tinieblas y revistámonos de la luz” (Rom. 13,11). Ya es hora de dejar la indiferencia y la pasividad, que salgamos del anonimato, indiferencia y cobardía, para revestirnos de la luz del Resucitado, dando testimonio alegre y valiente de nuestra fe y siendo operadores de la verdad, la justicia y la paz en la familia, el trabajo y la sociedad, allí donde el Señor nos ha puesto.
Toda la liturgia de anoche es un himno a la mejor manera de representar al Resucitado y manifestada en tantos signos exteriores y en los versos del Pregón Pascual de anoche: «Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mí gozo».
Es la Luz del fuego encendido a la puerta de la catedral, las luces del altar y del templo, la luz de la humilde llama del Cirio Pascual, luz que quedará encendida durante todo el tiempo pascual hasta la fiesta de Pentecostés.
Es la Luz que “ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos”. Es la Luz que nos restituye a la gracia, nos da la vida nueva y nos agrega a los santos.
Gracias al Resucitado, que ha trazado el puente entre la humanidad y Dios, ya no hay distancias insuperables entre el cielo y la tierra, sino un abrazo de reconciliación y paz.
Que la luz del Resucitado brille en los corazones de todos ustedes hoy y a lo largo de toda su vida y también de los hermanos y hermanas que nos acompañan a través de los medios de comunicación
Hermanos y hermanas Cristo ha resucitado Aleluya, alegría, vive el Señor de veras. Amén