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viernes 8 diciembre 2023
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Mons. Estanislao: “El único dueño de la viña es Dios”

Campanas 8 de octubre 2023.- La misa dominical fue presidida por el Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra- Monseñor Estanislao Dowlaszewicz, O.F.M. Conv., en su homilía nos dice “El único dueño de la viña es solo Dios” también nos recuerda “En el Señor encontramos la alegría perfecta, la alegría divina”

Concelebrada por P. Hugo Ara Vicario de Comunicación y Rector de la Catedral con la participación de la feligresía de Santa Cruz.

 

“En el Señor encontramos la alegría perfecta, la alegría divina”

Jesús cuenta una parábola que revela su destino personal de muerte tras su confrontación y conflicto con todos los dirigentes de su época, alejados del derecho y la justicia.

«cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores?».

La actitud posesiva está en la base de muchos pecados y de muchas injusticias.

También nosotros, de alguna manera, podemos eliminar a Cristo de nuestras vidas, cuando percibimos que él se opone a nuestros planes, cuando tenemos alguna cosa humana a qué aferrarnos y no estamos dispuestos a perder esa seguridad para aferrarnos a Dios.

La Exhortación apostólica “Laudate Deum”: Una de esas realidades es el hábitat de nuestro planeta tierra, la casa común de toda la familia humana.

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Homilía Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Santa Cruz de la Sierra

Monseñor Estanislao Dowlaszewicz, O.F.M. Conv.

Domingo 8 de octubre, Basílica Menor de San Lorenzo Catedral Metropolitana

Domingo XXVII A 2023

En el Evangelio de hoy, Jesús cuenta una parábola que revela su destino personal de muerte tras su confrontación y conflicto con todos los dirigentes de su época, alejados del derecho y la justicia, inmersos en la mentira y la incoherencia y vendidos a las ideologías de su conveniencia. Con la parábola se deja entrever la necesidad de cambio de estos líderes sociales.

Según la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21,33-46), los administradores de una viña maltratan y matan a los siervos del amo cuando estos son enviados a recoger los frutos de la cosecha. Finalmente el enviado es su hijo y también es asesinado. Los viñadores pretendían con ello apropiarse la herencia, es decir, hacerse dueños y señores de la viña, pasando incluso por encima de la vida de las personas enviadas, hasta del hijo, a quienes no dudan en eliminar. En lugar de producir frutos y rendir cuentas, usurpan todos los derechos del amor, pero según el Evangelio, su comportamiento no quedará impune.

El relato del Evangelio de este domingo comienza con las palabras que pertenecen al hermoso poema del profeta Isaías: “Un propietario plantó una viña, la rodeo con una tapia, cavó un lagar y construyó una torre”. (Is 5,1-2). Jesús utiliza la imagen bíblica de la viña para referirse al pueblo de Dios y a su reino. En aquel poema el profeta reflejaba la desilusión de Dios, que, después de haber cuidado con todo cariño a su viña -su pueblo-, cuando llegó la hora de la vendimia, aquella sólo produjo uvas amargas: “Esperó de ellos derecho, y ahí tiene: asesinatos; esperó justicia, y ahí tiene: lamentos” (Is 5,7).

No está de más recordar el significado de la viña, como de costumbre, simboliza al pueblo, y los cuidadores representan a las autoridades políticas y sobre todo religiosas. Los enviados son los distintos profetas que Dios ha suscitado en el pueblo para invitar a la conversión, pero que fueron despreciados.

Finalmente, el propio hijo representa al mismo Jesús, que de este modo anuncia su propio fin. Es conmovedor reconocer que Dios regaló al hombre rebelde lo más precioso, su propio Hijo. El mismo Dios que detuvo a Abraham cuando estaba por sacrificar a su hijo Isaac, entregó a su propio Hijo en las manos homicidas.

El Hijo de Dios venía a buscar los frutos de la viña del Padre, ese pueblo que había sido preparado durante muchos siglos. Pero las autoridades, que se sentían dueños del pueblo, no permiten al Hijo de Dios recoger los frutos de la fe de su pueblo. No comprendían que el único dueño de la viña es solo Dios.

Las autoridades, al escuchar a Jesús, se dan cuenta que esta comparación iba dirigida precisamente a ellas, que estaban planeando la muerte de Jesús, pero no pueden arrestarlo por temor a la gente. Una vez más se ve que el problema de Jesús no era el pueblo, sino las autoridades.

Los siervos maltratados o muertos que venían a buscar los frutos representaban a los profetas, enviados por Dios para reclamar a los viñadores los frutos de justicia que debía producir su viña amada. Los viñadores homicidas representan a los jefes religiosos de Israel, responsables de trabajar y hacer fructificar la viña con frutos de justicia y santidad. Sin embargo, en vez de ofrecer a Dios estos frutos de conversión, maltrataron y asesinaron a los profetas.

Pero los viñadores homicidas representaban no sólo a los líderes religiosos del pasado, sino también a los que el Señor tenía ante sus ojos. Éstos terminarán matando al hijo amado del Padre —como anticipa el Señor en su parábola. La realización de esta parte de la parábola mira a un futuro cercano, cuando Él sea “sacado de la viña”, es decir, fuera de las murallas de Jerusalén, para ser crucificado.

La alegoría culmina con una pregunta dirigida por el Señor a los líderes religiosos que lo escuchan: «cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores?». Sin comprender aún que los viñadores homicidas los representaban también a ellos, responden sin darse cuenta que a sí mismos se están condenando: «Hará morir sin compasión a esos malvados y arrendará la viña a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo».

Esta parábola debe ser también para nosotros un aviso sobre la actitud nuestra posesiva. Todos tenemos responsabilidades: unos a un nivel modesto, otros a un nivel más alto, otros a un nivel altísimo. Mas para todos es decisiva la actitud que asumamos respecto a tales responsabilidades. La tentación que nos acecha es siempre la misma: adoptar una actitud posesiva, diciendo: “Dios me ha dado unos dones, soy su propietario, hago con ellos lo que quiero. He recibido un puesto de autoridad, me aprovecho de él en mi propio interés, para acumular dinero, etc”. De este modo, asumimos una actitud posesiva, en vez de ejercer la autoridad en bien de todos.

La actitud posesiva está en la base de muchos pecados y de muchas injusticias. Con ella querríamos alcanzar la felicidad, pero, en realidad, no es eso lo que tiene lugar. En efecto, la verdadera felicidad sólo se encuentra en una vida de amor y de servicio a los demás. Todos los dones, todos los talentos que Dios nos ha dado y nos da son instrumentos para poder amar y servir al prójimo. Sí lo usamos de una manera egoísta para buscar nuestro interés, o nuestro partido o nuestra agrupación, nos pareceremos a los labradores rebeldes de la parábola.

También nosotros, de alguna manera, podemos eliminar a Cristo de nuestras vidas, cuando percibimos que él se opone a nuestros planes, cuando tenemos alguna cosa humana a qué aferrarnos y no estamos dispuestos a perder esa seguridad para aferrarnos a Dios.

Los cristianos estamos llamados a vivir de manera generosa con este espíritu de amor y de servicio. En él encontramos la alegría perfecta, la alegría divina, que el Señor quiere comunicarnos.

Dios había esperado de su pueblo derecho y justicia, pero su pueblo le respondió con asesinatos y lamentos. Aplicándonos nosotros este texto a nosotros mismos, debemos preguntarnos ahora si nosotros hemos respondido siempre con derecho y justicia, es decir, con fidelidad, a la oferta de salvación que el Señor nos ha hecho repetidamente a lo largo de nuestra vida. El Papa Francisco no se cansa de repetir que Dios no se cansa de buscarnos. Y, por supuesto, esto es verdad. Pero también es verdad que nosotros, nuestra sociedad, muchas veces y en muchos momentos y circunstancias no nos dejamos encontrar por Dios. Y es que, para salvarnos, no es suficiente con que Dios nos busque, es necesario que nosotros nos dejemos encontrar por Dios.

La Exhortación apostólica “Laudate Deum”

El mensaje de este domingo puede iluminar también muchas otras realidades de la vida humana, pues la viña del Señor es una imagen aplicable a la vida individual, a la vida familiar, a la vida vocacional y profesional y, en definitiva, a todas las dimensiones de la realidad en que nos preguntemos, con responsabilidad personal, qué estamos haciendo con lo que de Dios hemos recibido como don. Una de esas realidades es el hábitat de nuestro planeta tierra, la casa común de toda la familia humana. El pasado día 4 de octubre, el papa Francisco hizo pública la Exhortación Apostólica “Laudate Deum”, sobre la crisis climática, en la cual aborda las diversas facetas de la responsabilidad de todos y cada uno ante el ecosistema que nos alberga y que ha hecho posible las condiciones óptimas para la vida humana en este planeta. Su lectura es más que necesaria para los creyentes y las gentes de buena voluntad, con el fin de que, como viñadores de la viña, asumamos todos los compromisos oportunos y responsables como individuos, instituciones, estados y poderes fácticos del mundo. ASI SEA

Luz Erika Limachi M.



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