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martes 5 diciembre 2023
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Mons. Dowlaszewicz: Que la Cuaresma se convierta para nosotros en el tiempo de la victoria, la salvación y la liberación de nuestra propia esclavitud

Campanas. Al iniciar su homilía este domingo 26 de febrero, desde la Catedral, el obispo auxiliar, Mons. Estanislao Dowlaszewicz, OFM Conv,  dio gracias a Dios por los 462 años de la fundación de nuestra querida Santa Cruz, por su historia, y especialmente por  la linda gente que vive en esta ciudad, dijo.

Así mismo tomando las palabras de San Agustín, Mons. Dowlaszewicz pidió que, la Cuaresma se convierta para nosotros en el tiempo de la victoria, el tiempo de la salvación y el tiempo de la liberación de lo más peligroso, que es nuestra propia esclavitud. Durante este tiempo pongamos a Dios en nuestra vida en su lugar que le corresponde y todo lo demás estará en su lugar, expresó.

 Todos somos tentados y enfrentamos una elección: Cristo o Satanás, el bien o el mal.

Este período cuaresmal comienza con una imagen de Cristo siendo tentado por satanás. Cristo y satanás son dos figuras en las que está contenida la historia de vida de todo ser humano. Porque todos somos tentados y enfrentamos una elección: Cristo o satanás, el bien o el mal. Y hay que tomar una decisión y tomar partido.

La tentación del poder, ¡Que fácil! es decir: Esta tentación no se aplica a mí. La realidad, sin embargo, es despiadada.

La segunda tentación es sobre el poder, el dominio, el gobernar. Es una tentación mucho más grave, porque pone a prueba nuestra relación con otras personas: gobernar, tener poder, oprimir, o respetar, elogiar y notar solo a aquellos que pueden sernos útiles ¡Qué fácil! es decir que esta tentación no se aplica a mí. La realidad, sin embargo, es despiadada. Incluso Jesús estuvo sujeto a tal tentación. A él, el Rey del universo, satanás, el adversario de Dios le ofrece la posición de gobernante de los reinos terrenales y gobernar como los grandes de este mundo, que “hacen sentir su poder”. Cuántas veces se puede encontrar el terrible deseo de dominar y la convicción de que los débiles, los pequeños, los desconectados, los incapaces de defenderse, deben convertirse en víctimas de fuerzas más fuertes.

Homilía de Mons. Estanislao Dowlaszewicz, OFM Conv,  obispo auxiliar  de Santa Cruz Basílica Menor de San Lorenzo – Catedral – 26/02/2023

Domingo I de Cuaresma A 2023

 El relato de la tentación de Jesús es un programa de vida y de actuar para todo cristiano.

Cada año, el primer domingo de Cuaresma, leemos en la Iglesia el relato de la tentación de Jesús en el desierto. El hecho de que este fragmento evangélico aparezca justo al comienzo de la Cuaresma no es casual e insignificante. Se puede decir que este texto es de alguna manera un programa de vida y de actuar para todo cristiano, también para mí.

¿Por qué? Porque ayuda a conocerse a sí mismo, a su interior y cómo el espíritu maligno, sugiriendo diversas clases de tentaciones, trata de alejar a la persona del bien, de la santidad, y de Dios mismo.

Ya que el Señor nos da la gracia de vivir de nuevo la Cuaresma, vale la pena detenerse un momento, pensar, reflexionar y meditar su Palabra.

La tentación en el desierto

No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Entonces el Espíritu llevó a Jesús al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. Entonces vino el diablo y le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Pero Él le respondió: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

No tentarás al Señor, tu Dios.

Entonces el diablo lo llevó a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra”. Jesús le respondió: “Pero también está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.

Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo rendirás culto.

Nuevamente lo llevó el diablo a una montaña muy alto, le mostró todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: Te daré todo, si te postras para adorarme. Jesús le respondió: “Vete, satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo rendirás culto”. Entonces el diablo le dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo. (Mateo 4:1-11).

Todos somos tentados y enfrentamos una elección: Cristo o Satanás, el bien o el mal.

Este período cuaresmal comienza con una imagen de Cristo siendo tentado por satanás. Cristo y satanás son dos figuras en las que está contenida la historia de vida de todo ser humano. Porque todos somos tentados y enfrentamos una elección: Cristo o satanás, el bien o el mal. Y hay que tomar una decisión y tomar partido.

La primera tentación para Cristo y para cada uno de nosotros es la tentación del pan.

Jesús finalmente tenía hambre. El evangelista muestra al Hijo de Dios que, como hombre, tiene obligaciones ordinarias. Las obligaciones que sentimos en diferentes niveles son, por supuesto, naturales y no tienen nada de malo. El problema surge cuando una persona pone sus obligaciones por encima de todo y de todos, cuando una persona es capaz de hacer cualquier cosa para satisfacer una necesidad dada.

 “el fin justifica los medios”. Esta actitud nunca es buena.

Entonces, no se presta atención a la otra persona, a las leyes, a los principios, a los medios para lograr el fin. Lo único que importa es, este hombre y la obligación de satisfacer sus necesidades. Sucede que las personas actúan según el principio: “el fin justifica los medios”. Sin embargo, esta actitud nunca es buena. ¿A qué nos tienta el espíritu maligno?

El deseo de poseer nunca puede ser satisfecho “a cualquier precio”.

El pan en este Evangelio apunta a la tentación de consumir, de poseer. Es símbolo de todo lo relacionado con la vida sensual (la posesión, disfrutar de la vida, la codicia, la sexualidad). El deseo de poseer cosas es parte de la naturaleza humana. Dios mismo le dijo al hombre que sometiera la tierra, que tuviera dominio sobre la creación (cf. Gn 1, 28). Sin embargo, este reinado no significa poder absoluto en beneficio de uno mismo, sino más bien cuidado del mundo, que es don de Dios. El deseo de poseer nunca puede ser satisfecho “a cualquier precio”.

Satanás derrotado no se rinde. Empieza con una segunda tentación a lo espectacular, para llamar la atención a toda costa.

Pero Cristo tampoco cede a esta tentación. “No tentarás al Señor tu Dios” (Mateo 4:7). Cristo no vino a causar sensación con su vida y con sus actividades, sino que vino a salvar al hombre y darle amor.

La tentación del poder, ¡Que fácil! es decir: Esta tentación no se aplica a mí. La realidad, sin embargo, es despiadada.

La segunda tentación es sobre el poder, el dominio, el gobernar. Es una tentación mucho más grave, porque pone a prueba nuestra relación con otras personas: gobernar, tener poder, oprimir, o respetar, elogiar y notar solo a aquellos que pueden sernos útiles ¡Qué fácil! es decir que esta tentación no se aplica a mí. La realidad, sin embargo, es despiadada. Incluso Jesús estuvo sujeto a tal tentación. A él, el Rey del universo, satanás, el adversario de Dios le ofrece la posición de gobernante de los reinos terrenales y gobernar como los grandes de este mundo, que “hacen sentir su poder”. Cuántas veces se puede encontrar el terrible deseo de dominar y la convicción de que los débiles, los pequeños, los desconectados, los incapaces de defenderse, deben convertirse en víctimas de fuerzas más fuertes.

En la última tentación, satanás le dice a Jesús que se incline ante él: Dios debe inclinarse ante satanás. Es la tentación del poder, del dominio sobre los demás, de hacerse “dios” a costa de negar a Dios. Si Jesús se hubiera inclinado ante satanás, habría reconocido el poder de satanás sobre Él.

Pedirle a Dios que haga nuestra voluntad, es la más peligrosa de las tentaciones, una distorsión de la relación con Dios.

Cómo es la tercera tentación en nuestras vidas, es pedirle a Dios que haga nuestra voluntad. Esta es la más peligrosa de las tentaciones: una distorsión de la relación con Dios. El hombre quiere mandar y exigir a su Creador. A veces uno se ofende con el Señor, le exige que cumpla sus caprichos, lo pone a prueba, lo exhorta a asegurar su éxito y evitarle problemas.

La tentación más fuerte es considerarte a ti mismo como el consejero de Dios, exigiéndole que nos sirva.

La tentación más fuerte de todas es considerarte a ti mismo como el consejero de Dios, diciéndole lo que debe y no debe hacer, exigiéndole que nos sirva: “Si eres Dios, muéstralo … si no cumples con mi pedido, entonces… oré y no me oíste… no hiciste mi voluntad, entonces… no existes.” Y como no existes, significa que lo sé, que es mejor para mí, no tengo que tenerte en cuenta, todo depende de mí. Haré lo que me dé la gana.

Qué rápido uno puede convertirse en esclavo de tal forma de pensar. El Señor Jesús nos muestra cómo luchar contra este tipo de tentación. Hoy día sólo tienes que querer escucharlo.

Que la Cuaresma se convierta para nosotros en el tiempo de la victoria, el tiempo de la salvación y el tiempo de la liberación de lo más peligroso, que es nuestra propia esclavitud. Durante este tiempo pongamos a Dios en nuestra vida en su lugar que le corresponde y todo lo demás estará en su lugar. (San Agustín).

 

 

Graciela Arandia de Hidalgo



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