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viernes 8 diciembre 2023
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Mons. Estanislao Dowlaszewicz, presidió el Rito de la Luz en la XV versión Cena Pan y Vino-CERNIQUEM

Campanas.- La Décima quinta versión de la Cena Pan y Vino, organizada por la Voluntarias del Centro de Rehabilitación de Niños Quemados-CERNIQUEM, con el objetivo de recaudar fondos para el mantenimiento del Centro, con el apoyo del Comité de damas del Rotary Club Santa Cruz y Fundación Cerniquem, inspirada por la espiritualidad de San Alberto Hurtado.

Mons. Estanislao Dowlaszewicz, Obispo Auxiliar, a nombre de la Iglesia Católica de Santa Cruz, participó de la Cena solidaria Pan Y vino, primero se leyó el Evangelio del Buen Samaritano, en su intervención dijo: “La ley dice claramente: amarás a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Mons. Estanislao nos recordó la “Paradoja evangélica: 26 km… – para salvarse o condenarse: Un hombre bajaba de Jericó a Jerusalén 26 km de camino en zigzag por el desierto. Fue suficiente para que las personas que lo seguían se dividieran en dos categorías: Los que se detienen y los que van más lejos, y  los que se preocupan por los demás y los que están ocupados consigo mismos. Este es tu camino a Jericó, donde si pierdes tiempo… ¡ganarás la eternidad!”, también se refirió “Un cristiano debe convertirse en prójimo de otra persona. ¡Así que no se trata de a quién debo amar, sino de saber que todos tienen derecho a mi amor!”.

 

El Rito de luz con la presencia de niños que se rehabilitan en CERNIQUEN, “los niños son las luz de este servicio que nace de la Fe, la Esperanza y la Caridad, ellos nos traen la luz del Señor de la Vida”,  una de las características de la cena es los “Testigos de Cristo” que son portadores de la Luz de Cristo, como signo de ser luz y cargar con la cruz del hermano y también son anfitrión en cada una de las mesa solidarias, se colocan una cruz y esperan la vela encendida que llevan los niños CERNIQUEM.

La parte musical de  la velada benéfica fue amenizada por: Grupo Zipoli, Grupo San Lorenzo, dirigido por P. Hugo Ara, Due Angeli: Johnny Nogales y Eloy Avila, Yerko Barroso, los Cachistones y Emsamble 4.

En representación del Voluntariado María Selva Antelo Parada y en nombre de todo el EQUIPO CERNIQUEM entregó cinco Alas Doradas a personas e instituciones que ofrecen su valiosa colaboración a esta noble causa.

15 años de servicios del Voluntariado CERNIQUEM fueron celebrados con una torta, que apagaron la vela las señoras voluntarias, todas entusiastas y comprometidas con la ayuda social, el público presente APLAUDIÓ en señal de agradecimiento por su entrega al servicio.

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Homilía Mons. Estanislao Dowlaszewicz, OFM Conv – Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Santa Cruz

Cena de Pan y Vino- CERNIQUEM

Santa Cruz, 30 de octubre 2023

 

En el Evangelio de San Lucas (capítulo 10), tenemos escrito un acontecimiento en el que un creyente, experto en la palabra de Dios, exégeta, se acerca a Jesús y le hace una pregunta: Maestro, ¿qué debo hacer para obtener la vida eterna?

Probablemente por eso este estudioso de la ley -más que un rabino, un escritor o un experto- es para el evangelista una persona que tiene a su disposición una revelación gracias a la cual puede responder él mismo a la pregunta, si sinceramente lo desea.

En realidad, Jesús no responde a la pregunta, sino que obliga al interlocutor a tomar una decisión personal a la luz de la palabra de Dios, de la que él mismo es experto.

El hombre se refiere a un mandamiento que todo israelita piadoso tenía profundamente 9 grabado en su corazón y en su memoria. No hay duda de que toda la Ley y los Profetas estaban contenidos en este mandamiento. Sin embargo, en su certeza, olvidó que este mandamiento exige una elección constante, especialmente cuando las exigencias de Dios parecen ser contrarias a las necesidades de los demás.

También nos enfrentamos a la pregunta de cómo alcanzar la vida eterna y respondemos: ¡debes amar a Dios y al prójimo! Pero luego, cuando tenemos que tomar una decisión específica para hacer realidad este único amor, nos cerramos o nos perdemos en pequeñas cosas.

La ley dice claramente: amarás a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Si el hombre logra alcanzar tal plenitud, entonces el cumplimiento de este mandamiento se hace posible; entonces el hombre podrá entrar en la lógica de los pensamientos y la voluntad de Dios mismo. El “Dios-Samaritano” escandalizó a los judíos; es un escándalo único; ¡No se puede descartar que esto también pueda escandalizarnos a nosotros hoy!

No basta con llegar a la creencia de que el amor de Dios y el amor del hombre son uno y el mismo. Todavía necesitamos que esta creencia funcione en nuestras vidas, que se convierta en parte de nuestra experiencia personal que nos recuerde constantemente que somos pecadores, que todo lo que tenemos se debe únicamente a la Misericordia de Dios. Sólo quien es capaz de reconocer su distancia de Dios, a veces incluso muy grande, puede comprender que es Dios quien siempre él es el primero en acercarse a él y quiere mostrarle su misericordia.

El interlocutor de Jesús representa la piedad, que una vez más quiere permanecer en el ámbito de la discusión; Jesús, sin embargo, traslada la cuestión al ámbito de la vida. No presenta una tesis, sino un hecho. Y obliga a su interlocutor a elegir, no una teoría, sino una actitud práctica hacia lo que escuchó.

Y al final no pregunta: ¿entiendes? Simplemente ordena de manera inequívoca y decisiva: ¡Ve y haz lo mismo!

El hombre vino a discutir; sale con una tarea específica que realizar. De ello se desprende una conclusión: a los ojos de Jesús, el reconocimiento no lo obtienen quienes saben, sino quienes hacen.

¿Pero quién es mi prójimo? – el estudioso de la ley no se rinde. Espera, incluso exige, una lista ya hecha, una especie de lista de personas que deberían ser consideradas amigas, prójimos, es decir, dignas de cuidarlas y mostrarles interés.

En respuesta, Jesús da la vuelta a la pregunta: ¿Cuál de estos tres crees que era prójimo del hombre que cayó en manos de los ladrones? Hace consciente al interlocutor, que no es él quien está en el centro del mundo, sino los que encuentra en su camino; estos son todos aquellos que necesitan amor, comprensión, ayuda…

Un cristiano debe convertirse en prójimo de otra persona. ¡Así que no se trata de a quién debo amar, sino de saber que todos tienen derecho a mi amor! Sólo cuando tenga valor y empiece a derribar los muros que me separan de los demás podré comprender a los demás.

Un hombre bajaba de Jericó a Jerusalén 26 km de camino en zigzag por el desierto. Fue suficiente para que las personas que lo seguían se dividieran en dos categorías:

– Los que se detienen y los que van más lejos

– Los que se preocupan por los demás y los que están ocupados consigo mismos

– Consideran a quienes se sienten responsables de los demás y a quienes afirman que no les concierne;

– Aquellos que son conscientes de que el dolor y el sufrimiento están en el mundo, y aquellos que quieren vivir una vida pacífica;

– Aquellos cuyo sufrimiento los obliga a detenerse en el otro, y aquellos que tienen cosas más importantes en su mente.

Paradoja evangélica: 26 km… – para salvarse o condenarse.

Este es tu camino a Jericó, donde si pierdes tiempo… ¡ganarás la eternidad! ¿No vale la pena pensar en ello? Sobre todo, porque elegimos nuestro propio papel en esta actuación.

La parábola habla de un hombre que cayó en manos de ladrones: hoy este hombre es cada uno de nosotros, un hombre inmerso en la desesperación, en la muerte, en el pecado, en la enfermedad, en el sufrimiento, en la vida sin sentido…

Cierto sacerdote pasaba por este camino, lo vio, pasó al otro lado y pasó de largo. Asimismo, el levita…

¿No tienes ganas de correr tras ellos y preguntarles por qué no se detuvieron? ¿No vieron al pobre?… ¡Claro que sí!

El sacerdote que lo vio no se detuvo debido a la ley que prohíbe tocar a los muertos por temor a contraer “impureza” ritual.

Si tocaba al herido, no podría cumplir con sus funciones sacerdotales en el templo de Jerusalén, al que acudía como parte de sus deberes. Este era el requisito de la ley, a la que se ajustaban tanto el sacerdote como el levita. Pasan de largo, siguen adelante, no porque fueran malos, peores que ellos, más insensibles; y no porque este hombre fuera su enemigo, sino porque prefirieron el sacrificio a la misericordia (cf. Os 6,6). Decidieron realizar el servicio previsto por la ley y no “convertirse en prójimo” de una persona necesitada.

Y he aquí vino el samaritano. Un hombre que estaba en desacuerdo con la ley, que era considerado el peor de los pecadores por los judíos piadosos.

Sólo él, a la luz de las palabras de Jesús, vio al hombre golpeado y se conmovió y se hizo su prójimo. La actitud del samaritano es tu oportunidad y la mía también.

Luz Erika Limachi M.



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