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viernes 8 diciembre 2023
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Conmovedoras palabras de Monseñor Braulio en Misa de cuerpo presente de Nelly Cuállar

“La vida de Nelly ha sido un don de Dios a la Iglesia de Santa Cruz”

El pasado viernes 26 de agosto Monseñor Braulio Sáez, Obispo Auxiliar de Santa Cruz, presidió la misa de exequias de Nelly Cuellar, administradora por más de 22  años de la Catedral y el Arzobispado de Santa Cruz, quien falleciera en un Hospital de Brasil el 19 de agosto  producto de un cáncer que la aquejaba.

En su homilía Monseñor Braulio aseguró que no es fácil decir lo más importante del paso de Nelly  por nuestra Iglesia de Santa Cruz, pero si ha marcado un estilo y un modo de ser mujer y mujer cristiana. Un mensaje que no ha de ser fácil olvidar y quisiera resumir en tres palabras, sé que hay más actitudes, más facetas que sería urgente resaltar, cada uno irá añadiendo lo que falta desde su experiencia, expresó

Nelly fue una Mujer de fe y de confianza en el Señor, sencilla, amiga y animada siempre por la fuerza del Señor, en una actitud callada pero muy cercana, sin querer aparecer, pero estando siempre presente para dar una mano y para poner ese toque de dulzura y proximidad que sabía dar en cada momento.

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Nelly creyó y por eso aceptó y luchó en la enfermedad, ha sido un testimonio maravilloso de fortaleza para poner su vida en las manos de la voluntad del Dios de la Vida. Testimonio de confianza en abandonarse a sus designios, pero firme ante el dolor, asumiendo la cruz sin resistirse ante la adversidad. Quienes hemos seguido el proceso de su enfermedad sabemos que Nelly cargó con la pesada cruz de la enfermedad y aprendió del buen Jesús “que su yugo es suave y su carga ligera”

Mujer de fidelidad y de honradez a toda prueba, de verdadera coherencia entre lo que decía y hacía, no fue de grandes discursos, pero sí de ponerle el hombro a todo aquello que fuera en servicio de Dios y de los demás. Su fidelidad a esta Iglesia de Santa Cruz ha sido más que patente en los muchos años que la ha servido, calladamente pero eficientemente.

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La hemos visto en los grandes acontecimientos de celebraciones haciendo el oficio de María en las bodas de Caná, de estar atenta a los detalles, para que todo salga bien, y también en las pequeñas cosas y momentos, siempre desde la penumbra y la discreción.

Mujer de servicio, siempre dispuesta a dar lo mejor de sí misma y a no pensar en su tiempo, en sus cosas personales, en sus cansancios, y hasta en su propia familia, siempre había tiempo para darse desinteresadamente.

Sólo el Señor sabe de su generosidad y de su entrega, por eso el Señor se la ha llevado para darle una recompensa para siempre.  Y como resumiendo lo que fue tu vida me sirvo de una poesía de un enamorado de la vida, José Luis Martín Descalzo, que también vivió esta experiencia de morir conscientemente y despidiéndose cantando la alegría de ese paso que es la muerte.

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Luego de leer una  poesía de un enamorado de la vida, José Luis Martín Descalzo, Mons. Braulio muy conmovido terminó su homilía con estas palabras: Mi querida amiga Nelly, las mejores cosas quedan siempre por decir, perdona por no haber expresado lo que realmente fuiste entre nosotros: tu cercanía, tu fe en Jesús, tu pasión por la verdad, tu preocupación por acoger y apoyar en las dificultades a todo aquel que te buscaba, tu capacidad de escucha y de responder con una palabra cercana que tanto bien nos ha hecho, por supuesto, y siempre, con una sonrisa franca de amiga que nos hacen decir: la vida de Nelly ha sido un don de Dios a la Iglesia de Santa Cruz y por eso damos gracias al Dios de la Vida. 

Concelebraron esta eucaristía Mons. Estanislao Dowlaszewicz, Obispo Auxiliar, Mons. Javier Del Río, Obispo de Tarija, Mons. Nicolás Castellano, Obispo Emérito de Palencia, P. Juan Crespo, Vicario General, P. Hugo Ara, Rector de la Catedral y Sacerdotes del Clero de Santa Cruz.

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Homilía completa en la Misa de Exequias de  Nelly  Cuellar

Apocalipsis 21,1-5b, 6a-7

Salmo 23, 1-6

San Mateo 11,25-28

Un saludo muy especial de Mons. Sergio y nuestro, en nombre de toda la Iglesia de Santa Cruz a su hijo Gabriel y a sus familiares y amigos: Paz, gozo y esperanza en el Señor.

Este es un momento muy particular, diría que privilegiado, para aceptar las realidades que nos cuestan comprender y, asumir desde nuestra fe, los misterios que el buen Dios nos tiene reservados a quienes hemos puesta nuestra confianza en Él.

Nos cuesta, como a todo ser humano, aceptar el misterio de la muerte, porque es algo que va en contra de nuestras aspiraciones de vivir, de gozar, de desarrollar nuestras capacidades, es un instinto innato de todo ser creado.

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Sin embargo, somos conscientes y sabemos que la vida tiene un principio y un fin. Para el cristiano ese fin nos abre la puerta a una vida nueva, una vida en plenitud. La primera lectura del libro del Apocalipsis nos invita a soñar con “un cielo nuevo y una tierra nueva, la nueva Jerusalén que descendía del cielo”.

Es una conquista no merecida que se no da como regalo. Por eso, queremos mirar este pasar el umbral de esa puerta, desde alguien que nos ha precedido y nos llama a la esperanza, desde Jesús muerto y resucitado. Es desde ahí, desde Jesús que todo recobra el verdadero sentido de la vida. Jesús es ese Buen Pastor del que nos habla el salmo 23 “que nos conduce hacia fuentes tranquilas, su bondad y su gracia nos acompañan todos los días de nuestra vida”

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Cristo se hizo uno de nosotros, vivió una vida semejante a la nuestra, se comprometió por una causa, los pobres, los desheredados, el Reino de Dios y la liberación de todas las esclavitudes; la esclavitud más importante sobre la que triunfó y nos liberó fue la muerte: “El que cree en mí no morirá para siempre”.

Toda la vida de Jesús fue un pasar haciendo el bien, ayudando a los leprosos, los despreciados de la sociedad, por eso toda su vida tiene un sentido para el cristiano: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Es un paso de este mundo al Padre, la muerte es un paso que nos lleva al verdadero triunfo, la vida en Dios Padre, vida que no termina, vida que viviremos en plenitud. Lo sabemos y lo hemos experimentado en tantas oportunidades, Jesús viene para “secar todas las lágrimas” porque para quien cree en él “no habrá muerte, ni pena, ni dolor”

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Plenitud de vida que no se mide por los años, sino por la intensidad, por el amor que ponemos en cada una de nuestras acciones. La muerte a los pocos años no es un fracaso, por el contrario, es una certeza de que Dios ha contemplado la plenitud de esa persona, ha pesado su amor y le ha concedido una recompensa para toda la eternidad. Jesús nos dice que quien ama, “ha pasado de la muerte a la vida” y que “no hay amor más grande que el de dar la vida por aquellos a quienes quiere y ama”. Jesús dio su vida a los 33 años porque todo su camino en este mundo fue hacer la voluntad del Padre.

Hoy nos reunimos para celebrar una fiesta, la que Nelly está celebrando ya en el cielo y así despedir a nuestra querida amiga en la plenitud de su vida, porque ha completado la medida de lo que el Padre Dios esperaba de ella. Sabemos algo muy cierto, ha completado su carrera para ser coronada con la corona de una gloria que no se marchita, que perdura para siempre, esperando que un día podamos encontrarnos con ella a gozar de la misma gloria, esa sí es nuestra verdadera vocación. “El vencedor, nos dice el Apocalipsis, heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo”.

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El Evangelio de San Mateo nos invita a unirnos a Jesús para dar gracias al Padre por todo lo que los discípulos le han contado de la misión realizada, “Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendido y se las has revelado a la gente sencilla…Vengan a mi todos los que están cansados”

No es propio de este momento de hacer una semblanza de nuestra querida amiga Nelly que en esta tarde nos ha reunido en la catedral, que fue su casa. No es fácil decir lo más importante de su paso por nuestra Iglesia de Santa Cruz. Sí sabemos que nos ha marcado un estilo y un modo de ser mujer y mujer cristiana. Un mensaje que no ha de ser fácil olvidar y quisiera resumir en tres palabras, sé que hay más actitudes, más facetas que sería urgente resaltar, cada uno irá añadiendo lo que falta desde su experiencia.

Mujer de fe y de confianza en el Señor, sencilla, amiga y animada siempre por la fuerza del Señor, en una actitud callada pero muy cercana, sin querer aparecer, pero estando siempre presente para dar una mano y para poner ese toque de dulzura y proximidad que sabía dar en cada momento.

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Nelly creyó y por eso aceptó y luchó en la enfermedad, ha sido un testimonio maravilloso de fortaleza para poner su vida en las manos de la voluntad del Dios de la Vida. Testimonio de confianza en abandonarse a sus designios, pero firme ante el dolor, asumiendo la cruz sin resistirse ante la adversidad. Quienes hemos seguido el proceso de su enfermedad sabemos que Nelly cargó con la pesada cruz de la enfermedad y aprendió del buen Jesús “que su yugo es suave y su carga ligera”

Mujer de fidelidad y de honradez a toda prueba, de verdadera coherencia entre lo que decía y hacía, no fue de grandes discursos, pero sí de ponerle el hombro a todo aquello que fuera en servicio de Dios y de los demás. Su fidelidad a esta Iglesia de Santa Cruz ha sido más que patente en los muchos años que la ha servido, calladamente pero eficientemente.

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La hemos visto en los grandes acontecimientos de celebraciones haciendo el oficio de María en las bodas de Caná, de estar atenta a los detalles, para que todo salga bien, y también en las pequeñas cosas y momentos, siempre desde la penumbra y la discreción.

Mujer de servicio, siempre dispuesta a dar lo mejor de sí misma y a no pensar en su tiempo, en sus cosas personales, en sus cansancios, y hasta en su propia familia, siempre había tiempo para darse desinteresadamente.

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Sólo el Señor sabe de su generosidad y de su entrega, por eso el Señor se la ha llevado para darle una recompensa para siempre.  Y como resumiendo lo que fue tu vida me sirvo de una poesía de un enamorado de la vida, José Luis Martín Descalzo, que también vivó esta experiencia de morir conscientemente y despidiéndose cantando la alegría de ese paso que es la muerte.

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             Y ENTONCES VIO LA LUZ…

Y entonces vio la luz. La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.

Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura.

                José Luis Martín Descalzo

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Mi querida amiga Nelly, las mejores cosas quedan siempre por decir, perdona por no haber expresado lo que realmente fuiste entre nosotros: tu cercanía, tu fe en Jesús, tu pasión por la verdad, tu preocupación por acoger y apoyar en las dificultades a todo aquel que te buscaba, tu capacidad de escucha y de responder con una palabra cercana que tanto bien nos ha hecho, por supuesto, y siempre, con una sonrisa franca de amiga que nos hacen decir: la vida de Nelly ha sido un don de Dios a la Iglesia de Santa Cruz y por eso damos gracias al Dios de la Vida.  Amen

 

 

Graciela Arandia de Hidalgo



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