Campanas. La celebración Eucarística de la segunda jornada del Encuentro de los Obispos del Oriente fue presidida por Mons. Aurelio Pesoa Ribera OFM, Presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana y Vicario Apostólico del Beni, el miércoles 15 de febrero a las 19:00, en la Capilla del Seminario Mayor San Lorenzo. Concelebraron los Obispos del oriente.
Durante su homilía Mons. Aurelio afirmó que, solo Cristo nos puede ayudar a abrir los ojos, limpiar nuestros corazones para que veamos con claridad el verdadero camino que Él propone que es el camino del amor, del perdón, de la reconciliación y del encuentro entre todos, como verdaderos hermanos. Todo otro camino simplemente envilece y nos deja en la oscuridad de la ceguera.
Así mismo el Presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana señaló que hay que exorcizar la presencia del mal en la sociedad Boliviana. Como pastores tenemos la obligación de denunciar el mal. Debemos seguir el camino indicado por el maestro, quien vino a abrir los ojos de los ciegos con su Palabra poderosa. También nosotros tenemos que abrir ojos denunciando el mal que se apodera de los corazones , dijo.
Tenemos que decir un rotundo no a los nuevos totalitarismos camuflados de doctrinas liberadoras, pero que en realidad discriminan y esclavizan.
Hay que abrir los ojos de nuestro sufrido pueblo para que deje resentimientos y odios y camine hacia la paz y el progreso. Para que no confunda la necesaria búsqueda de una mayor libertad y justicia con las ideologías sectarias y que no hacen sino dividirnos.
Homilía de Mons. Aurelio Pesoa, OFM
MIÉRCOLES DE LA SEXTA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2023
1.-El relato del diluvio, que es una purificación del pecado de la humanidad, es en el texto que hoy hemos escuchado, una oportunidad para la proclamación, una vez más, de la misericordia de Dios.
Es verdad que “el corazón humano piensa mal desde la juventud”. La existencia del pecado y de la maldad es una realidad en el mundo. En cada momento, en nuestro ministerio pastoral, nos enfrentamos con el pecado de los otros, el pecado del mundo. Hay una facilidad grande para el pecado. Lo vemos y lo palpamos en el país, la facilidad con que se condena a los inocentes en los tribunales, simplemente por ideas políticas, por tener un pensamiento diferente del oficial. La maldad campea a sus anchas. Nos rodea y nos asusta la capacidad del ser humano para hacer el mal.
Pero hoy escuchamos una palabra de esperanza, el perdón de Dios, la misericordia del Dios que afirma: “No volveré a maldecir la tierra a causa
del hombre”. Dios es nuestra esperanza ante el pecado y el mal. Dios siempre da oportunidades para nuestra conversión.
2.-Nosotros mismos, cada uno de nosotros, encontramos esa presencia del pecado en nuestra vida. Somos conscientes de la debilidad y de la facilidad para dejarnos llevar por los engaños del mal.
El pecado tiene, además, una capacidad para hacernos ciegos, nos ciega. La debilidad no es todavía ceguera, pero la debilidad justificada, nos hace ciegos para ver el pecado en nosotros mismos. El pecado se camufla en la vida y en las estructuras y nos hace parecer buenos, cuando en realidad no lo somos. El mecanismo de la autojustificación nos mete en un proceso que acaba en la ceguera y en la maldad.
Lo que empieza por una debilidad, se va justificando poco a poco y acaba en una ceguera para descubrir el mal en nuestra vida y en nuestra sociedad.
3.-El pecado necesita quién lo denuncie, precisamente por esa tendencia sutil a camuflarse y dejarnos ciegos. Hay que escuchar a los profetas que nos envía siempre el Señor para que dejemos de estar ciegos y veamos nuestra realidad. La Iglesia y la sociedad necesitan de los profetas.
Pero los profetas molestan siempre y por ello, las fuerzas del mal y quienes las sirven, intentan acabar con los profetas. Hoy estamos viviendo una peligrosa tendencia en el país, en Latinoamerica y en el mundo, a acabar con las voces disidentes, las voces que dicen la verdad, o que expresan opiniones diferentes. Da pena constatar cómo el demonio nos engaña, el demonio vence en la sociedad y nos vuelve a meter por caminos de ceguera, de no querer ver, de no querer que nadie nos diga una palabra diferente de la nuestra, de querer ser algunos los únicos constructores de la sociedad, imponiendo su verdad. La victoria del demonio consiste en dejarnos ciegos para descubrir la presencia del mal.
4.-Hay que exorcizar la presencia del mal en la sociedad Boliviana. Como pastores tenemos la obligación de denunciar el mal. Debemos seguir el camino indicado por el maestro, quien vino a abrir los ojos de los ciegos con su Palabra poderosa. También nosotros tenemos que abrir ojos denunciando el mal que se apodera de los corazones.
Tenemos que decir un rotundo no a los nuevos totalitarismos camuflados de doctrinas liberadoras, pero que en realidad discriminan y esclavizan.
Hay que abrir los ojos de nuestro sufrido pueblo para que deje resentimientos y odios y camine hacia la paz y el progreso. Para que no confunda la necesaria búsqueda de una mayor libertad y justicia con las ideologías sectarias y que no hacen sino dividirnos.
5.-Hay que ver con claridad. Hemos escuchado el relato de la curación progresiva de aquel ciego: “Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado, y veía todo con claridad”.
Solo Cristo nos puede ayudar a abrir los ojos, limpiar nuestros corazones para que veamos con claridad el verdadero camino que Él propone que es el camino del amor, del perdón, de la reconciliación y del encuentro entre todos, como verdaderos hermanos. Todo otro camino simplemente envilece y nos deja en la oscuridad de la ceguera.
Que Cristo, el Señor, sea nuestra luz en estos tiempos de oscuridad.