El prelado exhortó a toda la Iglesia a no callar ni descansar hasta que irrumpa la justicia en medio del pueblo. Pidió que en navidad “No callemos ni descansemos en ser testigos de su Hijo hecho niño pobre e indefenso en Belén que nos ha traído la justicia armoniosa de Dios, liberándonos de toda clase de opresión, y que nos compromete en ser solidarios con tantos pobres y excluidos de nuestro país; niños de la calle, ancianos solos y abandonados, enfermos sin recursos”.
“lo que nos tiene que mover es el amor al Evangelio de la vida y el amor al pueblo de Dios y a todas las personas, cercanas y lejanas” enfatizó Monseñor Sergio indicando que “Por eso, nosotros no podemos callar ni descansar en testimoniar el gozo de ser partícipes de proyecto de amor y de alegría de la Navidad, en una sociedad distraída y aturdida por tanto ruido del mercado y de los regalos…”
En ese compromiso con los más necesitados, el Arzobispo de Santa Cruz volvió a reiterar su pedido de que “todas nuestras parroquias cuenten con la “Caritas parroquial”. Hay demasiados hermanos pobres y excluidos que esperan un gesto de solidaridad y de justicia, personas que no tienen trabajo formal y seguro, que no tienen acceso a los servicios básicos de educación, salud, vivienda, hermanos que tienen que migrar a otro país en busca de una vida digna”.
Un recuerdo especial fue para el Cardenal Julio que hizo tradición el saludo navideño, encuentro muy querido por él y que ha logrado perdurar a través de los años:
“No callaremos ni descansaremos hasta que demos testimonio de gratitud a Dios por el don del Cardenal Julio a nuestra Iglesia en Santa Cruz y a toda Bolivia, el “Servidor de todos“, que procuró “hacerlo siempre sirviendo a todos “lejanos y cercanos”. Démoslo a conocer como el testigo del Dios de la vida y la justicia, para que su ejemplo ilumine las mentes y corazones, despierte la esperanza y aliente el nuestro camino hacia un país más justo y en paz”.
Este el mensaje completo:
MONSEÑOR SERGIO GUALBERTI,
ARZOBISPO DE SANTA CRUZ
SALUDO NAVIDEÑO 2015
“Por amor a Sión no callaré, por amor a Jerusalén no descansaré, hasta que irrumpa la justicia como una luz radiante y su salvación como antorcha… (Is 62,1)”.
Han llegado a mi corazón estas palabras de Isaías, y son para mí una invitación a mirar a la Navidad como la irrupción de la luz radiante de justicia y de la antorcha de salvación. Creo que esto puede ser válido para todos los que creemos y hemos acogido la Buena Noticia de la Encarnación: no podemos callar ni descansar sin dar a conocer y testimoniar esta luz a la humanidad.
“Por amor a Sión y por amor a Jerusalén”, lo que nos tiene que mover es el amor al Evangelio de la vida y el amor al pueblo de Dios y a todas las personas, cercanas y lejanas. Por eso, nosotros no podemos callar ni descansar en testimoniar el gozo de ser partícipes de proyecto de amor y de alegría de la Navidad, en una sociedad distraída y aturdida por tanto el ruido del mercado y de los regalos. Testimoniar la verdadera alegría en una cultura que busca la felicidad a como de lugar y en experiencias siempre nuevas y más extremas, sin encontrar nunca el sosiego de su corazón y la felicidad.
Por amor al mundo necesitado de Evangelio, no callaremos ni descansaremos en testimoniar la alegría de la Navidad en medio de una humanidad sumida en la niebla de la desorientación y que deambula sin rumbo, rehén del miedo del terrorismo y atrapada en la angustia de un horizonte sin esperanza.
No callaremos ni descansaremos en ser testigos de su Hijo hecho niño pobre e indefenso en Belén que nos ha traído la justicia armoniosa de Dios, liberándonos de toda clase de opresión, y que nos compromete en ser solidarios con tantos pobres y excluidos de nuestro país; niños de la calle, ancianos solos y abandonados, enfermos sin recursos.
No callaremos ni descansaremos hasta que demos testimonio de gratitud a Dios por el don del Cardenal Julio a nuestra Iglesia en Santa Cruz y a toda Bolivia, el “Servidor de todos“, que procuró “hacerlo siempre sirviendo a todos “lejanos y cercanos”. Démoslo a conocer como el testigo del Dios de la vida y la justicia, para que su ejemplo ilumine las mentes y corazones, despierte la esperanza y aliente el nuestro camino hacia un país más justo y en paz.
No callaremos ni descansaremos en dar a conocer las maravillas que el Señor ha obrado con la Visita del Papa Francisco a Bolivia y en Santa Cruz: su cercanía, sus palabras y gestos nos han fascinado a todos, nos han dado un testimonio de fe viva, nos han devuelto la confianza y nos han animado a ser testigos auténticos de “la alegría del Evangelio”.
No callaremos ni descansaremos en ser testigos de la alegría de la Eucaristía, que el Vº Congreso Eucarístico Nacional ha despertado en nuestros espíritus, al hacernos redescubrir la centralidad de la Eucaristía en la vida del cristiano, de la comunidad creyente y de todo el pueblo de Dios. La “Eucaristía Pan partido para la vida del mundo”, es el “pan de la Caridad”, pan del amor, de la solidaridad y la justicia.
La Eucaristía es auténtica si en ella entra la vida, y especialmente si en ella está presente el hermano, el pobre y el marginado, el que sufre. ¡Que nuestras parroquias sean espacios de comunión, fraternidad y solidaridad, verdaderas “escuelas de Caridad”!
No callaremos ni descansaremos en ser testigos de la alegría del Año Santo de la Misericordia. Hace cuatro días hemos abierto la Puerta Santa, dando inicio al año Jubilar, tiempo en el que tendremos la gracia de experimentar el amor misericordioso de Dios en nuestra vida, para ser también nosotros: “Misericordiosos como el Padre”.
Acojamos el desafío de testimoniar, con Jesucristo, el rostro misericordioso del Padre, también cumpliendo las obras de misericordia corporales y espirituales.
En este compromiso, como signo común de toda nuestra Arquidiócesis, vuelvo a pedir que todas nuestras parroquias cuenten con la “Caritas parroquial”. Hay demasiados hermanos pobres y excluidos que esperan un gesto de solidaridad y de justicia, personas que no tienen trabajo formal y seguro, que no tienen acceso a los servicios básicos de educación, salud, vivienda, hermanos que tienen que migrar a otro país en busca de una vida digna.
No callaremos ni descansaremos en ser testigos de la alegría por la “salvación” de Dios” puesta a nuestro alcance a través de la obra del Hijo que se ha hecho uno de nosotros en la humildad y pobreza de Belén. Es un don gratuito del Señor, una gracia inconmensurable que espera una respuesta generosa en el seguimiento de Jesús, que anime y contagie a los demás.
Estemos atentos y vigilantes, para reconocer al Salvador que se acerca y que quiere entrar en nuestras vidas para operar un cambio radical en nuestra condición humana, tanto personal, como comunitaria y social.
Revivamos en esta Navidad el misterio del Hijo de Dios que, movido únicamente por su amor misericordioso, se hace uno de nosotros y se solidariza con nuestra naturaleza débil y limitada, para hacernos pasar de la esclavitud del mal a la liberación de la gracia y para devolvernos la libertad y dignidad de hijos perdidas a causa del pecado.
Por amor a Sión no callaré, por amor a Jerusalén no descansaré, hasta que irrumpa la justicia como una luz radiante y su salvación como antorcha. (Is 62,1).
De todo corazón les agradezco su cercanía y su compromiso pastoral, su caminar juntos en nuestra Iglesia Sinodal. Feliz y Santa Navidad a todos y cada uno de ustedes, a sus comunidades parroquiales y religiosas y a sus familias. Felicidades!
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