La Homilía de Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz, este domingo 12 de junio estuvo enmarcada en el perdón y la Misericordia de Dios, el perdón que no se limita simplemente a la absolución de las culpas, sino que es el don gratuito de Él mismo, en la presencia de Jesús. Cuando él pasa en la vida de una persona, pasa el perdón que lo hace reencontrarse consigo mismo y con Dios. La conversión no es fruto tanto de nuestra iniciativa y de un movimiento interior, sino del paso del Señor por nuestras vidas, es puro don de Dios Padre que nos quiere hacer participes de su vida. Sólo en la experiencia del amor verdadero se da el encuentro salvador entre nuestra miseria y la misericordia de Dios.
En este encuentro de Jesús con la mujer pecadora resalta toda la capacidad redentora del amor, porque el amor nace del perdón y, al mismo tiempo, el amor propicia el perdón. Jesús nos invita a convertirnos no al Dios del fariseo, un Dios a temer, sino al Dios de la misericordia que perdona a la mujer pecadora, el Dios a amar, y de esta manera hacer que el eje fundamental de nuestra fe sea recibir y devolver amor.
Este Año Santo de la Misericordia, el Papa Francisco nos pide ser “misericordiosos como el Padre”, quien manifiesta su omnipotencia en la misericordia, que no es un signo de debilidad sino de confianza en lo que de bueno hay en cada persona y en su posibilidad de redimirse. “La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona”. Con esta convicción, pedimos al Señor que en nuestro país las leyes y las instituciones carcelarias apunten no la condena de por vida sino a favorecer la rehabilitación, la corrección y la reinserción en la vida de la sociedad de la personas que han caído en errores o delitos.