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lunes 5 junio 2023
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Jueves Santo: “Celebremos a Cristo vivo en la Eucaristía”

Campanas. El jueves Santo 06 de abril iniciamos el triduo Pascual con la última cena que celebró Jesús con sus discípulos y en el que instituyó el sacramento de la Eucaristía. En la Catedral de Santa Cruz Mons. René Leigue Cesarí presidirá la celebración Eucarística a las 19:00 horas. Dos son los motivos principales de nuestra celebración: La institución de la Eucaristía y la institución del sacerdocio,  también el Obispo repetirá el gesto de Jesús a sus discípulos al ponerse de rodillas y lavar los pies a doce personas.

El Arzobispo, Mons. René Leigue lavará los pies  a:Profesores, Personal de Salud, niños, ancianos, enfermos y personas con síndrome de Down.

Jueves Santo en la Catedral: “Institución de la Eucaristía”

10:00 horas: Celebración pascual para ancianos, enfermos y discapacitados.

19:00: Celebración de la Cena del Señor.

“Porque yo recibí del Señor lo que les transmití. Que el Señor, la noche que era entregado, tomó pan, dando gracias lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. 1 Cor. 11,23

Jesús lava los pies a sus discípulos como signo de servicio y nos deja la Eucaristía para permanecer siempre con nosotros.

20:00 a 22:00 horas: Reserva del Santísimo Sacramento (Adoración)

Significado de la celebración

El Jueves Santo se celebra:

• La Última Cena,

• El Lavatorio de los pies,

• La institución de la Eucaristía y del Sacerdocio

• La oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní.

La Eucaristía

Este es el día en que se instituyó la Eucaristía, el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino. Cristo tuvo la Última Cena con sus apóstoles y por el gran amor que nos tiene, se quedó con nosotros en la Eucaristía, para guiarnos en el camino de la salvación.

Todos estamos invitados a celebrar la cena instituida por Jesús. Esta noche santa, Cristo nos deja su Cuerpo y su Sangre. Revivamos este gran don y comprometámonos a servir a nuestros hermanos.

El lavatorio de los pies

La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció ‘en la noche en que iban a entregarlo’. Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos.

Jesús en este pasaje del Evangelio nos enseña a servir con humildad y de corazón a los demás. Este es el mejor camino para seguir a Jesús y para demostrarle nuestra fe en Él. Recordar que esta no es la única vez que Jesús nos habla acerca del servicio. Debemos procurar esta virtud para nuestra vida de todos los días. Vivir como servidores unos de otros.

Cristo nos dio un gran ejemplo en la Última Cena, lavando los pies de sus apóstoles. Nos enseñó que la labor del cristiano es ayudar a los demás con una actitud de servicio, amor y humildad.

Mientras estaban cenando, Jesús se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ciñó una toalla, echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies a sus discípulos (Jn. 13, 2-5). Un gesto de servicio porque ésta era una actividad reservada exclusivamente a los esclavos.

Jesús ha pasado su vida amando, sirviendo. Para Él, amar ha sido siempre mirar a la otra persona con ternura, viendo qué le hacía sufrir y a ayudarla a suprimir las causas de su dolor para que pudiera ser feliz.

Ahora siente que debe llegar al fondo. Si ese amor, si ese servicio ha de llevarle a la humillación, al desprecio, a ser considerado un esclavo…¡qué así sea! No espera a que eso se produzca. El da el paso: se hace esclavo por amor.

Con esto queda muy clara la misión de la Iglesia en el mundo: servir. “Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros” (Jn 13, 15) La Iglesia siguiendo el ejemplo de Cristo está al servicio de la humanidad. Por tanto todos aquellos que formamos la Iglesia estamos llamados a servir a los que nos rodean.

El amor que Dios nos manifiesta debe convertirse en servicio que dé testimonio de su presencia entre nosotros. El cristiano siguiendo él “amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15 12) debe ser como esa levadura que transforma al mundo para que este se renueve y se transforme.

El egoísmo del hombre se vence con la entrega generosa a los demás. En el servicio resida la verdadera realización personal y la felicidad. Solo el que se dio triunfó.

Si vivimos con profundidad la ceremonia nos daremos cuenta de que Cristo se pone al servicio del Padre para salvar al hombre ofreciendo su propia vida como rescate, bien podríamos decir que esta es su misión. Con el “también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros” Cristo confiere en especial a ese grupo de discípulos conocidos como apóstoles su propia misión, especialmente el consagrar el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre para la remisión de los pecados al decir “haced esto en memoria mía”. Es en este momento en el que Cristo designa a este grupo como sacerdotes, es decir instituye el sacerdocio. Cada uno de estos hombres a partir de este momento es copartícipe de la misión de Cristo: salvar al hombre por medio de la entrega total al servicio de Dios.

Este es otro de los grandes dones que en el primer Jueves Santo Dios hace a la humanidad. Cristo desde entonces ha escogido y preparado a una serie de hombres para que siguiendo el ejemplo de Cristo se pongan al servicio de Dios para salvar a la humanidad, impartiendo los sacramentos por Dios instituidos (especialmente la Eucaristía) y guíen con la vivencia de su sacerdocio al pueblo de Dios por el camino de la salvación.

El mundo, especialmente en los albores de un nuevo milenio vive sumido en las tinieblas del egoísmo de una cultura de la muerte. El Jueves Santo es un día en el que Dios nos invita por medio del servicio a ser esas lámparas que lleven la luz de Cristo al mundo. También este día debemos reconocer el amor de todos esos hombres que deciden dejarlo todo por seguir a Cristo en la entrega total al servicio de los demás: religiosas, religiosos, misioneros, hombres y mujeres consagrados a Dios. Pero especialmente celebrar y pedir a Dios por aquellos que con su vida comparten la misión de Cristo y nos administran los sacramentos: los sacerdotes. Pedir por su santidad y fidelidad al servicio de Cristo. No debemos olvidar pedir por mas vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio, pedir por mas hombres y mujeres que tengan por vocación la entrega total al servicio de Jesucristo y de su Iglesia.

Graciela Arandia de Hidalgo



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