Campanas. El domingo 26 de septiembre se celebró la Jornada Mundial del migrante y refugiado con el lema: “HACIA UN NOSOTROS CADA VEZ MÁS GRANDE”. Esta jornada mundial tenía el objetivo de tomar conciencia de la situación del mundo en el que vivimos ante el desafío de las migraciones y las oportunidades que nos ofrecen de cara al futuro.
En la Arquidiócesis de Santa Cruz, las hermanas Escalabrinianas que regentan la Casa de Acogida Cardenal Julio Terrazas y que están al frente de la Pastoral de Movilidad Humana PMH, prepararon un programa para celebrar esta jornada mundial y en la cual se celebraron dos misas: la primera el domingo 26 de septiembre a las 07:00 am en la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir – Catedral, la misma fue presidia por el Arzobispo, Mons. Sergio Gualberti.
Desde la Catedral, Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz aseveró que este es un problema de todos, y que, de hecho, en nuestro mundo, hay siempre más refugiados y migrantes que sufren el drama de deber abandonar su tierra, casa, y trabajo en búsqueda de la subsistencia.
Mons. Gualberti afirmó que los migrantes y refugiados son víctimas de la codicia y ambición humana: por un lado, por los conflictos y guerras que obligan a pueblos enteros a migrar para salvar sus vidas y, por el otro, por el multiplicarse de desastres naturales siempre de mayor envergadura, provocados por el calentamiento global, resultado de nuestro actuar irracional e irresponsable, y que vuelven inhóspitos a tantos lugares donde por siglos han vivido poblaciones enteras.
También como como signo de encuentro y salida se participó de una celebración en la Parroquia San Silvestre; presidida por P. Andrés Chazarreta. Vicario Episcopal de la Vicaria Virgen de Guadalupe; quien acoge a muchos migrantes y refugiados en su jurisdicción parroquial, encontrándose la misma; en una zona alejada del centro de la ciudad; experimentando una realidad que a veces no es visible a los ojos de nuestros hermanos.
Agradecemos a las hermanas Escalabrinianas por su loable labor de servicio y entrega a las personas en situación de refugiados y muchos migrantes que llegan a la Casa de acogida Cardenal Julio Terrazas la misma es administrada por su personal que también conforman la Pastoral de la Movilidad Humana.
Casa de Acogida Cardenal Julio Terrazas
La casa de acogida Cardenal Julio Terrazas ha cumplido 7 años dedicándose a recibir a familiares de enfermos con cáncer y a migrantes y refugiados. En la Casa de Acogida “se recibe a algunas personas que logran entrar al país por diversas causas que los obligan a salir de sus países, se coordina con las instituciones del gobierno para darle seguimiento a su permanencia legal. Mientras se obtenga el permiso y termine este trámite, la casa de acogida le ofrece techo y a veces comida temporalmente”.
La Pastoral de Movilidad Humana en Bolivia
El Papa Francisco viene animando de manera especial este ministerio de Movilidad Humana y con mucha claridad nos pide a todos “Acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes forzados es un deber de justicia, civilización y solidaridad”.
La Pastoral de Movilidad Humana (PMH) está en Bolivia, acompañados por los padres y hermanas Escalabrinianas, su misión de acompañar a los migrantes y refugiados, asimismo coadyuvar en el proceso de migración y transito seguro.
La Migración un gran desafío en los tiempos de Covid – 19
En este tiempo nos enfrentamos a grandes desafíos, pues la crisis del COVID ha revelado y acentuado las profundas desigualdades estructurales en el mundo, agravando la situación de vulnerabilidad de las personas migrantes.
Muchas de ellas se ven privadas de la posibilidad de cruzar las fronteras y ya no pueden confiar en el mínimo de certezas sobre las que han construido su vida y su futuro. Por ejemplo, a muchos migrantes que trabajan en el sector informal se les ha bloqueado el acceso a los tratamientos y a la vacunación que se garantiza a los ciudadanos; y los niños y adolescentes migrantes y refugiados no tienen acceso tanto al aprendizaje como a las comidas escolares, por lo que a menudo están expuestos a un mayor riesgo de explotación y abuso.
Por eso compartimos la profunda preocupación del papa Francisco de que “Pasada la crisis sanitaria [del COVID-19], la peor reacción” sea “la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de auto preservación egoísta”, y rezamos con él para que “… al final ya no estén los otros, sino sólo un nosotros.” (Fratelli Tutti, 35) Nuestros encuentros diarios con las personas migrantes confirman la constatación del Santo Padre de que el precio más elevado [“…de los nacionalismos cerrados y agresivos y del individualismo radical”] (Fratelli Tutti, 11,105) lo pagan quienes más fácilmente pueden convertirse en los otros: los extranjeros, los migrantes, los marginados, que habitan las periferias existenciales”.
Nos entristecen profundamente los muros erigidos a lo largo de las fronteras nacionales para rechazar a los migrantes y refugiados desesperados que buscan seguridad, protección y una oportunidad de recuperar la dignidad humana que Dios les ha dado. Un estudio reciente informa de la existencia de 63 muros y barreras físicas construidas en el mundo actual para proteger las fronteras o dentro de territorios ocupados. Hay cientos más si tenemos en cuenta los numerosos países que han militarizado sus fronteras mediante el despliegue de tropas, barcos, aviones, drones y vigilancia digital. Los acuerdos regionales para externalizar la gestión del control de las fronteras han creado más barreras para impedir que los migrantes y los solicitantes de asilo lleguen a un lugar seguro. Por lo tanto, es crucial abogar por vías de migración seguras, ordenadas y regulares y por la plena conformidad de las leyes y políticas de los Estados con el principio de non-refoulement (no devolución). También nuestras propias acciones humanitarias, pastorales y de defensa de los derechos se ven a veces puestas en grave peligro por las políticas sancionadoras de los gobiernos nacionales y de las autoridades locales. (www.caritas.org).
Papa Francisco
Hoy la Iglesia está llamada a salir a las calles de las periferias existenciales para curar a quien está herido y buscar a quien está perdido, sin prejuicios o miedos, sin proselitismo, pero dispuesta a ensanchar el espacio de su tienda para acoger a todos. Entre los habitantes de las periferias encontraremos a muchos migrantes y refugiados, desplazados y víctimas de la trata, a quienes el Señor quiere que se les manifieste su amor y que se les anuncie su salvación. «Los flujos migratorios contemporáneos constituyen una nueva “frontera” misionera, una ocasión privilegiada para anunciar a Jesucristo y su Evangelio sin moverse del propio ambiente, de dar un testimonio concreto de la fe cristiana en la caridad y en el profundo respeto por otras expresiones religiosas. El encuentro con los migrantes y refugiados de otras confesiones y religiones es un terreno fértil para el desarrollo de un diálogo ecuménico e interreligioso sincero y enriquecedor» (Discurso a los Responsables Nacionales de la Pastoral de Migraciones, 22 de septiembre de 2017).
Un mundo cada vez más inclusivo
A todos los hombres y mujeres del mundo dirijo mi llamamiento a caminar juntos hacia un nosotros cada vez más grande, a recomponer la familia humana, para construir juntos nuestro futuro de justicia y de paz, asegurando que nadie quede excluido.
El futuro de nuestras sociedades es un futuro “lleno de color”, enriquecido por la diversidad y las relaciones interculturales. Por eso debemos aprender hoy a vivir juntos, en armonía y paz. Me es particularmente querida la imagen de los habitantes de Jerusalén que escuchan el anuncio de la salvación el día del “bautismo” de la Iglesia, en Pentecostés, inmediatamente después del descenso del Espíritu Santo: «Partos, medos y elamitas, los que vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y la zona de Libia que limita con Cirene, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes les oímos decir en nuestros propios idiomas las grandezas de Dios» (Hch 2,9-11).
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA 107.ª JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO 2021