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domingo 3 diciembre 2023
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Jesús nos pide humildad y servicio recuerda Monseñor Braulio frente a los conflictos en el país

El prelado volvió a alzar la voz de la Iglesia para pedir que se depongan actitudes de confrontación y se busque el diálogo lo más pronto posible. En ese mismo sentido, recordó que Jesús nos pide renunciar a las pretensiones de grandeza, de autoritarismos y de tener la razón para ponernos al servicio de los demás con la auténtica humildad que pide el evangelio.

“El orgullo, la prepotencia, la incapacidad para abrirse al diálogo, ocasiona sufrimiento a nosotros mismo y a los demás, la pretensión de tener la razón nos hace perder los perfumes más hermosos de la vida, la convivencia pacífica, la sencillez para sentirnos todos hermanos sin diferencia de clase o condición”

Monseñor Braulio Sáez, Obispo Auxiliar de Santa Cruz y administrador temporal del Vicariato Apostólico de Camiri, ha presidido la eucaristía desde la Catedral Metropolitana de Santa Cruz este domingo 28 de agosto. El prelado se hizo eco del pedido de la Conferencia Episcopal Boliviana a deponer las actitudes de confrontación y buscar el diálogo:

“la violencia nunca lleva a soluciones verdaderas y duraderas y, por el contrario, es fuente de dolor y muerte, como en el presente conflicto. Una vez más como Iglesia, defensora de la vida, condenamos vehementemente la violencia, venga de donde venga. Urge de parte de todos optar por el diálogo que, para que sea verdadero, necesita sinceridad y honestidad, único camino responsable y efectivo para solucionar nuestros problemas, exigimos a ambas partes deponer actitudes de confrontación y extremar todos los recursos para instalar un diálogo responsable a la brevedad posible en el país”.

Al reflexionar sobre el evangelio en que Jesús cuestiona a quienes buscan ocupar los primeros asientos, Monseñor dijo que “Lo que –Jesús- nos dice en el evangelio no es una simple norma de urbanidad, es mucho más “Cuando te conviden a una boda, vete a sentarte en el último puesto’. Es un estilo de ser cristiano, es preciso encontrar nuestro sitio, nada de pretensiones de grandeza, de autoritarismos, nada de instalarse para siempre en el poder, nada de ocupar los primeros puestos, del carrerismo. Jesús nos da la clave del que manda, de quien tiene autoridad, por supuesto que va contracorriente: El que quiera ser el primero, que ocupe último puesto. Mandar es servir y no servirse de los demás” aseveró la autoridad religiosa.

Profundizando en la reflexión sobre la humildad que nos pide Jesús, el Prelado aseguró que “No son los propios méritos los que nos hacen obtener un puesto en la mesa de la comunión con Dios, sino que es su acción benévola y gratuita la que nos levantará de nuestra propia indigencia y nos dirá: “Amigo, sube más arriba”. En ese sentido cuestionó “Que diferente sería el país si en vez de hundirnos unos a otros, si en vez de tanta persecución, nos ayudáramos a levantarnos, o decirle al que está caído: “amigo, sube, levántate”.

“El orgullo, la prepotencia, la incapacidad para abrirse al diálogo, ocasiona sufrimiento a nosotros mismo y a los demás, la pretensión de tener la razón nos hace perder los perfumes más hermosos de la vida, la convivencia pacífica, la sencillez para sentirnos todos hermanos sin diferencia de clase o condición. La humildad es otra cosa, es aceptación de lo que somos, capacidad para apreciar a los demás, libertad frente a los halagos y las críticas, silencio frente a tanta locuacidad y tanta mentira, y sobre todo distanciamiento de la corrupción” señaló Monseñor Braulio.

HOMILÍA COMPLETA DE MONSEÑOR BRAULIO SAEZ,

OBISPO AUXILIAR DE SANTA CRUZ  Y

ADMINISTRADOR TEMPORAL DEL VICARIATO APOSTOLICO DE CAMIRI

DOMINGO XXII – INVITADOS AL BANQUETE

No podemos ser indiferentes frente a las situaciones que vive nuestro mundo, hoy queremos unirnos al dolor de los damnificados por el terremoto que ha sufrido Italia pidiendo al Señor de la Vida por el eterno descanso de las víctimas mortales para que les haya dado el descanso eterno y, también, por todos los damnificados, para que nos sintamos solidarios en ofrecerles nuestra oración.

Tampoco podemos sentirnos indiferentes por los enfrentamientos que vienen dándose en nuestro país, enfrentamientos que han originado la pérdida de vidas humanas llevando el luto y el dolor a muchas familias de hermanos nuestros. La Conferencia Episcopal ha expresado su dolor y su indignación por estos sucesos, puesto que lo único que generan son radicalizaciones cada vez más tensas que rompen la armonía y la convivencia pacífica de la sociedad.

En un comunicado reciente ha pedido a las partes  en conflicto el entendimiento franco y sincero, pues dicen los obispos: “la violencia nunca lleva a soluciones verdaderas y duraderas y, por el contrario, es fuente de dolor y muerte, como en el presente conflicto. Una vez más como Iglesia, defensora de la vida, condenamos vehementemente la violencia, venga de donde venga. Urge de parte de todos optar por el diálogo que, para que sea verdadero, necesita sinceridad y honestidad, único camino responsable y efectivo para solucionar nuestros problemas, exigimos a ambas partes deponer actitudes de confrontación y extremar todos los recursos para instalar un diálogo responsable a la brevedad posible en el país”.

En este ambiente de tensión, la Palabra de Dios responde justamente a las actitudes que debemos tener todos y cada uno. El Evangelio de este domingo nos habla de fiesta, de invitación a una comida y de sentarse a la mesa. Jesús usa la imagen del banquete en diferentes oportunidades, es una imagen muy viva en el Antiguo Testamento, que quiere expresarnos cómo Dios no se desentiende del mundo, por el contrario quiere que todos nos sentemos a comer de la misma mesa y que todos y cada uno ocupe su lugar en la fiesta y sepa situarse en el lugar apropiado desde la vocación a que ha sido llamado.

Por más que nos cueste reconocer, es cierto que en nuestro país hay pobreza, marginación, diferencias sociales; sectores que están viviendo con opulencia, frente a los que viven en pobreza y extrema pobreza, lo cual no entra en el proyecto de Dios. Él quiere la igualdad, es más, él se sienta con los pobres, con los marginados de la vida.

Jesús se da cuenta que, entonces como hoy, la gran aspiración de las personas son los primeros puestos. Lo que nos dice en el evangelio no es una simple norma de urbanidad, es mucho más “Cuando te conviden a una boda, vete a sentarte en el último puesto’. Es un estilo de ser cristiano, es preciso encontrar nuestro sitio, nada de pretensiones de grandeza, de autoritarismos, nada de instalarse para siempre en el poder, nada de ocupar los primeros puestos, del carrerismo. Jesús nos da la clave del que manda, de quien tiene autoridad, por supuesto que va contracorriente: El que quiera ser el primero, que ocupe último puesto. Mandar es servir y no servirse de los demás.

Para el autor del Eclesiástico en la primera lectura, la humildad no es solamente una virtud humana que nos permite crear relaciones equilibradas y gozosas, “cuanto más grande seas, más humilde debes ser y así obtendrás el favor del Señor. No hay remedio para el mal del orgulloso, porque una planta maligna ha echado raíces en él”.

La humildad es la actitud fundamental en la experiencia de Dios, es la puerta que nos abre a la verdad. Santa Teresa de Jesús decía que “humildad es andar en verdad delante de Dios y de los hombres”, actitud que nos permite acercarnos a él en la verdad, reconociendo su grandeza y aceptando nuestra pobre condición. El mismo Jesús nos dice: “Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve”.

No son los propios méritos los que nos hacen obtener un puesto en la mesa de la comunión con Dios, sino que es su acción benévola y gratuita la que nos levantará de nuestra propia indigencia y nos dirá: “Amigo, sube más arriba”. Que diferente sería el país si en vez de hundirnos unos a otros, si en vez de tanta persecución, nos ayudáramos a levantarnos, o decirle al que está caído: “amigo, sube, levántate”.

El orgullo, la prepotencia, la incapacidad para abrirse al diálogo, ocasiona sufrimiento a nosotros mismo y a los demás, la pretensión de tener la razón nos hace perder los perfumes más hermosos de la vida, la convivencia pacífica, la sencillez para sentirnos todos hermanos sin diferencia de clase o condición. La humildad es otra cosa, es aceptación de lo que somos, capacidad para apreciar a los demás, libertad frente a los halagos y las críticas, silencio frente a tanta locuacidad y tanta mentira, y sobre todo distanciamiento de la corrupción.

Otra de las virtudes que nos sugiere el Evangelio es la gratuidad “Cuando des un banquete invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos: dichoso tú porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos”. Jesús le hace notar al que le ha invitado a su mesa que, invitar a amigos y parientes revela un amor fácil, espontáneo y un tanto estrecho; en nuestro círculo entran quienes piensan como nosotros y los que piensan diferentes les excluimos y les descartamos o perseguimos. El Reino exige mucho más, abrirse a todos con un amor generoso y sin límites, un amor que da preferencia “a los pobres, a los inválidos y a los ciegos”, a los excluidos y marginados del mundo que no pueden dar nada a cambio.

Quien está lleno de orgullo o apegado a los bienes materiales, al qué dirán, al poder, al parecer de los correligionarios, a las encuestas de popularidad, será siempre incapaz de gozar de la fiesta del Reino y no podrá disfrutar nunca de la libertad y del desprendimiento, ni del gozo de la sencillez. Sólo quien vive delante de Dios como un pobre, y delante de los demás como hermano, podrá participar un día de la gozosa fiesta de la Jerusalén del cielo.

Queridos hermanos, hoy el Evangelio nos da una lección maravillosa, para quienes vivimos en medio del pueblo, y para quienes ostentan el poder más alto del país, el Evangelio es para todos. Ellos son los primeros que están invitados a este banquete de Jesús, pero no para sentarse en el primer lugar, sino en el último, para servir, como  nos dice el Señor. Amen.

Oficina de prensa de la Arquidiócesis de Santa Cruz

Encargado


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