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martes 5 diciembre 2023
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“Iglesia exhorta a construir juntos un sueño común de país, donde la verdad venza a la mentira, la rectitud a la injusticia, la honestidad a la corrupción y la libertad a la sumisión”

Campanas. Desde la Catedral este domingo 23 de enero de 2022, el Arzobispo de Santa Cruz, Mons. Sergio Gualberti afirmó que, hoy es el tiempo de construir juntos un sueño común de país, donde la verdad venza a la mentira, la equidad y rectitud a la injusticia, la honestidad a la corrupción, la libertad a la sumisión, el cuidado de la naturaleza y el medio ambiente a la degradación y contaminación ambiental, el fruto del trabajo honesto a la ganancia producto del engaño, el contrabando y el narcotráfico y donde todos, en justicia, solidaridad y paz, puedan gozar de una vida digna.

Las lecturas de hoy, el “Domingo de la Palabra de Dios” querido por el Papa Francisco, nos dicen que para entender la palabra divina, hay que leerla en espíritu de oración y de fe. El pasaje del libro de Nehemías, que hemos escuchado, presenta al sacerdote Esdras que inaugura, en una asamblea santa, el pueblo judío restaurado en su tierra después de 50 años de destierro en Babilonia. Preside la celebración la misma palabra de Dios, leída y explicada de modo que todos la entiendan. A medida en que procede la lectura, los presentes se va conmoviendo hasta las lágrimas y al final todos responden: “¡Amén! ¡Amén!”, expresando así su voluntad de conversión, de dejar a los ídolos paganos y de volver a la fe en el Dios verdadero. En este hecho, vemos como la palabra de Dios es la que revela su presencia, establece la relación entre Él y los judíos y crea el pueblo.

“Jesús se inserta en el surco trazado por los profetas, lo asume y lo encarna en sí mismo como enviado para liberar y salvar a la humanidad”

En “el Hoy” de ayer y en “el Hoy” de todos los tiempos, Jesús se inserta en el surco trazado por los profetas, lo asume y lo encarna en sí mismo como enviado para liberar y salvar a la humanidad, una misión destinada, en primer lugar, a los pobres y enfermos, a los subyugados y víctimas de las injusticias, a los últimos y “don nadie” de la sociedad. Por la palabra y la actuación de Jesús, queda manifiesto que Dios no es neutral, Él hace la opción de estar del lado de los oprimidos, jamás de los opresores.

“Hoy” la palabra tiene como destinatarios privilegiados a los afligidos, los marginados y los excluidos de nuestra sociedad”

Por eso, también “Hoy” la palabra tiene como destinatarios privilegiados a los afligidos, los marginados y los excluidos de nuestra sociedad y más en general a todos los que sufren de desencanto y desesperanza a causa de la pobreza, la falta de trabajo formal y estable, la inseguridad ciudadana, el narcotráfico, la corrupción, el deterioro del medio ambiente, la violencia al interior y exterior de la familia, las fuerzas disgregadoras de la sociedad y el desconcierto generalizado por la falta de una referencia sólida y un sueño común.

“Un ejemplo de esta situación de desconcierto y confusión, es la suspensión de las medidas sanitarias y de seguridad que se habían dictado para contrarrestar el avance descomunal del coronavirus, a causa de las presiones de corrientes egoístas, irracionales e interesadas, que ponen en riesgo no solo la vida propia sino la vida de los demás”.

Es el momento de recordar que Jesús está presente “Hoy” en medio de nosotros, nos trae la liberación que va a las raíces profundas de los males personales y sociales que nos encadenan, nos enfrentan y nos dividen, y nos asegura que el Reinado de vida y de amor de Dios está en marcha a pesar de tantos signos de muerte.

“Hoy” es el tiempo para renovar nuestra fe en Cristo que nos ha hecho cercano a Dios, para emprender el camino de la santidad”

Jesús hoy está aquí para devolver la esperanza y hacer cercano el reino de Dios a todos, también a los que están lejos de Él, para que experimenten su amor de Padre y se abran a las potencialidades de vida y de amor que el ofrece. “Hoy” es el único tiempo a nuestra disposición, no hay otro; el tiempo para renovar nuestra fe en Cristo que nos ha hecho cercano a Dios, para emprender el camino de la santidad, para dar testimonio del Señor con nuestra vida y para experimentar la paternidad de Dios y la fraternidad entre todos nosotros sus hijos.

“Hoy es el tiempo para escuchar y apropiarnos de la Palabra de Dios, hacerla actual en nuestra existencia y en la de nuestra sociedad”

Hoy es el tiempo para escuchar y apropiarnos de la Palabra de Dios, hacerla actual en nuestra existencia y en la de nuestra sociedad, hacerla norma de vida, porque en ella está la voluntad de Dios. El acatamiento y obediencia a su Palabra, nos hace partícipes del hoy de Jesús, el Señor de la historia que guía los destinos de las personas y la humanidad entera hacia la vida plena y definitiva.

La presencia de Jesús en nuestro “Hoy” nos asegura que el reino de Dios va creciendo en el mundo, pero no con la parafernalia de la fama y el poder y las armas, sino como el grano de trigo oculto en la tierra que crece y madura en el silencio y humildad y da frutos abundantes de vida, de amor y de felicidad.

En este domingo de la Palabra de Dios, expresemos nuestra sincera gratitud a Cristo, Palabra hecha carne, por tan grande don que nos ha hecho, repitiendo juntos el estribillo del salmo: “Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida”.

“Homilía de Monseñor Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz
23/01/2022″

Las lecturas de hoy, el “Domingo de la Palabra de Dios” querido por el Papa Francisco, nos dicen que para entender la palabra divina, hay que leerla en espíritu de oración y de fe. El pasaje del libro de Nehemías, que hemos escuchado, presenta al sacerdote Esdras que inaugura, en una asamblea santa, el pueblo judío restaurado en su tierra después de 50 años de destierro en Babilonia. Preside la celebración la misma palabra de Dios, leída y explicada de modo que todos la entiendan. A medida en que procede la lectura, los presentes se va conmoviendo hasta las lágrimas y al final todos responden: “¡Amén! ¡Amén!”, expresando así su voluntad de conversión, de dejar a los ídolos paganos y de volver a la fe en el Dios verdadero. En este hecho, vemos como la palabra de Dios es la que revela su presencia, establece la relación entre Él y los judíos y crea el pueblo.

El evangelio nos presenta una escena similar. Jesús, a los inicios de su misión pública después del bautismo en el río Jordán, se dirige a Nazaret, donde se había criado. El sábado, como de costumbre, entra en la sinagoga. “Como de costumbre”, este detalle, nos indica que Jesús es un buen judío que observa fielmente la ley del sábado, el día dedicado a Dios, a la comunidad y al descanso de todo trabajo.

Allí le entregan el libro del profeta Isaías que está cerrado: en ese momento la palabra de Dios está en las manos de Jesús, el único que la puede abrir, entender y dar a conocer su sentido auténtico. “Tú eres digno de abrir el libro y abrir los sellos”, así dice el libro de Apocalipsis (5,9). La palabra de Dios, sin Jesucristo, es incomprensible y queda como una promesa no cumplida.

Jesús lee el texto donde el profeta Isaías anuncia al pueblo de Israel, humillado y desterrado de su tierra, que Dios enviará el Mesías para liberarlo de sus opresores: “El Espíritu del Señor está sobre mí… Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”.

Jesús cierra el volumen, lo devuelve y se sienta, en actitud de maestro, mientras todos los ojos están fijos en él. «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír». En Cristo, «Hoy se cumplido», el tiempo de la promesa y se abre el tiempo de la realidad (Mc 1,15). Es muy significativo que Jesús presente su “programa” como Mesías, en una aldea campesina, entre la gente pobre, humilde y marginada de su pueblo y no en Jerusalén, la ciudad capital y centro de los poderes del país.

En Jesús, el “Hoy eterno de Dios”, se cumple, plenamente y de una vez por todas, la buena noticia de Isaías que se había realizado solo parcialmente a lo largo de toda la historia de Israel. Por Cristo, la Palabra de Dios no solo es anunciada y explicada, sino que se hace vida, se traduce en acción y se hace actual. Él hace efectivo el mensaje central de la Revelación: la liberación integral del ser humano del mal y el pecado que lo esclavizan y denigran su dignidad, para que pueda gozar de la vida sin fin.

En “el Hoy” de ayer y en “el Hoy” de todos los tiempos, Jesús se inserta en el surco trazado por los profetas, lo asume y lo encarna en sí mismo como enviado para liberar y salvar a la humanidad, una misión destinada, en primer lugar, a los pobres y enfermos, a los subyugados y víctimas de las injusticias, a los últimos y “don nadie” de la sociedad. Por la palabra y la actuación de Jesús, queda manifiesto que Dios no es neutral, Él hace la opción de estar del lado de los oprimidos, jamás de los opresores.

Por eso, también “Hoy” la palabra tiene como destinatarios privilegiados a los afligidos, los marginados y los excluidos de nuestra sociedad y más en general a todos los que sufren de desencanto y desesperanza a causa de la pobreza, la falta de trabajo formal y estable, la inseguridad ciudadana, el narcotráfico, la corrupción, el deterioro del medio ambiente, la violencia al interior y exterior de la familia, las fuerzas disgregadoras de la sociedad y el desconcierto generalizado por la falta de una referencia sólida y un sueño común.

Un ejemplo de esta situación de desconcierto y confusión, es la suspensión de las medidas sanitarias y de seguridad que se habían dictado para contrarrestar el avance descomunal del coronavirus, a causa de las presiones de corrientes egoístas, irracionales e interesadas, que ponen en riesgo no solo la vida propia sino la vida de los demás.

Es el momento de recordar que Jesús está presente “Hoy” en medio de nosotros, nos trae la liberación que va a las raíces profundas de los males personales y sociales que nos encadenan, nos enfrentan y nos dividen, y nos asegura que el Reinado de vida y de amor de Dios está en marcha a pesar de tantos signos de muerte.

Jesús hoy está aquí para devolver la esperanza y hacer cercano el reino de Dios a todos, también a los que están lejos de Él, para que experimenten su amor de Padre y se abran a las potencialidades de vida y de amor que el ofrece. “Hoy” es el único tiempo a nuestra disposición, no hay otro; el tiempo para renovar nuestra fe en Cristo que nos ha hecho cercano a Dios, para emprender el camino de la santidad, para dar testimonio del Señor con nuestra vida y para experimentar la paternidad de Dios y la fraternidad entre todos nosotros sus hijos.

Hoy es el tiempo para escuchar y apropiarnos de la Palabra de Dios, hacerla actual en nuestra existencia y en la de nuestra sociedad, hacerla norma de vida, porque en ella está la voluntad de Dios. El acatamiento y obediencia a su Palabra, nos hace partícipes del hoy de Jesús, el Señor de la historia que guía los destinos de las personas y la humanidad entera hacia la vida plena y definitiva.

Hoy es el tiempo de construir juntos un sueño común de país, donde la verdad venza a la mentira, la equidad y rectitud a la injusticia, la honestidad a la corrupción, la libertad a la sumisión, el cuidado de la naturaleza y el medio ambiente a la degradación y contaminación ambiental, el fruto del trabajo honesto a la ganancia producto del engaño, el contrabando y el narcotráfico y donde todos, en justicia, solidaridad y paz, puedan gozar de una vida digna.

La presencia de Jesús en nuestro “Hoy” nos asegura que el reino de Dios va creciendo en el mundo, pero no con la parafernalia de la fama y el poder y las armas, sino como el grano de trigo oculto en la tierra que crece y madura en el silencio y humildad y da frutos abundantes de vida, de amor y de felicidad.

En este domingo de la Palabra de Dios, expresemos nuestra sincera gratitud a Cristo, Palabra hecha carne, por tan grande don que nos ha hecho, repitiendo juntos el estribillo del salmo: “Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida”. Amén.

Graciela Arandia de Hidalgo



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