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viernes 8 diciembre 2023
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Luchar contra los corruptos de guante blanco y no contra los indefensos, pide Monseñor Sergio Gualberti

Una fuerte condena hacia los corruptos de guante blanco en contra de quienes la sociedad debería luchar, fue la que hizo el Arzobispo de Santa Cruz, Monseñor Sergio Gualberti en su homilía de este domingo. Habló también del desamparo y la injustica que hay en nuestra sociedad y pidió  no atacar a los más indefensos, refiriéndose a la fuerte intervención de esta en contra las personas en situación de calle a quienes se denigra y discrimina al llamarles “hombres topo” denunció.

“No olvidemos que son personas, por tanto es inaceptable esa denominación denigrante, discriminatoria e indigna de la dignidad de todo ser humano. Por otra parte, la lucha de la sociedad no debe ser en contra de estos hermanos, necesitados de medidas que les ayuden a superar sus dependencias y a la reinserción en el tejido social, sino en contra de delincuentes, como los corruptos que, aprovechando su  poder, con guantes blancos se apropian de los bienes públicos destinados al bien común”.

Las declaraciones de Monseñor han despertados diversas reacciones porque se dan en medio del escándalo de corrupción generado en el “Banco Unión”, entidad estatal.

El Drama de los migrantes nos exige ser solidarios y justos con todos sin discriminar al extranjero

Tomando como referencia las primeras lecturas del domingo donde Dios recuerda a su pueblo que también ellos fueron en Egipto, el Prelado cruceño recordó que “todos nosotros también somos extranjeros y de paso en esta tierra y que por tanto deberíamos ser solidarios y justos con todos, sin discriminar a nadie por su lugar de proveniencia”.

Señalando que en esa sociedad el extranjero era totalmente desamparado, víctima de toda clase de abusos sin posibilidad de que le hicieran justicia, aseguró que esa actitud hacia los extranjeros, no es propia del mundo de entonces, “sino que también hoy asistimos al drama de tantos migrantes en el mundo y también en nuestro país, de personas que dejan su tierra natal en busca de nuevas oportunidades de vida o de refugiados que huyen de la persecución política o religiosa”.

“Muchos de ellos no logran cumplir con su sueño, porque víctimas del tráfico y trata de personas o porque mueren por las difíciles condiciones por las que deben pasar, como los miles y miles de prófugos de África y Medio Oriente ahogados en el Mar Mediterráneo” subrayó la autoridad religiosa.

En nuestra realidad también hay desamparo e injusticia con las personas indefensas e débiles

Más adelante habló de las personas desamparadas y la injusticia reinante en nuestra sociedad recordando que “Dios afirma con fuerza que, como Padre justo y compasivo, no queda indiferente ante el sufrimiento de los más pobres y débiles, sino que escucha su clamor, asume sobre sí sus problemas, acude en su defensa y les rinde justicia”

“En nuestra sociedad también se da una realidad de desamparo e injusticia, hay tantas categorías indefensas e débiles como los niños huérfanos, los ancianos solos, las mujeres abandonadas, los mendigos y las personas en situación de calle”.

Dignidad de las personas en situación de calle que necesitan ayuda para superar sus dependencias

En ese sentido se refirió a la intervención que se dio en estos días para sacar de la calle con fuerza a hermanos llamados “hombres-topo” “No olvidemos que son personas, por tanto es inaceptable esa denominación denigrante, discriminatoria e indigna de la dignidad de todo ser humano” exclamó el Prelado señalando que “la lucha de la sociedad no debe ser en contra de estos hermanos, necesitados de medidas que les ayuden a superar sus dependencias y a la reinserción en el tejido social, sino en contra de delincuentes, como los corruptos que, aprovechando su  poder, con guantes blancos se apropian de los bienes públicos destinados al bien común”.

Luchar contra los corruptos de guante blanco

Concentrándose en la plaga de la corrupción y después de remarcar que la lucha de la sociedad no debe ser contra los más débiles que necesitan ayuda “sino en contra de delincuentes, como los corruptos que, aprovechando su  poder, con guantes blancos se apropian de los bienes públicos destinados al bien común” prosiguió subrayando las fuertes palabras de condena del Papa Francisco sobre este mal:

El corrupto se cree un vencedor… se pavonea para menospreciar a los otros… no conoce la hermandad o la amistad, sino la complicidad y la enemistad”.

Y sigue el Papa: es “un proceso de muerte” que se ha vuelto habitual en la sociedad y “un mal más grande que el pecado”,” y “la peor plaga social porque genera gravísimos problemas y crímenes que implican a todos”.

HOMILÍA DE MONSEÑOR SERGIO GUALBERTI, ARZOBISPO DE SANTA CRUZ

DOMINGO 29 DE OCTUBRE DE 2017

BASÍLICA MENOR DE SAN LORENZO MÁRTIR

El clima de controversia entre Jesús y los sectores del poder religioso y político, al igual que los domingos anteriores, es lo que caracteriza el texto del evangelio de hoy. Esta vez es un representante del judaísmo oficial que, al enterarse del fracaso de los saduceos, busca poner a prueba a Jesús, preguntándole sobre el mandamiento más importante de la ley de Moisés. Jesús, responde con las mismas palabras de la ley: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu”. El amor a Dios es la base de todos los preceptos, amor que nos involucra con todas nuestras facultades y fuerzas y que pone Dios al centro de nuestra existencia, ordenando todo desde ese amor primero.

Pero, el amor a Dios no nos encierra en una relación narcisista, sino que nos abre al amor hacia los demás: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Sin el amor al prójimo no puede haber amor a Dios, afirma con fuerza el apóstol San Juan: “El que dice – amo a Dios – y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve”.

El amor a Dios y a los hermanos, es participación del mismo amor con el que Dios nos ha hecho partícipes de su vida, un amor que no es emoción, sentimiento o pasión, sino adhesión sincera, entrega y servicio, haciendo de nuestra vida un don para Dios y los demás al igual que Jesús.

Al respecto, la primera lectura sacada del Libro del Éxodo, nos da un ejemplo concreto de lo que significa cumplir los mandamientos del amor: “No maltratarás al extranjero ni lo oprimirás, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto”.

En esa sociedad el extranjero era totalmente desamparado, víctima de toda clase de abusos sin posibilidad de que le hicieran justicia. Esta actitud hacia los extranjeros, no es propia del mundo de entonces, sino que también hoy asistimos al drama de tantos migrantes en el mundo y también en nuestro país, de personas que dejan su tierra natal en busca de nuevas oportunidades de vida o de refugiados que huyen de la persecución política o religiosa.

Muchos de ellos no logran cumplir con su sueño, porque víctimas del tráfico y trata de personas o porque mueren por las difíciles condiciones por las que deben pasar, como los miles y miles de prófugos de África y Medio Oriente ahogados en el Mar Mediterráneo.

Dios recuerda a su pueblo que también ellos fueron extranjeros en Egipto y esto nos hace pensar que todos nosotros también somos extranjeros y de paso en esta tierra y que por tanto deberíamos ser solidarios y justos con todos, sin discriminar a nadie por su lugar de proveniencia.

En particular, los cristianos, conscientes de que todos somos hijos del mismo Padre y redimidos por Jesucristo, debemos luchar en contra de toda xenofobia y considerarnos todos como verdaderos hermanos, llamados a compartir en igualdad de oportunidades los bienes de la creación, derribando fronteras y muros, y creando puentes de comprensión, solidaridad y fraternidad.

Además de los extranjeros Dios indica explícitamente a otras categorías desfavorecidas y oprimidas en su pueblo: “No harás daño a la viuda ni al huérfano… Si prestas dinero… al pobre, no te comportarás con él como un usurero… si me piden auxilio, Yo escucharé su clamor…”.

Sin el amparo del varón la viuda y el huérfano arriesgaban perder sus bienes y ser sometidos a la esclavitud y estar a la merced de los poderosos. Dios afirma con fuerza que, como Padre justo y compasivo, no queda indiferente ante el sufrimiento de los más pobres y débiles, sino que escucha su clamor, asume sobre sí sus problemas, acude en su defensa y les rinde justicia. Si Dios pide a su pueblo no olvidar nunca que Él lo liberó de las injusticias y sufrimientos de la esclavitud de Egipto, es para que, una vez llegado a la tierra prometida, no caiga en el mismo sistema dictatorial de sus opresores y rechace toda clase de injusticias, tiranías y exclusión.

En nuestra sociedad también se da una realidad de desamparo e injusticia, hay tantas categorías indefensas e débiles como los niños huérfanos, los ancianos solos, las mujeres abandonadas, los mendigos y las personas en situación de calle. En estos días en nuestra ciudad se ha dado una intervención para sacar de la calle con fuerza a hermanos llamados “hombres-topo”. No olvidemos que son personas, por tanto es inaceptable esa denominación denigrante, discriminatoria e indigna de la dignidad de todo ser humano. Por otra parte, la lucha de la sociedad no debe ser en contra de estos hermanos, necesitados de medidas que les ayuden a superar sus dependencias y a la reinserción en el tejido social, sino en contra de delincuentes, como los corruptos que, aprovechando su  poder, con guantes blancos se apropian de los bienes públicos destinados al bien común.

Al respecto el Papa Francisco tiene palabras fuertes de condena: “El corrupto se cree un vencedor… se pavonea para menospreciar a los otros… no conoce la hermandad o la amistad, sino la complicidad y la enemistad”.

Y sigue el Papa: es “un proceso de muerte” que se ha vuelto habitual en la sociedad y “un mal más grande que el pecado”,” y “la peor plaga social porque genera gravísimos problemas y crímenes que implican a todos”.

Queridos hermanos y hermanas, la solemnidad de “Todos los Santos” y la Conmemoración de los fieles difuntos, que celebramos miércoles y jueves próximos, nos llaman a vencer toda tentación de poder y de tener, y a poner nuestra mirada y esfuerzos en construir los bienes eternos que no conocen ladrones ni polillas, el horizonte definitivo de la vida plena y feliz en Dios.

Estas celebraciones religiosas, marcadas por tradiciones profundas y cargadas de esperanza, son expresión evidente de nuestro cariño para con nuestros seres queridos difuntos y de nuestra fe profunda en la vida en Cristo más allá de muerte, una fiesta que se podría bien llamarse “la fiesta de la vida”. Guardémoslas con mucho celo y no cedamos el paso al avance de “Halloween”, evocación  pagana y ajena a nuestra cultura, impulsada por intereses meramente comerciales. En este sentido, diversas parroquias han tomado la iniciativa loable y a imitar, de vestir a los niños con los hábitos de su santo favorito, de convocarlos a orar y a celebrar con alegría a tantos buenos cristianos que nos han precedido en la fe y que ya gozan de la presencia eterna de Dios.

Por eso invito a todos ustedes a vivir con fe intensa y sincera el misterio de “la comunión de los santos que profesamos en el “Credo”. Comunión entre vivos y difuntos en el amor de Jesucristo, el Señor de todos, “vida y esperanza” que brilla por encima de tantos signos de muerte de nuestro mundo. Amén.

Oficina de prensa del Arzobispado de Santa Cruz

Encargado


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