En la Celebración Eucarística del domingo 14 de febrero en la Catedral, el Arzobispo de Santa Cruz, Mons. Sergio Gualberti, afirmó que la “Cuaresma es un tiempo precioso para conocer el don de la fe y renovar nuestra vida cristiana”, al mismo tiempo que invitó a los fieles a vivir la Cuaresma de este Año Jubilar con mayor intensidad, para celebrar y experimentar la misericordia de Dios.
Homilía Completa de Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz /domingo 14/02/2016
Hace cuatro días hemos iniciado la Cuaresma, camino de preparación a la fiesta Pascua, un tiempo precioso para conocer el don de la fe y renovar nuestra vida cristiana. Queremos caminar junto a Jesús que, como hemos escuchado en el Evangelio, después del bautismo en el río Jordán y antes de iniciar su misión, lleno de Espíritu Santo y bajo su guía fue al desierto donde permaneció cuarenta días. En el desierto, Jesús está solo sin nadie ni nada que se interponga entre Él y el Padre y allí será puesto a la prueba en su identidad de Hijo de Dios.
También para nosotros, la cuaresma vivida con Jesús, debería ser un tiempo de desierto, un tiempo de silencio y recogimiento, en el que estamos solos ante Dios, para encontrarnos con él, para hacer la luz y la verdad acerca de nuestra vida, de lo que somos y de lo que cuenta en nuestra existencia.
Jesús, al finalizar ese camino de soledad y abstinencia, tiene que enfrentarse al tentador, al demonio que con mucha perfidia y sirviéndose de la misma palabra de Dios tergiversada y manipulada, lo tienta en tres aspectos fundamentales de su misión de enviado de Dios. En boca del demonio la Palabra de Dios sirve para justificar el camino del éxito fácil, del poder, del dominio y prestigio espectacular.
Jesús en cambio, a la luz de la fe, lee la Palabra de una manera totalmente opuesta, haciendo la opción de fidelidad radical a Dios y de entrega, servicio y solidaridad en bien de los demás. Esta opción de Jesús lo guiará durante todo su ministerio, nunca buscará ser famoso a través de sus milagros, hechos extraordinarios y predicación, ni se aliará a los grupos de poder ni a los ricos de su tiempo. Jesús, después de tantos días en el desierto, está con hambre, y el demonio aprovecha para tentarlo. “Si Tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan”.
El tentador le pide que se sirva de su estado de Hijo de Dios para saciar su hambre. La respuesta de Jesús es tajante: “Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de Pan”. No podemos instrumentalizar a Dios para nuestros intereses y más bien hay que aprender a pedir el don “del pan de cada día”, confiados en el amor providente del Padre. Luego el demonio lo lleva a un lugar más alto y le muestra en un instante todos los reinos de la tierra “Te daré todo este poder… si te postras delante de mi”. Con estas palabras plantea a Jesús que, para someter los pueblos al Reinado de Dios, se autoproclame como el único gestor del poder político, tomado como dios absoluto. Ante este ofrecimiento la repuesta de Jesús es lapidaria: “Está escrito: Adorarás al señor, tu Dios, y a Él solo rendirás culto”.
Jesús dice no al poder por el poder, y al prestigio, como medios para instaurar el señorío de Dios sobre el mundo. Esta lógica es totalmente contraria a su opción, marcada por el misterio de la Encarnación y de la Cruz. Él no se impone con el poder y la riqueza, sino que, en el respeto de nuestra libertad y dignidad, nos cautiva con el testimonio de su entrega, amor y servicio en bien de todos. A lo largo de la historia hasta el día de hoy, la tentación del poder político absoluto, ha encandilado a tantas personas, al punto que se han endiosado y se han presentado como salvadores, no escatimando ningún medio para dominar.
Los poderes totalitarios, no tienen reparo en recurrir a la mentira, a la fuerza, a la violencia, a la manipulación de la justicia, a la corrupción, a la compra de conciencias con el dinero y prebendas, a crear falsos espejismos con obras ostentosas y manifestaciones de poderío que adormecen las conciencias y hacen olvidar la dura realidad. Es significativo que la tercera tentación se de en la parte más alta del templo de Jerusalén, haciendo entrever la suerte final de la misión terrenal de Jesús. “Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito que… los ángeles te llevarán en sus manos”.
Es la tentación de huir de la prueba más grande, la muerte en cruz. Jesús le responde: ”Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”. Él se ha hecho hombre para asumir en todo nuestra condición humana incluso la muerte y no traiciona su misión. Jesús superó todas las pruebas gracias a la fortaleza espiritual de la oración y de la abstinencia, y a partir de ese momento llevó adelante su misión pública, como el Mesías pobre, servidor fiel del Reino de Dios. Como Jesús, también nosotros pasamos por las tentaciones, que responden a un propósito fundamental del demonio: desterrar el primado de Dios en nuestra vida y abrirse paso para dominar, él mismo, por medio de tantos otros dioses e ídolos que esclavizan y siembran la muerte. Para salir airosos de este combate espiritual, tenemos que seguir los pasos de Jesús, recurrir a la oración y liberar nuestro corazón y espíritu de tantos ídolos, para encontrarnos con Dios en un acto de fe y de amor.
En este año jubilar de la misericordia, la cuaresma es el tiempo más propicio para gozar de la gracia abundante que Jesús nos ha merecido, a través de la meditación de la palabra de Dios, la oración, el ayuno y la caridad. El Papa Francisco en su Carta Apostólica “el Rostro de la misericordia” nos anima justamente a dar este paso con decisión. “La Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, comomomento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios. ¡Cuántas páginas de la Biblia pueden ser meditadas en las semanas de Cuaresma para redescubrir el rostro misericordioso del Padre! Con las palabras del profeta Miqueas también nosotros podemos repetir: Tú, oh Señor, eres un Dios que cancelas la iniquidad y perdonas el pecado, que no mantienes para siempre tu cólera, pues amas la misericordia. Tú, Señor, volverás a compadecerte de nosotros y a tener piedad de tu pueblo. Destruirás nuestras culpas y arrojarás en el fondo del mar todos nuestros pecados” (cfr 7,18-19). Antes de terminar, una palabra acerca de un evento de vital importancia para nuestro país. El Domingo próximo estamos llamados a ejercer nuestros derechos y deberes ciudadanos participando del referéndum para dar nuestra respuesta a la pregunta: “¿Usted está de acuerdo con la reforma del artículo 168 de la Constitución Política del Estado para que la Presidenta o Presidente y la Vicepresidenta o Vicepresidente del Estado puedan ser reelectas o reelectos por dos veces de manera continua?”.
La propuesta va más allá de personas concretas y se refiere a un cambio de la Constitución Política del Estado en un tema que atañe al ejercicio de la autoridad, al sistema democrático y a la visión misma de país. Por eso es importante que todos acudamos a las urnas para dar nuestro voto en total libertad y de acuerdo a nuestra recta conciencia. También ese día tenemos busquemos preservar el clima de serenidad y paz, y cuidemos que no haya ninguna manipulación del voto en el respeto de la voluntad de los ciudadanos. Antes de terminar una palabra de aliento a todos los catequistas de nuestra Arquidiócesis, aquí representados. Hoy son enviados a anunciar a Jesús y el Evangelio a los niños y jóvenes, hacerlo conocer y amar para que sea su amigo y guía a lo largo de toda su vida. Iniciemos esta cuaresma abriendo nuestra vida al Señor, para que nos acompañe a lo largo de este camino de conversión, experimentemos su misericordia y así llegar a celebrar con alegría la vida nueva de la Pascua. Amén
OFICINA DE PRENSA DE LA ARQUIDIÓCESIS DE SANTA CRUZ.