Este domingo 22 de noviembre, fiesta de Cristo Rey, Monseñor Sergio Gualberti aclaró en qué sentido debemos entender la realeza de Cristo “Jesús es Rey que se ha hecho siervo y ha puesto el amor por encima del poder para transformar efectivamente la historia de la humanidad, liberándola de toda clase de esclavitud y de la muerte” aseveró.
El prelado añadió que el verdadero poder de Jesús “su misión, el sentido y la finalidad última de su encarnación y misión salvadora: “dar testimonio de la verdad”.
En esa misma línea puntualizó la figura de Cristo como “el Testigo fiel”, que ha servido a la Verdad durante toda su vida hasta la cruz. Sólo en la cruz aparece el título de rey y como motivo de su condena: “Jesús de Nazareth, Rey de los Judíos“. !Sí!, Jesús es rey, pero en la cruz, sufrido, abandonado, no hay como equivocarse acerca de su realeza” manifestó.
“Jesús cumple su misión como un verdadero soberano, pero que ejerce su poder desde la cruz y coronado de espinas. En el Rey crucificado, la autoridad es servicio y el poder fuerza de amor. Por la cruz, Jesús nos hace partícipes de su realeza, no como privilegio para jactarnos o para dominar, sino como servicio de amor a los demás”.
Monseñor Sergio indicó que los súbditos de Jesucristo son “todos aquellos que están abiertos a la verdad y lo aceptan como único rey y Señor de su vida”. Y en ese sentido indicó qué significa ser súbdito de Jesucristo:
- Ser “súbditos de Cristo Rey”, es vivir, pensar y actuar en sintonía constante con Cristo que, de esa manera, se vuelve el único criterio de referencia.
- Ser súbditos de Cristo Rey, es dejar de lado todos los resentimientos, venganzas y odios, acoger el amor que desarma a las conciencias, promover la reconciliación y trabajar para la solidaridad y fraternidad entre todos.
- Ser súbditos de Cristo Rey, es luchar a favor de la vida, en particular de los pobres y descartados de una sociedad individualista y mercantilista.
- Ser súbditos de Cristo Rey, es luchar en contra de la espiral de la corrupción que infecta todos los ámbitos de la convivencia social.
- Ser súbditos de Cristo Rey, es ser operadores de paz, comprometidos con la paz verdadera cimentada sobre la justicia, el amor, la verdad y la libertad.
- Ser súbditos de Cristo Rey, significa permanecer en la verdad, que nos hace ser evangélicamente y espiritualmente libres, porque la realeza de Cristo, no esclaviza, libera.
HOMILÍA DE MONSEÑOR SERGIO GUALBERTI, ARZOBISPO DE SANTA CRUZ.
DOMINGO 22 DE NOVIEMBRE DE 2015
Con la fiesta de Cristo Rey termina el Año Litúrgico para nuestra Iglesia, año en el cual hemos ido celebrando, en un camino de fe, todos los misterios principales de la salvación: desde la Navidad, Pascua, Pentecostés y hasta esta fiesta de hoy.
Cristo Rey del Universo: de todas las personas y pueblos, de todos los corazones y conciencias. Con esta celebración la Iglesia quiere manifestar el rol insustituible de Jesucristo en la historia humana y recordarnos a todos que él es el único Señor ante quien debemos arrodillarnos, que puede pedirnos la adhesión de toda nuestra persona y al que tiene que orientarse toda nuestra historia personal y comunitaria.
Las lecturas de la liturgia nos aclaran en qué sentido debemos entender la realeza de Cristo, por cierto muy distinta de cómo la concibe el mundo. La lectura del profeta Daniel presenta una famosa visión cósmica en la que aparece por primera vez la figura como “Hijo de hombre“, expresión que significa “Mesías”. Al “Hijo de hombre” que llega sobre las nubes del cielo, símbolo de vida, el “Anciano“, es decir Dios, con un ceremonial típico de las entronizaciones imperiales, confiere un poder ilimitado: “su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido”. Una visión grandiosa en la que el Mesías aparece al mismo tiempo dentro de la historia y por encima de ella, ejerciendo un señorío temporal y al mismo tiempo eterno.
En la misma óptica, la 2da lectura del libro de Apocalipsis identifica a ese “Hijo de hombre” con Jesucristo y lo define con una serie de apelativos:
– el “testigo fiel” que, con su palabra, su vida, su pasión y muerte, nos ha revelado el misterio del amor misericordioso de Dios;
– “el primero que resucitó de entre los muertos” y que por tanto precede a una multitud de hermanos en la gloria de Dios;
– y el “rey de reyes”: que, por su glorificación, ha sido constituido soberano de todos los poderosos de la tierra.
– el Alfa y el Omega, el principio y fin de la creación y de la historia. “El que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso”. San Pablo nos dice que: “Por medio de él existen todas las cosas y nosotros somos por él” (1 Cor 8,6), y a quien Dios ha confiado los destinos del mundo. Todo el universo depende totalmente de Él y toda nuestra existencia está en Él y tiende hacia Él, la Vida plena y eterna.
El evangelio de san Juan, sigue aclarando acerca de la realeza de Jesús, confrontando dos poderes reales: el de Pilato y el de Jesús. A la pregunta de Pilato: “¿Eres Tú el rey de los judíos?”. Jesús responde afirmativamente: “Tu lo dices: yo soy rey”, pero en seguida aclara “mi realeza no es de este mundo”. La realeza de Jesús no tiene origen terrenal, ni tampoco tiene las características y manifestaciones de los poderes de la tierra. Para implementar el Reino de Dios, Jesús, contrariamente a Pilato y a tantos poderíos del mundo, no busca su propia gloria, no recurre a la fuerza, no impone un régimen despótico y autoritario, menos aún recurre al engaño, a la violencia y a las armas.
Jesús anuncia e instaura el Reino de Dios, proyecto de vida y amor del Padre, no como algo más a lado de Dios, sino sencillamente como la presencia de Dios mismo entre nosotros con su poder sanador y salvador: “El Reino de Dios se ha hecho cercano, conviértanse y cambien de vida”. Jesús, entonces, es Rey que se ha hecho siervo y ha puesto el amor por encima del poder para transformar efectivamente la historia de la humanidad, liberándola de toda clase de esclavitud y de la muerte. Una transformación de nuestras relaciones con Dios y con los hombres basadas en el amor, el derecho, la justicia y la paz.
Jesús sigue aclarando acerca de su realeza: “Para esto he nacido y he venido al mundo; para dar testimonio de la Verdad”. Este es el poder de Jesús, su misión, el sentido y la finalidad última de su encarnación y misión salvadora: “dar testimonio de la verdad”.
La Verdad es la Palabra del Padre que Cristo nos ha revelado, pero es todavía mucho más:
– es el mismo Cristo, Palabra eterna hecha carne, que nos comunica la vida de Dios,
– es el Espíritu Santo que ilumina y guía hacia la verdad plena.
Con su testimonio, Jesús nos hace tomar conciencia de que el Amor y la Verdad nunca nos abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano.
Jesúcristo es “el Testigo fiel”, que ha servido a la Verdad durante toda su vida hasta la cruz. Sólo en la cruz aparece el título de rey y como motivo de su condena: “Jesús de Nazareth, Rey de los Judíos“. !Sí!, Jesús es rey, pero en la cruz, sufrido, abandonado, no hay como equivocarse acerca de su realeza.
Jesús cumple su misión como un verdadero soberano, pero que ejerce su poder desde la cruz y coronado de espinas. En el Rey crucificado, la autoridad es servicio y el poder fuerza de amor. Por la cruz, Jesús nos hace partícipes de su realeza, no como privilegio para jactarnos o para dominar, sino como servicio de amor a los demás.
Desde el trono de la cruz, el rey crucificado ha expulsado al mal y vencido al príncipe de este mundo y constituye como “sus súbditos” todos aquellos que están abiertos a la verdad y lo aceptan como único rey y Señor de su vida.
Ser “súbditos de Cristo Rey”, es vivir, pensar y actuar en sintonía constante con Cristo que, de esa manera, se vuelve el único criterio de referencia.
Ser súbditos de Cristo Rey, es dejar de lado todos los resentimientos, venganzas y odios, acoger el amor que desarma a las conciencias, promover la reconciliación y trabajar para la solidaridad y fraternidad entre todos.
Ser súbditos de Cristo Rey, es luchar a favor de la vida, en particular de los pobres y descartados de una sociedad individualista y mercantilista.
Ser súbditos de Cristo Rey, es luchar en contra de la espiral de la corrupción que infecta todos los ámbitos de la convivencia social.
Ser súbditos de Cristo Rey, es ser operadores de paz, comprometidos con la paz verdadera cimentada sobre la justicia, el amor, la verdad y la libertad.
Ser súbditos de Cristo Rey, significa permanecer en la verdad, que nos hace ser evangélicamente y espiritualmente libres, porque la realeza de Cristo, no esclaviza, libera.
Este misterio de Cristo Rey nos abre un gran horizonte de esperanza que hace brotar, en lo profundo de nuestro ser, sentimientos de alegría, agradecimiento y alabanza. Hagámoslo hoy con la admirable profesión de la asamblea de los creyentes reunidos en el día del Señor que nos presenta el texto de Apocalipsis escuchado en la 2da lectura: “A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén”.