Con repiques de campanas y tres días de fiestas sociales y populares, hace 101 años se estrenó, bendijo y consagró el templo catedralicio de Santa Cruz, hoy basílica, dedicándola al patrono de la diócesis San Lorenzo.
El pasado año, la Arquidiócesis celebró los 100 años de la Catedral con un acto protocolar conmemorativo, la entrega de los planos del templo, el TEDEUM de acción de gracias el 24 de Septiembre y hasta un concierto inédito oriental donde se dieron a conocer antiguas partituras con la “misa cruceña”.
Celebrar la Catedral es motivo para dar gracias a Dios por la vida de Fe de nuestro pueblo
En ocasión de estos festejos, Monseñor Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz, aseguró que celebrar los 100 años de la Catedral “es motivo para dar Gracias a Dios por la vida de Fe de nuestro pueblo”, decía:
“Estas fechas son la oportunidad para reflexionar sobre el sentido de dedicar una Iglesia al Señor, y también sobre las vocaciones sacerdotales diocesanas. Consagrar a una iglesia, es dedicarla a Dios y a su culto, es indicar que esa construcción pasa a ser propiedad de Dios, ser “la morada de Dios entre los hombres”. Dios, según la revelación, desde siempre ha querido establecer unas relaciones de amor con la humanidad, estar con nosotros. Los seres humanos para encontrarnos y reunirnos entre nosotros, necesitamos de lugares y espacios concretos, Dios también ha querido tener lugares para recibirnos y compartir con nosotros.
El Hijo de Dios al encarnarse quiso tener una casa y un pueblo donde vivir, poner su morada entre nosotros, una sinagoga donde orar con la comunidad, y ser el Emmanuel: “Dios con nosotros”. Por eso, edificios como los santuarios, templos, basílicas, capillas, son espacios privilegiados donde Dios descenderá siempre en busca de nosotros para reunirse y entrar en comunión con su pueblo. Ya en el A.T. tenemos toda una historia de lugares de encuentro con Dios. Moisés y el pueblo de Israel, aun siendo nómadas en el desierto, construyen la tienda del encuentro. Allí experimentan la presencia de Dios como aquel que libera, camina y está en medio de ellos. Esto significa el nombre de Dios, “Yo soy el que soy”, revelado en el Horeb, no un Dios lejano…”
Un poco de historia.
La consagración del templo catedralicio la realizó el Obispo Dr José Belisario Santisteban, quien también festejaba su cumpleaños aquel 18 de agosto de 1915. El ejecutor de la obra fue el decano Mons. Nicanor Landívar, asesorado por el arquitecto francés León Moussnier. Así culminó esta obra iniciada en los primeros años del siglo XVII, lapso en que el templo tuvo varias reconstrucciones, demoliciones, traslado de imágenes y nueva edificación, en 3 largos siglos de lento discurrir en la ciudad.