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domingo 26 marzo 2023
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Falleció Sor Amaya Rasquin, Misionera incansable que dejó una huella profunda del amor de Dios en niños Jóvenes

Campanas. De su paso por Bolivia, como Maestra, Catequista y Directora hablan las obras que quedan como testimonio de su opción por los más pobres a quienes consideraba que había que devolverles su dignidad, y también de quienes tienen en su vida la huella profunda de una mujer consagrada que nunca se borrará, pues supo sembrar en el corazón de las familias, de los jóvenes, de los niños, de las ex alumnas/os, sobre todo de los más pobres, el amor a Dios y la confianza plena a la Virgen Auxiliadora. Su cercanía, cariño, aprecio, fraternidad por las hermanas fue expresado en un testimonio coherente y gozoso de su vocación de FMA misionera, que transmitía un intenso amor a Dios, confianza en la Providencia, amor incondicional a la Santísima Virgen y una fraternidad que calla el dolor, perdona en el silencio y sólo busca el bien de los más pobres porque más importante era para ella “Ser que hacer”.

Monseñor Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz, Mons. Braulio Sáez, Obispo Emérito, Mons. Estanislao, Dowlaszewicz, Mons. René Leigue, el Vicario General, P. Juan Crespo, Sacerdotes, Religiosas, Religiosos y todo la Iglesia cruceña expresan su sentida condolencia a la Familia Rasquin del Valle y a la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora por el fallecimiento de :

+Sor. Amaya Rasquin del Valle

Q.D.D.G.

Sor Amaya nació en Pamplona (España) el 27 de mayo de 1934, profesó en Barcelona (España) el 5 de agosto de 1963,  perteneció a la Inspectoría boliviana “Nuestra Señora de la Paz”, y falleció el domingo 26 de abril, Tercero de Pascual, en la clínica “Cardio Salud”, de Montero- Santa Cruz , a la edad de 86 años.

Sor Amaya perteneció a una familia de raíces profundamente cristianas, séptima de nueve hijas, recibió de sus amados padres Ignacio y Esperanza, una sólida fe y un testimonio de vivencia cristiana que le enseñaron desde pequeña a buscar la voluntad de Dios. La vida de Amaya está marcada por el dolor de la II Guerra Mundial, donde su padre, en su sentido de responsabilidad, trabajó en lo primero que le venía a la mano, es así que, en el invierno de 1941, quitando la nieve de las calles y descargando de los camiones la leña, se enfermó de una pulmonía que le llevó a la presencia de Dios. Como hombre de fe profunda y de un gran amor a la voluntad de Dios, no se reveló, sino que, dándose cuenta de que moriría dijo a la esposa “Dios es Padre y nos ama, Él sabe por qué lo hace, no te separes de nuestras hijas, Él es justo y te dará la fuerza”.

Este amor a hacer la voluntad de Dios fue el hilo conductor de la vida de Sor Amaya, quien, hasta los 9 años, en su deseo de ser como su madre, mujer sacrificada y trabajadora, se levantaba muy temprano para preparar el desayuno para sus hermanas y hacer otros trabajos, hasta que un Misionero a través de una película de las misiones cambió el rumbo de la vida de Amaya, quedando claro para ella que Dios la quería para sí y misionera, allí entendió, como ella misma lo dejó escrito: “Dios me había elegido para otras cosas y me preparaba en el dolor y las dificultades”. Desde esa corta edad empezó a bosquejar su vida de misionera haciendo los trabajos más duros de la casa y sacrificios que podía ofrecer todo por las misiones, trabajaba para ayudar a la familia y a su vez buscaba de alimentarse diariamente del banquete eucarístico, así esto signifique levantarse muy temprano en invierno, porque sentía que de allí provenía la fuerza que necesitaba para ir adelante, con esa convicción anhelaba llegar a los 15 años para entregarse al Señor como misionera, en esos años su hermana Maribel le ayudo a forjar su vocación contándole episodios de misioneras y diciéndole que: “una misionera tiene que saber vivir con todos, en medio de un sin fin de dificultades, no tiene que tener miedo a nada y comer de todo”.

Seguir al Señor no le fue fácil por las dificultades y las enfermedades que se le fue presentando, pero la certeza de su vocación le llevaba a decir: “Vuestra soy, para vos nací, ¿qué queréis Señor de mí?, su deseo de ser toda de Dios le llevó a intentar ingresar con las Franciscanas misioneras de María, quienes después de tres meses con documentos que iban y venían le negaron la posibilidad por el temor de su frágil salud,  con esta pena en el corazón fue donde su cuñado Pepe para contarle su pena quien le dijo: “la dificultad no puede ser más fuerte que tú, así que tienes que aprender a sonreír a la vida cuando ésta no te sonría”. Todas estas experiencias fueron moldeando el temple de una misionera sólida en la fe y firme en la opción por los más pobres.

Años más tarde, encontrándose en Paris trabajando con grandes peligros y sacrificios, intentó una vez más buscar una congregación, es así que escribió a las FMA de Pamplona a quienes conoció en el tiempo de su convalecencia y de quienes admiraba su espíritu de familia y fraternidad, la espera de una respuesta fue larga, y estando ya en Inglaterra le llegó la carta en la cual le decían que fue admitida como aspirante, grande fue la alegría con la que recibió una respuesta tan anhelada, de esa manera, lo dejó todo y después de un mes y medio, inicio la etapa de formación en Pamplona (España),  el 5 de agosto de 1958 fue admitida al postulantado, y el 05 de agosto de 1959 fue admitida al Noviciado en Barcelona, llegando a profesar el 05 de agosto del año 1963.  Con inmenso gozo inició su vida de FMA siempre soñando con las misiones, sus primeros años de juniorado lo vivió en la entrega del gozo vocacional, comenzó su misión apostólica en diferentes casas de España: Sarría, Alicante, Tosa de Mar, Monbau, Roma, Inglaterra desempeñando diferentes servicios como asistente, profesora, cocinera, enfermera, siempre mostrando a los otros las maravillas que Dios obra en las situaciones adversas; su sed de misionera encontró respuesta en la acogida de la Madre Ersilia Canta, Superiora General quien aceptó su petición misionera, por lo cual, pasó unos años en Roma. Al finalizar el tiempo de preparación recibió la obediencia para ir a Sud África, pero por diferentes circunstancias y, después de un tiempo de estar en Inglaterra, la Voluntad de Dios le envío a Bolivia, país que se convertiría en el lugar de su misión y de plasmar en la realidad su opción por los más pobres, particularmente en la promoción de la mujer, niña y joven campesina. Para responder al llamado que Dios le hizo de servir al más pobre no temió afrontar las dificultades que se le presentaban, limitaciones personales, circunstanciales y hasta materiales, en su afán de servir al pobre y marginado nada le detuvo, ni la falta de comprensión de las superioras o las largas esperas a las autoridades para obtener alguna respuesta a los proyectos, lo edificante fue que no hablaba mal de nadie, pues sabía ver en las incomprensiones  la mano de Dios, ante estas experiencias prefería cantar: “…tus Palabras alientan mi vida tu presencia conforta mi fe…” por eso gozaba más cuando las ONG o algún bienhechor  respondían a los proyectos,  que pensar en las incomprensiones o dificultades  externas.

De su paso por Bolivia, como Maestra, Catequista y Directora hablan las obras que quedan como testimonio de su opción por los más pobres a quienes consideraba que había que devolverles su dignidad, y también de quienes tienen en su vida la huella profunda de una mujer consagrada que nunca se borrará, pues supo sembrar en el corazón de las familias, de los jóvenes, de los niños, de las exalumnas/os, sobre todo de los más pobres, el amor a Dios y la confianza plena a la Virgen Auxiliadora. Su cercanía, cariño, aprecio, fraternidad por las hermanas fue expresado en un testimonio coherente y gozoso de su vocación de FMA misionera, que transmitía un intenso amor a Dios, confianza en la Providencia, amor incondicional a la Santísima Virgen y una fraternidad que calla el dolor, perdona en el silencio y sólo busca el bien de los más pobres porque más importante era para ella “Ser que hacer”.

Su talante de misionera radical y coherente, mujer de oración, profundamente espiritual abiertamente fraterna, sencilla, sin doblez, luchadora, misionera incansable, con gran celo apostólico, totalmente entregada al Señor, quedó cincelada en Bolivia, desde su llegada a esta tierra bendita en cada una de las obras en las que sirvió con alegría, dando a conocer el carisma salesiano con su ardor apostólico, con su servicio al más pobre, mismo que recorrió desde su llegada a Bolivia el año 1974 donde fue destinada a la Casa de Misión San Francisco Xavier de la Colonia Okinawa de Santa cruz en la que permaneció hasta 1975, de allí salió a María Auxiliadora de Montero desde el año 1976 a 1978, luego a María Auxiliadora  Sucre desde 1979 a 1980, pasó a María Auxiliadora La Paz de 1981 a 1983, retornó a su primera tierra de misión colonia Okinawa  en Santa Cruz de 1984 a 1985, regresó a Sucre María Auxiliadora del 1986 a 1991, de allí incursionó en tierra de misión en la periferia de Aranjuez, promoviendo la construcción de viviendas para los más pobres, la conexión de luz eléctrica y agua potable para que tengan una vida digna, abrió caminos, hasta que, siempre confiando en la Providencia de Dios y pidiendo ayuda a personas e Instituciones, consiguió construir el Colegio “Domingo Savio” para acoger a los niños y niñas de las periferias de Sucre y las provincias cercanas, que no tenían acceso a la educación, y la Residencia “Madre Mazzarello” para niñas campesinas,  llegando a fundar  una nueva presencia de las Hijas de María Auxiliadora en 1992 lugar en el que estuvo hasta 1999 como Directora, de allí retornó a María Auxiliadora Montero en el año 2000 siempre donándose a  los demás, hasta que las fuerzas le dieron se desempeñó como notable maestra de Inglés, la salud fue decayendo y postergándola sólo al servicio de las hermanas  de la comunidad a quienes sirvió con tanto cariño expresión de su fraternidad, los últimos meses la salud se le fue deteriorando y en estos días tan particulares de cuarentena por la pandemia sorprendió a la comunidad con una descompensación en sus signos vitales y el domingo por la tarde, día del Señor, fue internada de emergencia pero en pocas horas respondió al llamado de Dios con aquél : “Vuestra soy, para vos nací, ¿qué queréis Señor de mí?, y ahora ya goza de la presencia de Dios y de nuestra madre Santísima Auxiliadora.

Querida sor Amaya, tú que ya contemplas el rostro de Dios a quien tanto amaste y diste a conocer, y gozas de la presencia materna de nuestra Auxiliadora, intercede por nosotras, tus hermanas, y pide al dueño de la mies que nos conceda vocaciones de tu temple, intercede por nuestro Instituto, por el próximo Capítulo General y por el cese de la pandemia del coronavirus que afecta a los más pobres, aquellos por quienes tú gastaste la vida. Descansa en paz, mientras nosotras ofrecemos las oraciones de sufragio, permanecerás por siempre en nuestro corazón y en el de quienes compartiste tu vida y tu misión. (Sor Lucila Guerra Mendoza – Provincial de las FMA en Bolivia).

Damos gracias a Dios por la vida de  esta incansable Misionera española que dedicó su vida a la educación de niños y  jóvenes y que siempre dio testimonio de su opción por los más pobres y supo sembrar en el corazón de las familias, el amor a Dios y la confianza plena a la Virgen Auxiliadora.

Pedimos a toda la Iglesia de Santa Cruz, elevar sus oraciones por el alma de la Hermana Amaya para que Dios la reciba en su Reino Eterno.

 

Santa Cruz, 28 de abril de 2020

 

Graciela Arandia de Hidalgo



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