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miércoles 27 septiembre 2023
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Enérgico cuestionamiento de Monseñor Sergio a los prepotentes que desoyen el clamor del pueblo, desconocen la CPE e imponen leyes de muerte

¿Sin embargo, ¿Cómo hablar de alegría ante las circunstancias difíciles que vive hoy nuestra sociedad, marcada por el desconcierto y sentimientos de impotencia, a causa de prepotentes que desoyen el clamor del pueblo, que imponen leyes de muerte, que avasallan la justicia, que desconocen la Constitución Política del Estado y los valores y principios básicos de la convivencia democrática, como el  bien común, la libertad y la paz” Señaló el Arzobispo de Santa Cruz.

Este tercer domingo de Adviento es conocido en la Iglesia como el “Domingo gaudete = alégrense” y en su homilía, Monseñor Sergio afirmó que nos alegramos porque ya está por llegar nuestro Señor Jesucristo y que “a pesar de  tantos signos de muerte, se levanta la palabra de Dios que convoca a la esperanza y a la alegría, pues con el Mesías que viene, Dios hará brotar la justicia”.

“La esperanza cristiana se funda en la persona de Jesús, por él y solo por él se celebra la Navidad, el “Emanuel” el Dios que viene para quedarse entre y con nosotros, que se solidariza y asume sobre sí nuestros dolores, desánimos y soledades” señaló.


Al referirse al  evangelio señaló que “Jesús, al iniciar su misión evangelizadora, después de haber  leído ese texto del profeta Isaías en la sinagoga de Nazareth su aldea, afirma con firmeza: “Hoy se han cumplido estas palabras”. Jesús se identifica con ese consagrado de Dios, con la misión de instaurar su Reino. Él es el Mesías de “los pobres”, los últimos y descartados de la sociedad, aquellos que no ponen su confianza ni en las riquezas, ni en sus propias fuerzas, ni en los poderosos, sino que se abandonan en las manos de Dios y que sólo confían en Él. Estos son los que esperan al Señor y es para ellos que llega el Salvador”.

Finalmente, el Prelado afirmó que estamos “Llamados a ser testigos de la alegría y esperanza de la Navidad y a reafirmar sin temor nuestra identidad cristiana y a comprometernos todos, cada cual de acuerdo a sus funciones y responsabilidades, a trabajar para construir nuevas relaciones en nuestro país. Relaciones no basados sobre la desconfianza, los prejuicios y la lógica de la prepotencia y del más fuerte, sino en la escucha y reconocimiento del que piensa distinto, en el respeto de su dignidad de persona, en la reconciliación y el perdón, para que nuestra sociedad sea cimentada sobre la roca de la justicia, la solidaridad, la libertad, el bien común y la paz”.

HOMILÍA DE MONSEÑOR SERGIO GUALBERTI, ARZOBISPO DE SANTA CRUZ.

DOMINGO 17 DE DICIEMBRE DE 2017.

BASÍLICA MENOR DE SAN LORENZO MÁRTIR

Yo desbordo de alegría en el Señor, porque Él me vistió con las vestiduras de salvación y me envolvió con el manto de justicia”, “mi alma se estremece de gozo en el Señor” Estén siempre alegres…” el profeta Isaías, la Virgen María y san Pablo expresan con estas palabras su gran alegría porque Dios ha intervenido en la historia humana para salvarla y librarla de toda clase de esclavitudes y nos invitan a alegrarnos con ellos.

Con razón este tercer Domingo de Adviento es conocido en la Iglesia como el “Domingo gaudete = alégrense“, y nosotros nos alegramos porque ya está por llegar nuestro Señor Jesucristo, anuncio que a su tiempo Juan el Bautista hizo en un diálogo con los sacerdotes y levitas enviados por los judíos. Estos preguntaron tres veces a Juan sobre su identidad y él a cada pregunta respondió siempre con un “no” firme: “¿Quién eres Tu?  “Yo no soy el Mesías”. “¿Eres Elías?No”. “¿Eres el Profeta?” el nuevo Moisés. “Tampoco”.

Luego el Bautista, compenetrado de su misión, les aclara que él solamente es un servidor y portavoz del Señor enviado a anunciar y preparar la inminente venida del Mesías: Yo tengo que disminuir para que el Mesías crezca…”. Con esa actitud clara y segura, Juan se nos propone como modelo de todo cristiano, ya que nuestra vocación es la de anunciar y testimoniar la Buena Noticia de Jesucristo y su Evangelio, poniendo mucha atención a que él aparezca y no nosotros mismos, a no mandarnos la parte, menos aún a actuar con otras intenciones o intereses que no sean la de anunciar la alegría de la buena noticia de la salvación.

Después el Bautista invita a esos enviados a que concentren su atención sobre el Mesías que ya está presente entre ellos: “En medio de ustedes hay uno que no conocen…”.

Jesús el desconocido de ese entonces y el desconocido también hoy en nuestro mundo, y no solo en lugares donde no han tenido la gracia de escuchar la Buena Noticia de Jesús, sino también en los países como el nuestro donde el Evangelio ha sido anunciado desde siglos.

Las palabras de Juan son muy cuestionadoras y actuales para todos los cristianos, llamados a descubrir y profundizar el conocimiento de Jesús y a hacer conocer su rostro desconocido. Como para los judíos que acogieron la invitación del Bautista, también para todos los que queremos conocer a Jesús, hace falta convertirnos y emprender el camino de la fe, siguiendo los pasos del maestro como fieles discípulos misioneros. Solo cuando hayamos realizado este recorrido podremos conocer quien es verdaderamente Jesús de Nazareth: el Hijo de Dios, el Salvador.

El profeta Isaías nos ayuda en este camino de conocer al desconocido. Él se dirige al pueblo de Israel, que estaba desanimado y abatido por las adversidades y sufrimientos del exilio, para darles aliento y esperanza, anunciando que Dios estaba por enviar un «consagrado», un elegido con la tarea de “llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor”. Ese elegido tiene la misión de dar inicio al tiempo de la misericordia del Señor, de la liberación integral de todas las esclavitudes materiales y espirituales y de traer la salvación a todos los pueblos.

Y Jesús, al iniciar su misión evangelizadora, después de haber  leído ese texto del profeta Isaías en la sinagoga de Nazareth su aldea, afirma con firmeza:“Hoy se han cumplido estas palabras”. Jesús se identifica con ese consagrado de Dios, con la misión de instaurar su Reino. Él es el Mesías de “los pobres”, los últimos y descartados de la sociedad, aquellos que no ponen su confianza ni en las riquezas, ni en sus propias fuerzas, ni en los poderosos, sino que se abandonan en las manos de Dios y que sólo confían en Él. Estos son los que esperan al Señor y es para ellos que llega el Salvador.

Esta es la actitud que el Señor pide a todos nosotros: reconocernos pobres ante Él. Aunque poseamos muchos bienes y riquezas, siempre somos existencialmente pobres, somos tan solo creaturas ante el Creador que nos ha dado la vida, conscientes de que toda nuestra existencia, lo que somos, lo que tenemos, lo que hacemos, todo depende de Dios y llamados un día a volver donde Él. Solo si aceptamos esta realidad, nuestro corazón se colma de alegría y esperanza ante el anuncio de que el Señor vuelve a nacer hoy para intervenir a favor de los pobres y sufridos, y para traer la justicia y la salvación. “Así como la tierra hace germinar sus brote, así el Señor hará germinar la justicia”.

Sin embargo, ¿Cómo hablar de alegría ante las circunstancias difíciles que vive hoy nuestra sociedad, marcada por el desconcierto y sentimientos de impotencia, a causa de prepotentes que desoyen el clamor del pueblo, que imponen leyes de muerte, que avasallan la justicia, que desconocen los valores y principios básicos de la convivencia democrática, como el  bien común, la libertad y la paz.

Sin embargo y a pesar de  tantos signos de muerte, se levanta la palabra de Dios que convoca a la esperanza y a la alegría, pues con el Mesías que viene, Dios hará brotar la justicia.

La esperanza cristiana se funda en la persona de Jesús, por él y solo por él se celebra la Navidad, el “Emanuel” el Dios que viene para quedarse entre y con nosotros, que se solidariza y asume sobre sí nuestros dolores, desánimos y soledades.

Por eso la Alegría de saber que su presencia es la que nos fortalece y acompaña en ser testigos de la vida y el amor del Señor. No cualquier alegría que nos aturde y distrae, sino la alegría que es don de Dios y fruto del Espíritu Santo, como nos dice san Pablo, quien además nos exhorta a orar y a un constante dinamismo para abrirnos y acoger a Dios y a los hermanos, en particular, a solidarizamos con los pobres y afligidos.

Llamados a ser testigos de la alegría y esperanza de la Navidad y a reafirmar sin temor nuestra identidad cristiana y a comprometernos todos, cada cual de acuerdo a sus funciones y responsabilidades, a trabajar para construir nuevas relaciones en nuestro país. Relaciones no basados sobre la desconfianza, los prejuicios y la lógica de la prepotencia y del más fuerte, sino en la escucha y reconocimiento del que piensa distinto, en el respeto de su dignidad de persona, en la reconciliación y el perdón, para que nuestra sociedad sea cimentada sobre la roca de la justicia, la solidaridad, la libertad, el bien común y la paz.

Entonces la venida de Jesús traerá frutos en nuestras vidas y en la de nuestro país y la Navidad será un paso importante en el camino de conocer al desconocido y de seguirlo en el camino hacia la alegría del encuentro definitivo con Dios Padre. Amén.

Oficina de prensa de la Arquidiócesis de Santa Cruz.

Encargado


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