Campanas. “Abramos las puertas de nuestra vida al Señor para vivir este tiempo de cuaresma con la mirada puesta en la Pascua, la fiesta de la vida, del amor y de la paz”, pidió el Arzobispo de Santa Cruz, Mons. Sergio Gualberti desde la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir – Catedral, en la celebración de Miércoles de Ceniza.
También durante su homilía Mons. Gualberti nos invitó a unimos en un día de oración y ayuno por la paz en Ucrania: “Un día para estar cerca del sufrimiento del pueblo ucraniano, para sentir que todos somos hermanos y para implorar a Dios el fin de la guerra”.
La celebración Eucarística fue presidida por Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz, y concelebrada por los Obispos Auxiliares: Mons. Braulio Sáez (Obispo Emérito), Mons. Estanislao Dowlaszewicz, OFM Conv, Mons. René Leigue, el Vicario General de la Arquidiócesis, P. Juan Crespo y el Vicario de Comunicación y Rector de la Catedral, P. Hugo Ara, hoy miércoles 02 de marzo a las 08:00 am.
El prelado afirmó que hoy, miércoles de ceniza, es el tiempo litúrgico de la cuaresma, una peregrinación interior hacia Dios fuente de la misericordia y del perdón, que en su gran bondad nos concede disponernos con gozo a la celebración de la Pascua, el misterio central de nuestra salvación.
El símbolo bíblico de “la ceniza” que, en unos momentos, recibiremos sobre nuestras cabezas, nos hace entrar en contacto con el polvo por el que fue creado el ser humano, polvo al cual volveremos al final de nuestra vida. Este signo nos hace tomar conciencia de nuestra finitud y pecados, y nos impulsa a la conversión y a la santidad para que podamos gozar de los beneficios de la muerte y resurrección de Jesús, como nos dice san Pablo (Rom 6,5): “porque si hemos sido injertados en Cristo a través de una muerte semejante a la suya, también compartiremos su resurrección”.
Así mismo el Arzobispo aseveró que, nuestro esfuerzo cuaresmal tiene que sustentarse en la oración, en intensificar momentos y espacios de diálogo con el Señor, para que tengamos una mirada de fe sobre nuestra vida personal y social, para que abramos nuestro corazón y vivamos una experiencia personal de amor auténtico y profundo con Dios.
La Cuaresma es también la oportunidad de intensificar nuestra vida sacramental. No dejemos pasar este tiempo sin recurrir al sacramento de la Reconciliación y experimentar el perdón y la misericordia de Dios, ya que, en todas nuestras parroquias se establecen jornadas dedicadas a celebraciones penitenciales y confesiones, dijo Monseñor.
Mons. Gualberti destacó que, estas prácticas cuaresmales deben estar motivadas por actitudes religiosas fundamentales: La humildad ante Dios nuestro Padre, La disponibilidad a crecer en «el dominio de sí mismos», la sobriedad de la vida para no dejarnos reducir a puros «consumidores» de una economía de mercado que nos esclaviza y la caridad cristiana que es mucho más que “dar limosna”; caridad que se expresa en “obras de misericordia”; como perdonar las ofensas, trabajar por la reconciliación, ser solidarios con el prójimo.
El prelado añadió que, el Papa Francisco al hablar de la Cuaresma recuerda que: “si el fruto de la fe es la caridad, el fruto de la desconfianza son la apatía y resignación, tres demonios que paralizan el alma del pueblo creyente. La Cuaresma, es tiempo precioso para desenmascarar estas tentaciones y dejar que nuestro corazón vuelva a latir según los latidos del corazón de Jesús”.
Este el camino para vivir la alegría de experimentar en nuestra vida el amor del Padre que nos espera como hijos amados, siempre dispuesto a perdonarnos de todos nuestros pecados. Abramos las puertas de nuestra vida al Señor para que obre libremente y podamos vivamos este tiempo de cuaresma con la mirada puesta en la Pascua, la fiesta de la vida, del amor y de la paz, expresó Mons. Gualberti.
Homilía de Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz
Miércoles de Ceniza/02/03/2022
Iniciamos hoy, miércoles de ceniza, el tiempo litúrgico de la cuaresma, una peregrinación interior hacia Dios fuente de la misericordia y del perdón, que en su gran bondad nos concede disponernos con gozo a la celebración de la Pascua, el misterio central de nuestra salvación.
El símbolo bíblico de “la ceniza” que, en unos momentos, recibiremos sobre nuestras cabezas, nos hace entrar en contacto con el polvo por el que fue creado el ser humano, polvo al cual volveremos al final de nuestra vida. Este signo nos hace tomar conciencia de nuestra finitud y pecados, y nos impulsa a la conversión y a la santidad para que podamos gozar de los beneficios de la muerte y resurrección de Jesús, como nos dice san Pablo (Rom 6,5): “porque si hemos sido injertados en Cristo a través de una muerte semejante a la suya, también compartiremos su resurrección”
En este camino Jesús mismo nos acompaña y sostiene a través del desierto de nuestra pobreza, para que aprovechemos esta oportunidad de una profunda purificación y renovación interior, a través de las prácticas cuaresmales de penitencia. Es una romería a recorrer de forma personal y comunitaria, como pueblo de Dios necesitado del perdón del Señor.
En el Evangelio hemos escuchado palabras duras de Jesús en contra de las prácticas penitenciales de los fariseos. Él no reniega del ayuno y sacrificio, la caridad y la oración sino que indica una nueva forma de practicarlas y revela su sentido verdadero, como signos de nuestra participación en la acción santificadora del Señor a través del misterio de amor de Cristo que entrega su vida para dar vida al mundo.
Por eso, nuestro esfuerzo cuaresmal tiene que sustentarse en la oración, en intensificar momentos y espacios de diálogo con el Señor, para que tengamos una mirada de fe sobre nuestra vida personal y social, para que abramos nuestro corazón y vivamos una experiencia personal de amor auténtico y profundo con Dios.
Otro punto firme de la cuaresma debe ser la escucha cotidiana y atenta de la Palabra de Dios que nos lleve dar testimonio de nuestra fe en este tiempo y situaciones concretas de nuestra vida. “Este es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación”. (2da lectura) No hay que desaprovechar la ocasión, este es el camino que el Señor pone a nuestro alcance para “Volver de todo corazón a Dios” (Joel).
La Cuaresma es también la oportunidad de intensificar nuestra vida sacramental. No dejemos pasar este tiempo sin recurrir al sacramento de la Reconciliación y experimentar el perdón y la misericordia de Dios, ya que, en todas nuestras parroquias se establecen jornadas dedicadas a celebraciones penitenciales y confesiones.
Estas prácticas cuaresmales deben estar motivadas por actitudes religiosas fundamentales:
– La humildad ante Dios nuestro Padre, reconociendo nuestras debilidades y pecados que son parte de nuestra condición de creaturas necesitadas de su misericordia.
– La disponibilidad a crecer en «el dominio de sí mismos», el precioso «fruto del Espíritu» y la disposición esencial para encontrar al Señor.
– La sobriedad de la vida para no dejarnos reducir a puros «consumidores» de una economía de mercado que nos encandila con sus ofertas, crea falsas necesidades y expectativas y nos esclaviza.
– La caridad cristiana que es mucho más que “dar limosna”; caridad que se expresa en “obras de misericordia”; como perdonar las ofensas, trabajar por la reconciliación, ser solidarios con el prójimo, dar atención a hermanos enfermos, abandonados y sufridos, compartir los dones materiales y espirituales que Dios nos ha dado, y comprometernos con la construcción de una sociedad justa, fraterna y en paz
A la luz de estas actitudes, los frutos de nuestros sacrificios y renuncias cuaresmales no solo de lo superfluo sino también de lo necesario, deben ser destinados a favor de los pobres, los marginados y sus necesidades.
El Papa Francisco al hablar de la Cuaresma recuerda que: “si el fruto de la fe es la caridad, el fruto de la desconfianza son la apatía y resignación, tres demonios que paralizan el alma del pueblo creyente. La Cuaresma, es tiempo precioso para desenmascarar estas tentaciones y dejar que nuestro corazón vuelva a latir según los latidos del corazón de Jesús”.
El Papa Francisco al hablar de la Cuaresma recuerda que: “si el fruto de la fe es la caridad, el fruto de la desconfianza son la apatía y resignación, tres demonios que paralizan el alma del pueblo creyente. La Cuaresma, es tiempo precioso para desenmascarar estas tentaciones y dejar que nuestro corazón vuelva a latir según los latidos del corazón de Jesús”.
Hoy 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, todos nos unimos en un día de oración y ayuno por la paz en Ucrania: “Un día para estar cerca del sufrimiento del pueblo ucraniano, para sentir que todos somos hermanos y para implorar a Dios el fin de la guerra”,
Este el camino para vivir la alegría de experimentar en nuestra vida el amor del Padre que nos espera como hijos amados, siempre dispuesto a perdonarnos de todos nuestros pecados. Abramos las puertas de nuestra vida al Señor para que obre libremente y podamos vivamos este tiempo de cuaresma con la mirada puesta en la Pascua, la fiesta de la vida, del amor y de la paz. Amén