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miércoles 27 septiembre 2023
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“EL PRESBÍTERO, HOY”, meditación de Mons. Braulio Sáez en el Retiro Espiritual del Clero

Campanas. La meditación del Retiro sacerdotal del Clero de Santa Cruz, de este jueves 01 de junio, estuvo a cargo de Mons. Braulio Sáez, Obispo Emérito, quien reflexionó sobre: “EL PRESBÍTERO, HOY”, quien un año más se reúnen para celebrar la fiesta de Jesús Sumo y Eterno Sacerdote y dar gracias por sentirse llamados a seguirle en el ministerio sacerdotal, que los vincula con Jesús y los proyecta en el mundo para ser su prolongación e instrumentos suyos para que El siga haciéndose presente.

 

RETIRO SACERDOTAL

JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE

Un año más nos reunimos para celebrar la fiesta de Jesús Sumo y Eterno Sacerdote y dar gracias por sentirnos llamados a seguirle en nuestro ministerio sacerdotal, que nos vincula con el de Jesús y proyecta en el mundo para ser su prolongación e instrumentos suyos para que El siga haciéndose presente.

Vivimos momentos de crisis y estamos en boca de la gente por los casos de pederastia que se han dado a la publicidad. Nos duele reconocer estos hechos que no condicen con nuestra vocación de ser transparencia de Jesús. Pedimos perdón porque de alguna manera todos somos cómplices pues como dice San Pablo “cuando un miembro sufre todo el cuerpo sufre, y cundo un miembro se alegra todo el cuerpo se goza” (1 Cor 12, 12-27). No podemos ocultar nuestro pecado como Iglesia y sí, es importante tener la valentía de afrontarlo desde la debilidad. Nuestro encuentro de este año está marcado y enlutado por esta realidad que nos cuestiona y nos obliga a la revisión de nuestro actuar ministerial desde la fe.

La respuesta de nuestro pueblo ha sido evidente: se ha escandalizado, porque denigra y ofende nuestra condición de consagrados y representantes de Cristo. Nuestro pueblo ve en el sacerdote la presencia de Jesús que pasó haciendo el bien, curando las lepras de los hombres y mujeres, alentando la esperanza de los marginados y los débiles y acogiendo a los indefensos, y entre estos, los más indefensos eran los niños.

Si algo conmovía el corazón de Jesús eran los niños a quienes bendecía y les ponía como modelos para entrar en el reino de la nueva vida que El vino a instaurar. “Si no se hacen como niños no entrarán en el reino de los cielos” (Mt 18, 3-4). El mal y las consecuencias que producen dichos atropellos solo lo saben quienes se sienten afectados. Son vidas frustradas, rotas, traumatizadas que difícilmente pueden superar las heridas y las secuelas que dejan en su ser de personas. Estamos obligados a ver en los niños el reflejo de Dios que promueve la vida y la esperanza; y como pastores acompañarles, guiarles y poner en sus corazones las semillas de la fe.

Somos sacerdotes “segregados”; pero en el mundo y para el mundo. Decimos que cada vez el mundo que nos rodea es más “mundano”, es decir menos creyente, e invadido por la sociedad de consumo; no, no es fácil saber estar como personas y situar nuestra misión sacerdotal. En estos días la palabra de Dios nos lo advertía “estar en el mundo sin ser del mundo” (Jn 15, 19).  Segregados, pero no aislados; “astutos como serpientes, pero sencillos como palomas” (Mt 10, 16-33); encarnados, insertos en la realidad, muy próximos al palpitar de las personas, pero definidos hombres de Dios, hombres de bondad, de fortaleza, que hacen una opción por los más pobres, por la defensa de la vida y la justicia (PO,3). Se trata de estar presentes para responder a las voces que reclaman las grandes aspiraciones del mundo de hoy.  Ya nos lo decía el Vaticano II, cuando nos apuntaba la frase tal vez más repetida del Concilio: cristianos atentos a “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, son gozos y esperanzas de la Iglesia” (GS 1)

El Papa Francisco exhorta a los sacerdotes a guardar cinco cosas esenciales: “no pierdan la oración, no pierdan el dejarse mirar por la Virgen y mirarla como Madre, no pierdan el celo, traten de hacer algo por los demás gratuitamente, no pierdan la cercanía y la disponibilidad con la gente y no pierdan el sentido del humor” (Retiro a sacerdotes 2-6-2016).  El Papa nos coloca ante un mundo donde tenemos que estar presentes, pero desde una postura de acogida, de cercanía, de benevolencia y misericordia, ante una humanidad golpeada por la inseguridad, la violencia y el abandono, y necesitada de amor y nos ofrece la práctica de la oración, el ejemplo de María y la cercanía con el dolor y el desamparo que viven tanta gente que necesita comprensión y una palabra de esperanza.

Uno de los grandes pecados que el Papa Francisco condena de nuestro mundo y de manera mucho más grave en la Vida Consagrada y en el Clero, es el habernos infectado de la “mundanidad espiritual”, de la que hablaba Henry de Lubac. Es una lacra que comporta una amalgama turbia de aspiraciones, arribismos, influencias, privilegios, títulos y vida fácil, donde se busca la gloria y el bienestar personal; es un modo sutil de buscar los propios intereses como dice S. Pablo: “busquen los bienes del cielo donde esta Cristo” (Col 3,1,5) y a los Filipenses les reprende “porque todos buscan su propio interés y no el de Jesucristo” (Filp 2,21). Una mundanidad que para el Papa es la peor tentación de la Iglesia y por ende del sacerdote, quedándonos simplemente en ritos y celebraciones externas.

Acabamos de celebrar la Fiesta de la Iglesia: Pentecostés. Como los discípulos en el Cenáculo, nos hemos preparado, junto con María, para recibir la fuerza del Espíritu Santo y gustar el aire fresco y puro que rejuvenece las comunidades. El Papa Francisco nos lo dice en EG: “¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales! Esta mundanidad asfixiante se sana tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo que nos libera de estar centrados en nosotros mismos escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios. ¡No nos dejemos robar el Evangelio! (97)

Somos Sacerdotes participando del Sacerdocio de Cristo. Sumo y Eterno Sacerdote, Él es quien santifica y salva, nuestro ministerio es siempre delegado. “Por eso tenía que ser en todo semejante a los hombres sus hermanos: para poder ser un sumo sacerdote compasivo y fiel en el servicio de Dios para expiar los pecados del pueblo. Como él mismo sufrió la prueba, puede ayudar a los que son probados”. (Heb, 2, 17).

Si nuestro ministerio tiene su origen en Cristo, el sacerdote ha de tener conciencia de que “representa y actualiza sacramentalmente y ministerialmente a Cristo”, que es el único que santifica y salva, pues nuestras acciones sólo tienen eficacia si están vinculadas y en comunión profunda con Cristo: “Sin mí no pueden hacer nada, si el sarmiento no está unido a la vid no puede dar fruto y todo racimo que no da fruto se corta y es echado al fuego” (Jn, 15,5-6) Tremenda advertencia que hace a los discípulos y a nosotros hoy.

La representatividad adquiere credibilidad cuando va acompañada de una vida de coherencia con el actuar del mismo Jesús. No nos predicamos a nosotros mismos, sino que nuestro anuncio debe ser Cristo “Lo que hemos visto y oído, lo que tocaron nuestras manos es lo que les trasmitimos”. (1Jn, 1,3)

Nuestro sacerdocio participa del sacerdocio de Cristo: Dios en Jesús de Nazaret, tiene corazón y corazón humano, capaz de amar y necesitado de ser amado, un corazón lleno de fuego y apasionado por la causa del Reino. Nuestro sacerdocio, al igual que el de Cristo, no lo podemos vivir de espaldas al pueblo, a la realidad de cada día, debe estar siempre atento a la escucha de las situaciones que viven los más pobres y necesitados, pues según Jesús “de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5, 1-12). Sacerdotes que salen al encuentro de las personas y necesidades de una sociedad cada día más injusta y corrupta animada por los intereses partidistas y prebendalistas. Sacerdotes enamorados e identificados con el Evangelio para que siga siendo Buena Noticia para el hombre de hoy, y en particular para quienes solo experimentan la cruz y el dolor. Sacerdotes animados por la “caridad pastoral” que no es otra cosa que vivenciar el mandato de Jesús, el amor.

Sí, el amor tiene nombre propio: “Caridad Pastoral” que es don, raíz y clave de la vida y de la experiencia sacerdotal. ¿Qué entendemos por Caridad Pastoral? Participación en la Caridad Pastoral de Cristo Buen Pastor que ama, sirve, guía, da su vida. Es el amor de Cristo pastor encarnado, prolongado, historizado en el amor del presbítero, es un estilo y una manera nueva de vivir nuestro sacerdocio. Es principio interior, dinámico, capaz de unificar las actividades, pero sobre todo unificar la vida. No dejarnos influenciar por la mentalidad del mundo: doble vida, doble moral, cultura light.

El Papa Francisco nos invitaba, como decíamos antes, a no “perder cinco cosas” que él ponía como prioritarias para vivir el sacerdocio con alegría, gozo y entrega al pueblo de Dios. Hablando con el P. Juan Crespo y los Obispos cuando me pidieron esta meditación, quedamos en cuatro actitudes que hoy, ante la pérdida de imagen y credibilidad que está sufriendo nuestro ministerio, es urgente recuperar si no queremos vivir la crisis que está sufriendo la Iglesia en tantos países. Estas cuatro verdades y exigencias, podrían ser más sin duda, las resumo en estas breves afirmaciones: Vida de oración; actitud de escucha y sinodalidad; Humildad y Fraternidad sacerdotal.

  • Oración como experiencia.

Mons. Casaldáliga escribía: “Hemos llegado a decir que todo es oración, la lucha también es oración. La lucha no es oración, ni siquiera la lucha por la liberación. La lucha es lucha. Y la oración es oración. No caigamos en el simplismo cómodo de decir que todo es oración para justificar el hecho de que no hacemos explícitamente oración. La oración exige su hora, su tiempo y su lugar” (El vuelo de Quetzal)

¿Qué tipo de oración? Hay muchos tipos de hacer oración; no podemos contentarnos con la celebración de la Santa Misa, el Breviario, quizás el Santo Rosario o con la oración del carbonero y la oración de la gente sencilla. Somos hombres con una especial vocación, misión y espiritualidad, nuestro ser y hacer se identifican con Cristo; por tanto, nuestra oración debe partir de una experiencia real y verdadera de encuentro con Cristo.

“Se vive según se ora, y se ora según se vive”: todo un test para analizar nuestra vida y nuestro ministerio pastoral, nuestra relación con Dios y nuestra relación con nuestro pueblo. Dos preguntas que debemos formularnos todos los días, ¿Cómo es mi experiencia de Dios, de Jesús, de Cristo? ¿Cómo es mi experiencia, mi relación con el pueblo que se me ha encomendado, los grupos parroquiales, los jóvenes, los ancianos, los enfermos, los niños?…

Todo un tema para reflexionarlo y meditarlo con seriedad. No caben posturas neutras. Tremenda trascendencia el tema de la oración para mirar nuestra vida personal y pastoral.

  • Actitud de escucha y Sinodalidad

Una de las acusaciones que se nos hace a los sacerdotes es que no tenemos tiempo para escuchar; y nuestra manera de zafarnos de la atención al pueblo de Dios, dicen, es que no tenemos tiempo, que estamos muy ocupados. El Papa Francisco cuenta que: “Un buen mediador es el que facilita las cosas y no pone impedimentos. En mi tierra había un gran confesor, el P. Cullen, que se sentaba en el confesonario y cuando no había gente hacía dos cosas, arreglar pelotas viejas para los chicos y leer un diccionario chino. Él decía que cuando la gente lo veía en estas actividades pensaba, ya que se ve que no tiene nada que hacer voy a hablar con él. Dicho sacerdote estaba disponible para lo esencial, quitaba el impedimento de andar siempre con cara de muy ocupado”. La pregunta es: ¿Hablamos, conversamos, conocemos, visitamos, damos espacio a nuestra gente, nos metemos en los problemas de quienes nos buscan? ¿Nos damos tiempo para hablar con nuestros feligreses?

El Papa Francisco nos ha propuesto el reto de la Sinodalidad, “Caminar Juntos”, “hacer camino juntos” La palabra «Sínodo» “Sin-Odos” caminar juntos —laicos, pastores, Obispo de Roma— es un concepto fácil de expresar con palabras, pero, al parecer, un tanto difícil ponerlo en práctica. El Concilio Vaticano II proclama que «la totalidad de los fieles que tienen la unción del Santo (cf. 1 Jn 2,20 y 27) no puede equivocarse en la fe. Se manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar, en el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo: cuando “desde los obispos hasta el último de los laicos cristianos” muestran estar totalmente de acuerdo en cuestiones de fe y de moral».

El “sensus fidei” impide separar rígidamente entre Ecclesia docens y Ecclesia dicens, ya que también la grey tiene su «olfato» para encontrar nuevos caminos que el Señor abre a la Iglesia. El camino sinodal comienza escuchando al pueblo, que «participa también de la función profética de Cristo» [13], según un principio muy estimado en la Iglesia del primer milenio: “Lo que pertenece a todos debe ser tratado por todos”.

La sinodalidad, como dimensión constitutiva de la Iglesia, nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender el mismo ministerio jerárquico. Si comprendemos que, como dice san Juan Crisóstomo, «Iglesia y Sínodo son sinónimos».

El Papa Francisco ha asumido estas orientaciones del Vaticano II y propone la sinodalidad como el estilo peculiar para la Iglesia del tercer milenio y convoca un Sínodo para 2023-2024 sobre la Sinodalidad: “Iglesia Comunión, Participación y Misión”, con una participación previa en las Iglesias locales.

  • Humildad

Santa Teresa de Jesús decía que “la humildad es andar en verdad”.  (Moradas 6,10,7) Y hablar de verdad es un tema que nos cuesta aceptar, pues vivimos en un mundo donde reina la mentira o las medias verdades, que es una manera de mentir. Verdad es hablar de transparencia, de claridad, de autenticidad y de coherencia.

Como Iglesia tenemos que reconocer que también como sacerdotes hemos andado con un cierto complejo de superioridad, como si tuviéramos la exclusiva de la verdad de cara a nuestra gente; y que hemos fallado porque en bastantes situaciones nuestras vidas no han transparentado al amor, la paciencia y la humildad del Jesús, al que nos debemos.   

  • Fraternidad Sacerdotal

Tema fundamental que se convierte en urgencia de nuestra vida sacerdotal. Todos somos llamados por el mismo Señor, y todos somos invitados a formar parte del Colegio Apostólico para apacentar el rebaño de los que están dentro y de los que están fuera del redil.

El Papa Francisco en el Simposio celebrado en Roma “Por una teología fundamental del sacerdocio” del 17 de febrero de 2022 nos decía a los pastores del Pueblo de Dios respecto a las relaciones que deben regir nuestro diario vivir “Es la tercera cercanía. Cercanía a Dios, cercanía a los obispos y cercanía a los sacerdotes. Es precisamente a partir de la comunión con el obispo que se abre la tercera cercanía, que es la de la fraternidad. Jesús se manifiesta allí donde hay hermanos dispuestos a amarse: «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos» (Mt 18,20). La fraternidad es escoger deliberadamente, ser santos con los demás y no en soledad, santo junto con los demás. Un proverbio africano que ustedes conocen bien dice: “Si quieres ir rápido tienes que ir solo, mientras que si quieres ir lejos tienes que ir con otros”. A veces parece que la Iglesia es lenta, pero me gusta pensar que es la lentitud de quien ha decidido caminar en fraternidad. También acompañando a los últimos, pero siempre en fraternidad”.

Las características de la fraternidad que señala el Papa Francisco en ese Simposio son las del amor. “San Pablo, en la Primera Carta a los Corintios (cap. 13), nos ha dejado un “mapa” claro del amor y, en cierto sentido, nos ha indicado a qué debe aspirar la fraternidad. En primer lugar, a aprender la paciencia, que es la capacidad de sentirnos responsables de los demás, de sufrir, con ellos. Lo contrario a la paciencia es la indiferencia. En muchos presbíteros se da el drama de la soledad, de sentirse solos. Se tiene la sensación de sentirse no dignos de paciencia y de consideración. Más aún, sienten que del otro no pueden esperar el bien, la benignidad, sino sólo el juicioEsta incapacidad de alegrarse del bien ajeno es la envidia que tanto atormenta nuestros ambientes. La envidia está muy presente en las comunidades sacerdotales. Y la Palabra de Dios nos dice que es una actitud destructiva, por envidia del diablo entró el pecado en el mundo (cf. Sb 2,24). Es la puerta, la puerta para la destrucción. Y sobre esto debemos hablar claro, en nuestros presbiterios está presente la envidia”.

Estos conceptos que remarca el Papa son situaciones graves que destruyen nuestros presbiterios y nos estimulan y obligan a fomentar y trabajar en la causa de: la amistad, la confianza, el diálogo, el apoyo de unos a otros, la verdadera amistad y sobre todo la fraternidad.

Y, para terminar, permítanme sugerirles que cada uno nos hagamos la pregunta ¿Cómo vivo yo todo esto? ¿Qué me pide el Señor en este momento para revitalizar y animar la Iglesia?

HACERSE PAN

 

Puede que sea bonito, pero no es fácil HACERSE PAN.

Significa que ya no puedes vivir solo para ti, sino también para los demás.

Significa que ya no puedes poseer nada, ni las cosas, ni el tiempo, ni los talentos, ni la libertad como algo exclusivo.

Todo lo tuyo, no es ya sólo tuyo, es también, de y para los demás.

Significa que tenemos que estar enteramente disponibles a tiempo completo.

Ya no puedes protestar de cualquier modo, por cualquier cosa.

No puedes refunfuñar si te requieren, te molestan o te llaman a cualquier hora o para cualquier cosa.

Significa que debes tener paciencia y mansedumbre…

Como el PAN que se deja amasar, cocer y partir.

Significa que debes ser humilde como el PAN, que no figura entre los platos exquisitos; pero que siempre está ahí. Siempre para acompañar.

Significa que debes cultivar la ternura
y la bondad, porque así es el pan: TIERNO Y BUENO.

Déjate triturar por los que están a tu lado, déjate amasar … por los trabajos y los servicios en favor de los hermanos.              

Déjate cocer por el fuego del amor y del espíritu.

Ayúdanos Señor a ser PAN para los demás. . . COMO TU

 

 

Graciela Arandia de Hidalgo



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