Todavía era monaguillo en la catedral de San Lorenzo cuando tuve la oportunidad de conocer al cardenal, en ese momento como obispo asumía la dirección pastoral de la Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra. Son vivas en mi mente esas imágenes que tengo de cuando le estreché la mano en la sacristía de nuestra catedral. Sin embargo, una experiencia viva que tengo fue cuando ingresé al Seminario Mayor San Lorenzo, en esta cada de formación del Clero del Oriente Boliviano siempre sentimos una cercanía muy fraterna de nuestro cardenal. Recuerdo, todavía las visitas espontaneas, las misas y los encuentros en su casa. Todo siempre fue muy cercano y familiar.
Cuando el cardenal tomaba las últimas semanas de diciembre para ir a visitar el pueblo de Masicurí en Vallegrande, me llenó de sorpresa cuando me hizo llamar y él mismo me pidió que durante su ausencia cuidara su casa. Fue durante algunos años, que para esas fechas me pedía esa colaboración. Así fue pasando nuestra experiencia de amistad hasta que una vez durante los años de formación en el seminario yo pedí hablar con él personalmente, me invitó a su casa, como era su costumbre, charlábamos primero, y luego compartíamos el almuerzo con él. Esa mañana ha quedado marcada en mi vida y en mi ministerio, porque ante todo el respeto que se merecía su autoridad como Sacerdote y Arzobispo de nuestra Iglesia Cruceña, en esos años, después de ese diálogo fraterno y como yo siempre lo llamaba monseñor, fue emocionante escuchar de su vos que él, el cardenal, me pidiera que lo llamara Padre Julio. Y es así que durante los años de formación y durante el ejercicio del ministerio sacerdotal he sentido esa cercanía del Cardenal como un Padre.
Padre Julio mi oración es todos los días para que Dios realice en su vida, como en la de todo el clero cruceño, su Voluntad. Dios bendiga al Servidor de Todos.
*por: P. Ysrahel Villegas Domínguez
Sacerdote Diocesano