Entre las acepciones de la palabra escándalo está: “Acción, situación o comentario que provoca rechazo e indignación pública, por su amoralidad o su inconveniencia”, más importante aún: en cuanto al escándalo es que siempre compromete la reputación de alguien.
En este caso, uno de los titulares que ha resaltado de la pasada semana dice: “La Iglesia boliviana calla tras denuncia de abusos”, y de subtítulo: “Un joven, de quien se informó que era boliviano, relató abusos sexuales cometidos por una comunidad dirigida por obispos en EEUU y Kenia”. Dice la Biblia: Antes de hablar, infórmate (Sir 18,19 a), es decir, que ser prudentes es un mandato divino. La Iglesia optó por informarse bien antes de pronunciarse, lo cual es muy diferente a callar.
Independientemente de cualquier pronunciamiento que pueda hacer la Iglesia institucional, nuestra preocupación como cristianos debe ser orar por quien ha publicado este tipo de cosas, sea cual sea la intención de fondo, puesto que las palabras de Jesús son muy duras al respecto: Dijo Jesús a sus discípulos: «Es imposible que no haya escándalos y caídas, pero ¡pobre del que hace caer a los demás! Mejor sería que lo arrojaran al mar con una piedra de molino atada al cuello, antes que hacer caer a uno de estos pequeños (Lc 17,1-2).
Todos debemos recordar ante situaciones como estas que ninguno de nosotros tiene garantía de mañana, no somos inmortales, y que por ello hemos de dar cuenta de lo que hacemos, tanto quienes fallan dentro o fuera de la Iglesia, como quienes se comprometen tan encarnizadamente con hacer escándalo para vender noticias.