Al recordar los momentos de violencia y enfrentamientos por distintos motivos que se vivieron en días pasados en nuestra sociedad, el Prelado Cruceño aseguró que el tiempo de Adviento llega con un llamado a vivir tiempos de comunión y de paz; a perseverar en la fe y estar vigilantes
Con la Eucaristía de este domingo 3 de diciembre ha comenzado el tiempo de Adviento por lo que el Arzobispo de Santa Cruz, Monseñor Sergio Gualberti, aseguró durante su homilía que pronunció desde la Catedral Metropolitana, que “estas cuatro semanas de Adviento son una oportunidad privilegiada para preparar de forma inmediata la celebración del misterio de la Navidad, de la encarnación del Hijo de Dios y de su venida en el mundo hace dos mil años, pero también para prepararnos a la venida definitiva del Señor en la gloria del Padre, al final de la historia”.
Para Monseñor Sergio, en las lecturas de este domingo, que nos introducen en un espíritu de alegría y de espera por la salvación ya cercana, “Jesús pide asumir una actitud de vigilancia y responsabilidad ante los acontecimientos de cada día a nivel personales y de sociedad, para descubrir que Dios está presente en ellos y que ejerce libre y plenamente el señorío sobre toda la historia de la humanidad.
Subrayando el llamado a perseverar en la fe y estar vigilantes, dijo que “ser vigilantes es poner atención a los pequeños y cotidianos signos en nuestra existencia y en la historia presente, porque aquí y ahora tenemos que descubrir y cumplir la voluntad de Dios”.
En ese sentido aseguró que el Señor nos regala el Don de la oración “el Señor escucha nuestra oración y viene a nuestro encuentro y camina a nuestro lado para que no caigamos en la desesperación ni nos perdamos en las distracciones y encantos mercantilistas, y más bien seamos” irreprochables hasta el día de la venida de nuestro Señor”
“Tener una conducta irreprochable es practicar la justicia y acordarse de los caminos del Señor para encontrarnos con él y al mismo tiempo, nos lleva a una convivencia pacífica y solidaria entre todos. En particular, practicar la justicia en el ejercicio de la autoridad y del poder, exige desterrar los populismos totalitarios, dejar el recurso a la violencia y a la lógica del más fuerte, rechazar el justicialismo y luchar en contra de la corrupción judicial y asumir una conducta personal, comunitaria y social de acuerdo a los principios y valores éticos y morales, inscritos por Dios en el corazón de las personas”.
Al subrayar que el tiempo de Adviento trae consigo el llamado a una vivencia de comunión y de paz, señaló que este llamado “llega al momento oportuno en nuestro país y en nuestra ciudad que en estos días han sido escenario de mucha violencia y enfrentamientos por distintos motivos. Por justos que sean los motivos de las protestas y las razones de la defensas de los valores democrático, de la institucionalidad y de la voluntad expresa del pueblo, estos pierden su fuerza moral cuando no se realizan con medios pacíficos”.
En el marco de las elecciones judiciales que se desarrollan este domingo 3 de diciembre, el Prelado Cruceño señaló que “A pesar de ser una iniciativa muy controvertida, sin embargo es un deber ciudadano acudir a las urnas en forma pacífica, evitando desmanes y enfrentamientos, y votar en conciencia, libres de consignas y presiones, velando por el máximo respeto ante posibles intentos de manipulación de los resultados”.
HOMILÍA DE MONSEÑOR SERGIO GUALBERTI, ARZOBISPO DE SANTA CRUZ.
DOMINGO 3 DE DICIEMBRE DE 2017
Con este 1er Domingo de Adviento iniciamos nuestro camino espiritual de la mano del Evangelista San Marcos, quien durante todo el año nos ayudará a configurarnos más plenamente con el Señor Jesús reviviendo los misterios principales de nuestra salvación. En particular estas cuatro semanas de Adviento son una oportunidad privilegiada para preparar de forma inmediata la celebración del misterio de la Navidad, de la encarnación del Hijo de Dios y de su venida en el mundo hace dos mil años, pero también para prepararnos a la venida definitiva del Señor en la gloria del Padre, al final de la historia.
Las lecturas nos introducen en este espíritu de alegría y de espera por la salvación ya cercana. Jesús hace un llamado a sus discípulos, con la parábola de un hombre que se va de viaje y que encarga a los servidores el cuidado de su casa permaneciendo en vela:”Tengan cuidado y estén vigilantes, porque no saben cuándo llegará el dueño de la casa”. Jesús pide asumir una actitud de vigilancia y responsabilidad ante los acontecimientos de cada día a nivel personales y de sociedad, para descubrir que Dios está presente en ellos y que ejerce libre y plenamente el señorío sobre toda la historia de la humanidad.
Su llamado a tener cuidado es tanto más actual, cuanto más el horizonte se tiñe de incertidumbre por los signos de muerte siempre presentes en la sociedad del descarte, como la pobreza, la explotación irracional del ambiente, la violencia y las guerras. Ante las decepciones y desesperanzas causadas por esas tragedias y catástrofes, podemos caer en dos tentaciones: por un lado, el conformismo, la pasividad y la alienación de la cultura consumista y egoísta, y por el otro, los falsos mesianismos que se dedican a asustar a la gente anunciando la inminencia del fin de los tiempos.
La celebración de la venida y nacimiento de Jesús en la historia y la tensión de la expectativa de su vuelta definitiva, no deben ser pretextos para perder de vista nuestro compromiso por la instauración del reino de Dios en la historia, el proyecto de vida y amor que apunta a los cielos nuevos y a la tierra nueva. Por el contrario son motivo de firme esperanza y una fuerza crítica que nos empujan a ser todavía más activos y a incidir en manera determinante y positiva en todos los ámbitos de nuestra vida.
Esta espera activa del Señor pide fidelidad perseverante como lo repite Jesús por tres veces: “Estén vigilantes”. Ser vigilantes es poner atención a los pequeños y cotidianos signos en nuestra existencia y en la historia presente, porque aquí y ahora tenemos que descubrir y cumplir la voluntad de Dios.
Si es cierto que en Jesucristo la historia de la salvación está plenamente realizada, sin embargo tiene que darse todavía en cada uno de nosotros y en todo el pueblo de Dios. Por eso, nuestro vivir debe transcurrir en una “tensión” responsable hacia la plenitud que Cristo nos ha conquistado, siguiendo el camino y acogiendo los dones que nos ha dado, como dice San Pablo a los cristianos de Corinto: “Mientras esperan la revelación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia”. Nos llenan de esperanza y gozo, saber que el Señor no nos hace faltar ningún don de su gracia y poder así ser perseverantes en la fe e irreprochables en el amor.
Un primer don del Señor es la oración, por eso en este tiempo, debemos intensificarla, para que Él nos mantenga “firmes hasta el fin” y avivemos el deseo ardiente de la venida del Salvador, haciendo nuestra la invocación: “Maranathá – ven Señor Jesús”. El Señor escucha nuestra oración, viene a nuestro encuentro y camina a nuestro lado para que no caigamos en la desesperación ni nos perdamos en las distracciones y encantos mercantilistas, y más bien seamos ” irreprochables hasta el día de la venida de nuestro Señor”, y que nuestra conducta, nuestras decisiones y nuestra actuación se muevan en el horizonte seguro y firme de la voluntad del Señor.
Tener una conducta irreprochable, según el profeta Isaías es abrirnos a Dios que “va al encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de sus caminos”. Practicar la justicia y acordarnos de los caminos del Señor, nos permite encontrarnos con él, pero al mismo tiempo nos lleva a una convivencia pacífica y solidaria entre todos. En particular, practicar la justicia en el ejercicio de la autoridad y del poder, exige desterrar los populismos totalitarios, dejar el recurso a la violencia y a la lógica del más fuerte, rechazar el justicialismo y luchar en contra de la corrupción judicial y asumir una conducta personal, comunitaria y social de acuerdo a los principios y valores éticos y morales, inscritos por Dios en el corazón de las personas.
El Señor nos invita también a enriquecernos con el don de la Palabra que nos introduce en el conocimiento del Señor, nos seduce con su amor y ternura y nos moldea a su imagen: “Tú, Señor, eres nuestro Padre; nosotros somos la arcilla, y Tú, nuestro alfarero: ¡Todos somos la obra de tus manos!”.
Por eso nuestra sincera gratitud a Dios, porque nos da la posibilidad de “vivir en comunión con su hijo Jesucristo, nuestro Señor”, de participar de su corriente de gracia, de su amor y su vida que inundan todo nuestro ser, nuestros sentidos y nuestro espíritu.
La comunión con él, es compromiso de comunión para con todos los demás y vivir como hermanos entre todos, ya que Cristo derrama su amor indistintamente sobre todos. Este llamado a una vivencia de comunión y de paz de este tiempo de Adviento, llega al momento oportuno en nuestro país y en nuestra ciudad que en estos días han sido escenario de mucha violencia y enfrentamientos por distintos motivos. Por justos que sean los motivos de las protestas y las razones de la defensas de los valores democrático, de la institucionalidad y de la voluntad expresa del pueblo, estos pierden su fuerza moral cuando no se realizan con medios pacíficos.
Este pedido vale también para hoy, día de las elecciones judiciales. A pesar de ser una iniciativa muy controvertida, sin embargo es un deber ciudadano acudir a las urnas en forma pacífica, evitando desmanes y enfrentamientos, y votar en conciencia, libres de consignas y presiones, velando por el máximo respeto ante posibles intentos de manipulación de los resultados.
A pesar de estas situaciones preocupantes, sin embargo no faltan acontecimientos que nos abren horizontes de esperanza: el día sábado 9 de diciembre celebramos el 2do aniversario de la partida a la casa del Padre de nuestro querido Cardenal Julio Terrazas, el “servidor de todos”, su ejemplo de vigilante pastor e incansable defensor de los pobres, de la justicia y de la libertad, nos motiva a asumir con firmeza el compromiso por una sociedad justa y en paz.
El otro acontecimiento que nos colma de gozo es la solemnidad que celebramos el próximo viernes de la Virgen de Cotoca, la Inmaculada Concepción de María. La Mamita nos ha visitado en días pasados acá en nuestra catedral y nos espera ahora en su santuario, siempre presta a tendernos su mano amorosa en particular en los momentos difíciles tanto personales como sociales. Junto a ella nos animamos a recorrer los caminos que nos llevan a la reconciliación y a la solución pacífica de los problemas sobre la base de una justicia real y ecuánime, del respeto de los valores democráticos y de la dignidad y derechos de cada ciudadano.
Por intercesión de la Virgen María, elevemos confiados nuestras oraciones a Dios, para que también para nuestro país se haga realidad el augurio precioso que el Apóstol Pablo hace a los cristianos de Corinto: “Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.” Amén.
Oficina de prensa de la Arquidiócesis de Santa Cruz.