Monseñor Sergio pidió vivir el adviento con actitudes de “esperanza y espera de Dios, vigilancia, oración y amor a Dios y al prójimo”.
Este domingo la Iglesia dio inicio al tiempo de Adviento, inicio del nuevo año litúrgico, y la Palabra de Dios ha presentado la memoria de la primera venida de Cristo, en ese sentido Monseñor aseguró que “al mismo tiempo presenta la profecía de su venida última, y nos previene acerca de las actitudes que nos tienen que acompañar en este tiempo: esperanza y espera de Dios, vigilancia, oración y amor a Dios y al prójimo”.
JUSTICIA IMPARCIAL Y NO AL SERVICIO DE LOS PODEROSOS
El Prelado Cruceño puso énfasis en el anuncio de Jeremías que se cumplió a cabalidad en Jesús, “El Señor nuestra justicia” que vino a traer la justicia, la paz y la salvación a toda la tierra sedienta de estos dones, signo del amor gratuito y sin límites de Dios.
“También hoy tantas personas, víctimas de la injusticia humana en el mundo y en nuestro país, elevan su mirada al “Señor nuestra justicia”. Esta grave situación clama para que los administradores de justicia no se dejen corromper por intereses económicos o políticos, ni tampoco se dejen presionar por grupos violentos ni por la opinión pública a menudo manipulada por una información sensacionalista, sino que juzguen con imparcialidad y en el respeto a la verdad y a la dignidad de la persona humana, para no caer en el error de condenar a inocentes o de favorecer a los poderosos
CRECER EN EL AMOR AL PRÓJIMO
Para Monseñor “Este tiempo de Adviento es oportuno para hacer un sincero examen de conciencia, reconocer y corregir nuestros errores, e iniciar una vida nueva en Cristo.
“En segundo lugar nos exhorta a estar despiertos, velando en oración, “estén prevenidos y oren incesantemente” para que Dios nos de la fuerza de no caer en la tentación y ser perseverantes hasta el fin. Por eso, oremos con mucha confianza y perseverancia y tengamos una constante actitud de vigilancia y espera activa”.
El Prelado aseguró que este es un tiempo especial para acoger la invitacion de San Pablo que en la carta a los cristianos de Tesalónica les exhorta a dar un paso más en su vida cristiana “crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás…”. Esta invitación vale también para nosotros que, en nuestra vida, hemos encontrado al Señor que nos ha salvado y perdonado. Hagamos lo mismo y crezcamos en el amor al prójimo, perdonando y reconciliándonos con quienes hemos tenido problemas. De esta manera podremos poner nuestro esfuerzo también en transformar la realidad que nos rodea por medio de la fuerza del amor, el verdadero posible cambio que se concreta en la justicia, la paz y la solidaridad con los pobres y los marginados”
FESTIVIDAD DE LA MAMITA DE COTOCA
Vivamos con intensidad estos días de espera y de esperanza, para acoger con alegría al Señor que viene, siguiendo la actitud de vigilancia y oración de la Virgen María, la primera en acogerlo en su vida. La Mamita de Cotoca, como cariñosamente llamamos a la Virgen María Inmaculada en nuestra tierra oriental, nos ha visitado en días pasados aquí en la Catedral y ahora nos espera en su Santuario, durante la novena y el sábado próximo, día de su fiesta.
“Con María, peregrinos del Evangelio de la vida”, como dice el lema de la fiesta este año, participemos con fe en la celebración solemne presidida por S.E. el Cardenal Toribio Ticona, a quien desde ya agradecemos por haber aceptado gustoso nuestra invitación”.
HOMILIA COMPLETA DE MONSEÑOR SERGIO GUALBERTI, ARZOBISPO DE SANTA CRUZ
DOMINGO 2 DE DICIEMBRE DE 2018
La Palabra de Dios de este 1er Domingo de Adviento, inicio del nuevo año litúrgico, presenta la memoria de la primera venida de Cristo y al mismo tiempo la profecía de su venida última, y nos previene acerca de las actitudes que nos tienen que acompañar en este tiempo: esperanza y espera de Dios, vigilancia, oración y amor a Dios y al prójimo.
En la 1era lectura, el profeta Jeremías hace un anuncio esperanzador al pueblo de Israel sumido en un horizonte oscuro y de desesperanza: “Se acercan los días, dice el Señor, en que cumpliré la promesa… En aquellos días y en aquella hora, ya haré nacer del tronco de David un vástago santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra”. A pesar de vivir una situación angustiosa que parece sin retorno, pronto se hará realidad la promesa de que el Mesías vendrá a liberar a su pueblo y a toda la humanidad.
“Ejercerá la justicia y el derecho en la tierra”. Enviado a restablecer las relaciones armónicas con Dios y el prójimo rotas por el pecado, a ejercer la justicia ante la explotación de los pobres y a defender la dignidad y los derechos de todo ser humano, en particular de los marginados y explotados sin discriminación de ningún tipo.
El anuncio de Jeremías se cumplió a cabalidad en Jesús, “El Señor nuestra justicia” que vino a traer la justicia, la paz y la salvación a toda la tierra sedienta de estos dones, signo del amor gratuito y sin límites de Dios. También hoy tantas personas, víctimas de la injusticia humana en el mundo y en nuestro país, elevan su mirada al “Señor nuestra justicia”. Esta grave situación clama para que los administradores de justicia no se dejen corromper por intereses económicos o políticos, ni tampoco se dejen presionar por grupos violentos ni por la opinión pública a menudo manipulada por una información sensacionalista, sino que juzguen con imparcialidad y en el respeto a la verdad y a la dignidad de la persona humana, para no caer en el error de condenar a inocentes o de favorecer a los poderosos.
En el evangelio de hoy, Jesús mismo nos habla de su segunda venida, parte de un discurso que pronunció en Jerusalén pocos días antes de su muerte. Jesús habla de ese evento con el lenguaje cósmico que se sirve de grandes signos en el sol, la luna, las estrellas que provocan angustia en la tierra. Con estas expresiones Jesús no entiende narrar cómo será el fin del mundo, sino el misterio del mundo que sufre en espera de la liberación definitiva que el mismo traerá.
Jesús no pretende prevenirnos solo para el futuro último: “Estén prevenidos”, sino para que estemos preparados a superar las dificultades de la existencia, la precariedad y confusión del tiempo presente y los desalientos y las persecuciones a causa de la fe. Mantenernos despiertos es la condición indispensable para descubrir que el Señor está presente en nuestra vida y que, por tanto, comprendamos que la historia de la humanidad es camino de salvación..
“Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos”. Jesús nos alerta también para que tomemos conciencia del valor inmenso del tiempo presente y que no lo desperdiciemos en ídolos perecederos y superficiales o, peor aún, nos dejemos aturdir por el vicio y el pecado, porque no tenemos otro tiempo a disposición.
“Tengan ánimo y levanten la cabeza”. Jesús, ante las inquietudes que están en lo profundo del corazón humano acerca del sentido de la vida y de la muerte, y ante la postración y desánimo por las tragedias y sufrimientos que hay también en nuestra vida, nos exhorta a levantar la cabeza, a no apoyarnos en mesianismos liberadores y oportunistas que puntalmente defraudan y a mantener viva la esperanza en Él que se hace cercano para salvarnos.
“Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una gran nube”. No llegará algo, sino alguien: Jesucristo, el Hijo de Dios que ya en su misión terrenal se manifestó como aquél que pasó su vida haciendo el bien, sanando a toda clase de enfermos, liberando a los poseídos por espíritus malos, y perdonando a los pecadores. Levantemos la cabeza porque Cristo es nuestra única salvación. No hay ningún otro en este mundo en quien podamos poner nuestra total confianza y obediencia.
Él ya está presente en este momento que nos toca vivir, por eso: “cobren ánimo, se acerca su liberación”. Una liberación personal e integral desde lo profundo de nuestro ser, que nos libera del pecado y nos transforma en hombres nuevos. Pero Jesús nos pide dar pasos concretos para acoger los beneficios de la liberación.
En primer lugar, que tengamos la mente despejada y el corazón libre de los vicios, la bebida y el dinero, y de toda maldad. Este tiempo de Adviento es oportuno para hacer un sincero examen de conciencia, reconocer y corregir nuestros errores, e iniciar una vida nueva en Cristo.
En segundo lugar nos exhorta a estar despiertos, velando en oración, “estén prevenidos y oren incesantemente” para que Dios nos de la fuerza de no caer en la tentación y ser perseverantes hasta el fin. Por eso, oremos con mucha confianza y perseverancia y tengamos una constante actitud de vigilancia y espera activa.
San Pablo, en la carta a los cristianos de Tesalónica les exhorta a dar un paso más en su vida cristiana “crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás…”. Esta invitación vale también para nosotros que, en nuestra vida, hemos encontrado al Señor que nos ha salvado y perdonado. Hagamos lo mismo y crezcamos en el amor al prójimo, perdonando y reconciliándonos con quienes hemos tenido problemas. De esta manera podremos poner nuestro esfuerzo también en transformar la realidad que nos rodea por medio de la fuerza del amor, el verdadero posible cambio que se concreta en la justicia, la paz y la solidaridad con los pobres y los marginados.
Vivamos con intensidad estos días de espera y de esperanza, para acoger con alegría al Señor que viene, siguiendo la actitud de vigilancia y oración de la Virgen María, la primera en acogerlo en su vida. La Mamita de Cotoca, como cariñosamente llamamos a la Virgen María Inmaculada en nuestra tierra oriental, nos ha visitado en días pasados aquí en la Catedral y ahora nos espera en su Santuario, durante la novena y el sábado próximo, día de su fiesta.
“Con María, peregrinos del Evangelio de la vida”, como dice el lema de la fiesta este año, participemos con fe en la celebración solemne presidida por S.E. el Cardenal Toribio Ticona, a quien desde ya agradecemos por haber aceptado gustoso nuestra invitación. Amén.
Oficina de prensa de la Arquidiócesis de Santa Cruz