“El Señor no quiere imponernos su amor con el poder o con la atracción de grandes prodigios, él respeta nuestra libertad y desea instaurar una relación con nosotros basada en el amor que sabe donarse y acoger buscando el bien del otro, a imagen del amor del Padre que gratuitamente nos envuelve a todos por igual” recordó Monseñor Sergio durante su homilía dominical.
El Arzobispo de Santa Cruz, Monseñor Sergio Gualberti, retomó la Cátedra dominical desde la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir este domingo 3 de febrero recordando el rechazo que sufrió Jesús de parte de sus coterráneos por anunciar el reino de Dios y liberar al hombre de toda esclavitud. También realizó el envío a un nuevo grupo de Catequistas formados para realizar esta tarea de servicio en las distintas parroquias de Santa Cruz.
Siguiendo las lecturas del domingo, el Prelado aseguró que a pesar del desprecio cometido contra Jesús de parte de sus coterráneos ya que “ningún profeta es bien recibido en su tierra”, con el gesto de Jesús que se marchó “…al salirde su pueblo para iniciar su caminar misionero, Jesús hace patente el amor de Dios que busca el bien de todos, anunciando la Buena Noticia del reino de Dios en todo el país, sanando a los enfermos, echando a los demonios, perdonando a los pecados y resucitando a los muertos”.
Frente a este rechazo cometido contra Jesús y el intento fallido de matarlo, Monseñor Sergio aseguró que “La tentación de hacer oído sordo a la Palabra de Dios y de buscar milagros no es sólo del pueblo de Israel, es frecuente también en tantos cristianos. Al respecto hay un hermoso texto del famoso novelista ruso Dostojesvski: “El hombre busca a los milagros y no tanto a Dios”.
En particular, pidió prestar especial atención a la 1era de San Pablo a la comunidad de Corinto donde “eleva un himno estupendo acerca de la caridad, el amor de comunión de Dios mismo, el más excelso y útil de los dones del Espíritu Santo, que tiene que regir nuestras relaciones con Dios y con el prójimo”.
“Todos los distintos y valiosos dones que recibimos de Dios necesitan ser imbuidos y animados por el amor de comunión, caso contrario no nos aportan para la salvación: “Si no tengo amor, no soy nada”. La caridad es mayor que la fe y la esperanza, porque no acaba al terminar nuestra vida terrenal, sino que estaremos con los santos gozando eternamente del amor de Dios, fuente de la felicidad plena y total”.
Amor que debe concretarse en actitudes y comportamientos cotidianos: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no es presumido, no es orgulloso, no procede con bajeza, no es egoísta, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de las injusticias, sino de la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta… Este amor no acaba nunca”.
El Prelado terminó su homilía haciendo un llamado a que “Acojamos el llamado que hace San Pablo con unas palabras que siguen al texto de hoy: “Busquen el amor”. Pablo nos convoca a hacer que toda nuestra existencia sea una búsqueda del amor de Dios, el único amor que nos colma de felicidad auténtica y que puede transformar nuestra vida y cambiar al mundo”.
Oficina de prensa de la Arquidiócesis de Santa Cruz
HOMILÍA DE MONSEÑOR SERGIO GUALBERTI, ARZOBISPO DE SANTA CRUZ
DOMINGO 3 DE FEBRERO DE 2019
BASÍLICA MENOR DE SAN LORENZO MÁRTIR
El evangelio de hoy es la continuación del texto del domingo anterior sobre la primera predicación de Jesús en la sinagoga de Nazareth, comentando un pasaje de Isaías que anunciaba la venida del Mesías para liberar al pueblo elegido de la opresión extranjera. Con la afirmación categórica: “Esta Escritura que Uds. acaban de oír, se ha cumplido hoy”, Jesús se identifica como el Mesías, el verdadero enviado de Dios que viene a traer la buena noticia de la salvación no solo al pueblo de Israel, sino a todo el mundo, en particular a los pobres, los sufridos y los marginados. Su tarea es hacer realidad el Reino de Dios con su palabra de vida y con acciones concretas de liberación del pecado, de las enfermedades y de todo mal que esclaviza al hombre.
Sus palabras “llenas de gracia” despiertan enseguida agrado y admiración en sus coterráneos, pero pronto la seducción de su palabra es opacada por una duda; se cuestionan de dónde le viene a Jesús esa sabiduría:”¿No es este el hijo de José?”. Ellos no se fijan si las enseñanzas de Jesús vienen de Dios sino en los orígenes simples y humildes de él, que conocen bien porque ha estado viviendo con ellos. Por tanto, ¿cómo se atreve a proclamarse Mesías y a predicar ese mensaje de salvación universal? Además, aunque sus “palabras son llenas de gracia”, hace falta que las compruebe con milagros y sanaciones.
Ante esa reacción, Jesús responde con dureza: “Ningún profeta es bien recibido en su pueblo”, probando su afirmación con la actuación de dos profetas del A.T. que ante el rechazo del pueblo de Israel, intervinieron en favor de paganos. Elías que salvó de la hambruna a una viuda Fenicia y a su hijo y no así a una viuda de Israel. Eliseo que sanó de la lepra a Naamán de Siria, otro pagano. Estos prodigios indican claramente que la gracia de Dios no conoce barreras ni fronteras.
También la primera lectura sobre el relato de vocación de Jeremías, nos presenta la resistencia del pueblo de Israel a la predicación de los profetas. En efecto, Dios hace una advertencia al profeta Jeremías al momento de enviarlo a los habitantes de Jerusalén: “te harán la guerra, pero no te vencerán porque yo estaré contigo para liberarte… Yo el Señor, doy mi palabra”. Y así será! En toda su misión fue obstaculizado: lo ridiculizaron, lo pegaron y hasta buscaron matarlo pero, como prometido por el Señor, logró llevar a término la difícil tarea y salvar su vida.
Por eso no extraña la reacción de los coterráneos de Jesús ante su afirmación de haber sido enviado a salvar a todos los que lo quieren acoger, incluso los que no pertenecen al pueblo elegido. Se escandalizan y se indignan al punto de quererlo matar despeñándolo de un cerro. Esta acción es ya el inicio del rechazo radical del pueblo judío a Jesús, que tendrá como epílogo final su captura, su juicio, su condena y su crucifixión.
Sin embargo “Jesús, pasando por medio de ellos, se marchó”. El intento fallido de matarlo es una alusión a la victoria última de Jesús resucitado sobre sus enemigos, la muerte y el pecado.
La tentación de hacer oído sordo a la Palabra de Dios y de buscar milagros no es sólo del pueblo de Israel, es frecuente también en tantos cristianos. Al respecto hay un hermoso texto del famoso novelista ruso Dostojesvski: “El hombre busca a los milagros y no tanto a Dios.
Y porque el hombre no tiene la fuerza de renunciar al milagro, él se crea nuevos milagros personales para arrodillarse ante el engaño de un brujo, a los trucos de una adivina, aún cuando es un hombre rebelde, o hereje o ateo. Tú, Jesús no bajaste de la cruz cuando, para mofarse y burlarse de ti, te gritaban – Baja de la cruz y te creeremos -. No bajaste porque una vez más no has querido hacer el hombre esclavo del milagro, porque deseabas una fe libre, no fundada sobre el milagro. Deseabas un amor basado en la libertad, no los entusiasmos serviles del esclavo”.
El Señor no quiere imponernos su amor con el poder o con la atracción de grandes prodigios, él respeta nuestra libertad y desea instaurar una relación con nosotros basada en el amor que sabe donarse y acoger buscando el bien del otro, a imagen del amor del Padre que gratuitamente nos envuelve a todos por igual.
“Jesús se marchó”. Con este gesto de salirde su pueblo para iniciar su caminar misionero, Jesús hace patente el amor de Dios que busca el bien de todos, anunciando la Buena Noticia del reino de Dios en todo el país, sanando a los enfermos, echando a los demonios, perdonando a los pecados y resucitando a los muertos. Esta misión de amor encuentra su punto culminante en la cruz, donde Jesús desenmascara el pecado y donde se entrega libremente y con un amor sin límites por nosotros.
San Pablo en la 1era carta a la comunidad de Corinto eleva un himno estupendo acerca de la caridad, el amor de comunión de Dios mismo, el más excelso y útil de los dones del Espíritu Santo, que tiene que regir nuestras relaciones con Dios y con el prójimo.
Todos los distintos y valiosos dones que recibimos de Dios necesitan ser imbuidos y animados por el amor de comunión, caso contrario no nos aportan para la salvación: “Si no tengo amor, no soy nada”. La caridad es mayor que la fe y la esperanza, porque no acaba al terminar nuestra vida terrenal, sino que estaremos con los santos gozando eternamente del amor de Dios, fuente de la felicidad plena y total.
Amor que debe concretarse en actitudes y comportamientos cotidianos: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no es presumido, no es orgulloso, no procede con bajeza, no es egoísta, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de las injusticias, sino de la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta… Este amor no acaba nunca”.
Acojamos el llamado que hace San Pablo con unas palabras que siguen al texto de hoy: “Busquen el amor”. Pablo nos convoca a hacer que toda nuestra existencia sea una búsqueda del amor de Dios, el único amor que nos colma de felicidad auténtica y que puede transformar nuestra vida y cambiar al mundo.
En particular, dirijo este llamado de San Pablo a ustedes catequistas aquí presentes que van a recibir el envío, para que con generosidad compartan el don que han recibido de prepararse durante tres años para poder compartir el pan de la Palabra y el catecismo de la Iglesia con los niños y jóvenes de nuestras parroquias. Háganlo con el testimonio alegre del amor y la cercanía, la paciencia, la comprensión y la entrega, expresiones concretos del amor de Dios. Amén