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sábado 23 septiembre 2023
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Bolivia da la bienvenida al Nuncio Apostólico, Mons. Angelo Accatino

Iglesia Viva 07.02.18//La tarde del 3 de febrero del año en curso, Mons. Angelo Accatino, Nuncio Apostólico en Bolivia celebro su primera eucaristía pública, desde la Catedral Metropolitana Nuestra Señora de La Paz. En la oportunidad agradeció la bienvenida y reflexionó el don de los consagrados y consagradas.

Mons. Accatino se mostró alegre y agradecido por la primera celebración eucarística en forma pública en Bolivia, agradeció a los Obispos, sacerdotes y Pueblo de Dios.

La vida consagrada un Don de Dios

En el marco de la celebración por la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, Mons. Accatino puso relieve en sus hermanos y hermanas consagrados.

En un principio compartió la tradición de las velas signo de la luz de la fe: “La tradición popular pone en las manos unas velitas encendidas, cuya flama calienta hasta quemar los dedos, pero es tan débil que un soplo de viento la puede apagar, es signo de  la ardiente fe y el cuidado que debemos tener para tenerla siempre viva”, recordó.

Sobre la vida religiosa, Mons. Accatino, dijo que “consagrase a Dios significa reconocer que Dios mismo se hace presente de mil maneras distintas ofreciendo su amor, y tan grande es el deseo de reciprocar este amor que  no se puede hacer otra cosa, sino modelar la propia existencia, el propio ser según el don recibido”.

A su vez aseguró que no se trata de cumplir con el esfuerzo para alcanzar una perfección que como seres humanos nunca podremos, esto pertenece solo a Dios, consiste en “ponerse en la presencia del Señor y dejarnos llevar por él, en toda nuestra limitación natural, desamparados, desnudos, frente a quien nos conoce desde la eternidad. Cuanto más logramos percibir esta mirada que calienta nuestra alma e ilumina nuestras mentes, tanto más seremos hombres y mujeres hechos a semejanza suya”.

“Necesidad de vivir lo que él vivió, hacer lo que él hizo, escuchar su palabra y actuar  según ella, sin ninguna restricción u obligación o precepto exterior”, es la manera en que invitó a vivir a los consagrados y los exhortó a amar a Dios con un amor libre y genuino: “seremos de verdad un pueblo consagrado a Dios”.

Consecuencia de ser pueblo consagrado al Señor

Mons. Acattino aclaró que cada uno está llamado, sin distinción alguna “ya que por la sangre de Cristo, todos somos consagrados en el bautismo, en este sentido todos los bautizados somos llamados a vivir la condición de consagrados según el estado de vida…cada bautizado tiene que dar testimonio de vida en Cristo”.

“Sin embargo la Iglesia reconoce que la consagración aunque no de forma exclusiva toma su sentido más profundo en la vida religiosa ya que el fin último es una donación de sí mismo para servirle de manera incondicional y distintiva, ósea entregarse por completo. En este sentido quien ha decidido consagrarse al Señor en la vida religiosa mediante la profesión, tiene la tarea de ser icono de adopción a Cristo”

La autoridad eclesial también llamo a renunciar al mundo, que no significa “encerrarse en sí mismos, en la cascara de nuestras certezas o elevar barreras sociales”, sino en purificarse a lo largo de la vida, para liberarse de todo lo que intoxica y ahoga las comunidades como la corrupción, el egoísmo, la envidia, el odio y todos los males que a diario se sufren en carne propia.

“Ser auténticos testigos del amor de Dios, es algo que se aprende viviendo en este mundo, compartiendo las dificultades y problemas de nuestros hermanos, sin dejar de mirar a Dios y sin dejar que Dios deje de mirarnos. De manera que los ojos con que miramos, los brazos con los que abrazamos y el corazón con que  amamos sean no los nuestros, sino los de Cristo”.

 “Consolar, es la primera indicación de la palabra para que seamos de alivio para los hermanos”, expresó Mons. Angelo, al tiempo que reflexionó sobre la lectura de Job: “El dolor y el sufrimiento hacen parte de nuestro vivir como resultado del pecado original y lo único que se puede hacer es ayudarnos mutuamente sin juzgarnos ya que todos compartimos la misma condición de pecadores”

Anunciar y Predicar el Evangelio, es el testimonio de vida cristiana la mejor manera de anunciar y recordó las palabras del Papa Francisco en la  visita a Perú y su encuentro con los consagrados y consagradas: “A ustedes les encomiendo la unidad, la unidad de la Iglesia, de los agentes pastorales, de los consagrados, del clero y de los obispos… Saben lo que es la monja chismosa, es una terrorista”.

“Él se dirigió a las monjas pero sabemos que esta tentación supera cualquier barrera de sexo”, dijo el Obispo, a tiempo de llamarlos dichosos por predicar y anunciar el Evangelio que brota del corazón.

Amigos de Jesús

Reflexionando sobre el Evangelio de Marcos, en el que Jesús toca y sana a la suegra de Pedro, Mons. Angelo, remarcó la actitud de la mujer que se pone a servir a quienes estaban en la habitación quien “tocada por la gracia del Señor no se queda por su cuenta, siente la necesidad de agradecer por el don recibido poniéndose al  servicio de quien le ha hecho recuperar la salud.

En este sentido les dijo a sus hermanos y hermanas: “Servir a los demás, ponerse al servicio de los necesitados, es lo que tiene que surgir de forma natural, tocados y sanados por la gracia y la amistad de Dios”.

Madre Nazaria Ignacia March y Mesa ejemplo para seguir la santificación

Mons. Angelo, puso relieve en la santidad de Nazaria Ignacia, quien entrego su vida como Don para la Iglesia boliviana a través del cuidado de los ancianos, la promoción de la dignidad, el  derecho de las mujeres y el fomento de la educación, compartiendo sus pensamientos acerca de cómo ella decía de su misión: “que consistía en hacer conocer al hombre el mensaje de Dios que le ama, para esto es menester ir al hombre, bajar a su nivel para desde el, tomarlo y llevarlo a Dios a Jesucristo Nuestro Señor -Estamos perdiendo lastimosamente el tiempo si no bajamos a la calle a esto nos empuja nuestra misión de acción social y sigue la Beata Nazaria Ignacia, recordándonos también – quiero levantar a Bolivia de su frustración, no quiero solo pan para su pobres, ni repartir limosnas que se recogen de la caridad, sino elevar la dignidad de este pueblo, enseñándole a trabajar y procurándole el trabajo digno haciéndoles sentir que en las manos de todos y de cada uno está el participar de la belleza, de la armonía, la dulzura y la felicidad de sentirse hijos de Dios”.

Graciela Arandia de Hidalgo



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