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miércoles 7 junio 2023
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Benedicto XVI, hombre de fe, sencillo y Bueno: Mons. Sergio Gualberti

Homilía de Mons. Sergio Gualberti

Arzobispo Emérito de Santa Cruz de la Sierra

Misa de acción de gracias por la vida de S.S. Benedicto XVI

5 de enero de 2023

Catedral de San Lorenzo Mártir 

La Iglesia de Santa Cruz, esta tarde, se une a todas las comunidades eclesiales del mundo, para elevar oraciones de sufragio por el Pontífice Benedicto XVI y para agradecer a Dios por habernos dado el don de un hombre de fe, un gran maestro, teólogo y pastor.

Hombre de fe, sencillo y Bueno

El Papa Benedicto XVI era un hombre de fe, sencillo y humilde, honrado y bueno, amable y firme al mismo tiempo, con un carácter muy reservado y amante de la vida silenciosa. Estas no fueron solo cualidades humanas, sino expresiones de una profunda espiritualidad de hombre contemplativo y de oración, que desde niño aprendió de sus padres, católicos practicantes y de fe profunda. Esta educación, se purificó por el duro crisol de muerte y dolor de la Segunda Guerra Mundial a la que fue llamado todavía como joven seminarista.

Maestro y teólogo excelso

El Papa tuvo en don una inteligencia aguda, una formación intelectual muy amplia y una cultura excepcional; por cierto, fue una de las mentes más notables del siglo XX.

En particular, sus capacidades y preparación relucieron en las ciencias religiosas y la teología, de las que fue profesor apreciado en diversas Universidades de su país natal. Como estudioso minucioso, él se acercaba a la palabra de Dios con fe y respeto sagrado, y gozaba en descubrir sus tesoros y los de la tradición, de la doctrina de los Padres y del magisterio de la Iglesia.

Uno de sus deseos era presentar el misterio del Dios de Jesucristo en un lenguaje accesible al hombre de hoy, manteniendo la fidelidad al mensaje original de la Sagrada Escritura.

Al respecto, es muy significativo que, a su 1era Encíclica iniciara con la afirmación: “Dios es amor” (Deus caritas est). En un párrafo de la misma, formula con sencillez y profundidad la opción fundamental de la vida del cristiano, recurriendo a la primera carta del apóstol San Juan: “Hemos creído en el amor de Dios”. Más además añade: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.

A esta primera Encíclica siguió otra y tantas Cartas Apostólicas, Mensajes, Discursos, artículos y libros. Sus últimas obras han sido los tres volúmenes sobre Jesús de Nazaret y al final del II compara la situación eclesial actual con la tempestad de los discípulos en el lago de Tiberíades, mientras Jesús dormía.

Entre sus discursos, fue muy importante, para la Iglesia en América Latina, el que pronunció en la apertura de la Conferencia Episcopal de Aparecida (2007), cuando afirmó que “La opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Cor 8, 9).

Con estas palabras confirmó el valor cristológico de la opción evangélica en favor de los pobres, de la justicia y de los derechos humanos hecho por la Iglesia de Latinoamérica.

En su enseñanza, Jesucristo, camino, verdad y vida ocupa el lugar central, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es presentada como el verdadero Cuerpo de Cristo. Sin duda ha sido un maestro eximio en la transmisión y reflexión de la fe, como un Padre de la Iglesia del siglo XX, siguiendo las huellas de San Agustín, su maestro. Ha sido un conservador en el sentido más profundo y auténtico de la palabra, alguien que cree que la tradición y refleja verdades fundamentales que debe ser cuidadas.

Sus intervenciones claras y firmes en temas relativos la Teología Fundamental y Teología moral, tanto como Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la fe y luego como Papa, siempre se rigieron por el amor a la verdad en la caridad. Su fidelidad a la Doctrina, le acarreó, al interior y exterior de la Iglesia, ataques duros e injustos y algunos hasta irrespectuosos de su dignidad. Asumió esos sufrimientos en el silencio y la discreción, pero no claudicó en sus decisiones, volviéndose una referencia clara para todo el pueblo de Dios.

Pastor bondadoso y misericordioso.

El Papa Benedicto, no fu un leader carismático que cautivaba a las grandes masas como su predecesor el Papa San Juan Pablo II, pero su actitud de cercanía, su discreción y sencillez llegaba al corazón de las personas que reconocían en Él un pastor bueno y misericordioso. Por cierto, ha sido muy atento y sensible a la problemática del mundo actual, a sus esperanzas y dolores, logros y fracasos.

Esta apertura al mundo, lo impulsó a desarrollar más el diálogo entre fe y ciencia.

De la misma manera, fue un incansable operador de paz, como confirman la actualidad y valor de sus llamados e intervenciones especialmente en los mensajes de las Jornada Mundial de la Paz, que se celebra cada año nuevo.

Recuerdo solo algunos; el de 2009: “Combatir la pobreza, construir la paz, el de 2010: “Si quieres la paz, protege la creación”, el de 2012: “Educar a los jóvenes en la justicia y la paz”. Todos estos mensajes son muy concretos e indican las vías para alcanzar la paz, como es la necesidad de formar a las nuevas generaciones para la paz, aspecto especialmente urgente en nuestro país. Con este propósito, promovió muchas iniciativas para la participación de las otras Iglesia cristianas y de las grandes religiones, en bien de la paz y la concordia entre pueblos y naciones.

El 11/02/ de 2013, su renuncia al Pontificado fue ciertamente una sorpresa inesperada para toda la Iglesia. En un acto de sinceridad, reconoció que no se sentía más con las fuerzas de guiar a toda la Iglesia. En cierto modo, el reconocimiento de sus límites, humanizó la imagen del Pontífice y de su misión y también derribó todas las falsas imágenes construidas en torno a su persona y misión.

Sus últimas palabras antes de morir han sido: “¡Señor te amo!”, mientras que en su testamento espiritual nos pide a todos los católicos: “¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir!”. Agradezcamos a Dios por haber dado a la Iglesia el Papa Benedicto XVI, testigo viviente de las bienaventuranzas y pidamosLe que lo acoja como ciudadano del cielo en la dicha de los santos. Amén

 

Encargado


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