Campanas. Desde la Catedral el Arzobispo de Santa Cruz, Mons. Sergio Gualberti nos exhortó a vivir con intensidad estas semanas de esperanza y espera, como nos recuerda la luz de las velas de la corona de Adviento puesta en el altar, preparándonos a acoger al Señor que viene, siendo vigilantes y orando como la Virgen María, la primera en recibirlo en su ser.
Con este primer Domingo de Aviento iniciamos el nuevo año litúrgico y, la Palabra de Dios, al mismo tiempo que nos presenta la memoria de la primera venida de Cristo, anuncia su venida última y nos pide asumir de actitudes de esperanza y espera de Dios, de vigilancia y oración como preparación al encuentro con el Señor.
En la 1era lectura, el profeta Jeremías hace un anuncio esperanzador al pueblo de Israel sumido en una situación de abatimiento: “Se acercan los días, dice el Señor, en que cumpliré la promesa… En aquellos días y en aquella hora, ya haré nacer del tronco de David un vástago santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra”.
Las personas humildes son víctimas de una administración de la justicia parcializada, servil y sometida a presiones económicas o políticas.
El Mesías anunciado por Jeremías es Jesús, “el Señor nuestra justicia”, que instauró el reino de Dios en nuestro mundo sediento de vida, justicia y paz. Por eso, en nuestro País, la devoción al Señor Justo Juez tiene raíces muy profundas, en particular entre las personas humildes y en las inocentes víctimas de una administración de la justicia parcializada, servil y sometida a presiones económicas o políticas.
“Una justicia que actué apegada a la verdad y a las leyes, es indispensable para evitar que se recurra a la justic
ia por mano propia”.
Siguen incumplidas las repetidas promesas de una reforma general de la administración de la justicia, para que el País cuente con una justicia que actué de forma imparcial y ecuánime, apegada a la verdad y a las leyes, y respetuosa de la dignidad de la persona humana. Estos requisitos son indispensables para no caer en la discriminación y los favoritismos, y evitar que se recurra a la justicia por mano propia, como en los casos de linchamientos.
El Señor nos llama a ser vigilantes para descubrir que Él, a pesar de tantas contrariedades, está presente en nuestra vida.
En el evangelio Jesús, a los pocos días antes de su muerte en Jerusalén, anuncia su segunda venida al final de la historia. El presenta ese evento con un lenguaje cósmico propio de esos tiempos que se expresa a través de grandes signos de los astros del firmamento.
Jesús con este lenguaje, no quiere sembrar miedo, ni tampoco entiende indicar cómo será el fin del mundo, sino presentar el misterio del dolor y de la angustia presente en el mundo, en este tiempo de espera de la liberación definitiva. Por tanto, las palabras de Jesús, “estén prevenidos”, no buscan tanto prepararnos al futuro último, sino a la superación de la precariedad y las postraciones de la vida, del estado de desconcierto del tiempo presente y de las persecuciones a causa de la fe. El Señor nos llama a ser vigilantes para descubrir que Él, a pesar de tantas contrariedades, está presente en nuestra vida y que las circunstancias de la historia, con sus luces y sombras, son camino de salvación.
Jesús nos indica como valorar y aprovechar el tiempo presente por eso, no nos dejemos aturdir por los encantos del consumismo.
Además, Jesús nos indica como valorar y aprovechar el tiempo presente, el único a nuestra disposición “Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos”; por eso, no hay que desperdiciarlo detrás de cosas perecederas y superficiales, ni dejarnos aturdir por los encantos del consumismo, por los vicios y los pecados.
Levantemos en alto la cabeza porque Cristo es nuestro salvador, el único en quien podemos poner nuestra total confianza y al que hay que obedecer.
“Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una gran nube”. Quien llegará no es algo, sino alguien; es Jesucristo, que, en su misión terrenal, pasó su vida haciendo el bien, sanando a toda clase de enfermos, liberando a los poseídos por espíritus malos, y perdonando a los pecadores. Él nos acompaña en toda circunstancia de la vida, por eso nos anima: “cobren ánimo, se acerca su liberación“; una liberación integral de los males y pecados que nos esclavizan, para transformarnos en personas nuevas.
El Adviento es el tiempo oportuno para hacer un examen de conciencia, para reconocer nuestros errores y corregirlos.
Por eso, hay que dar pasos concretos acogiendo los beneficios de la liberación, teniendo la mente despejada y el corazón libre de vicios, de ídolos y de toda clase de males. El Adviento que iniciamos es el tiempo oportuno para hacer un examen de conciencia sincero y profundo, para reconocer nuestros errores y corregirlos, recurriendo a la vigilancia y a la oración, como nos dice Jesús: “estén prevenidos y oren incesantemente”, a fin de que Dios nuestro Padre nos de la fuerza de no caer en la tentación y ser perseverantes en la fe hasta el fin.
Sigamos el ejemplo de Jesús, crezcamos en el amor al prójimo, y reconciliándonos con quienes hemos tenido problemas.
San Pablo, en la 2da lectura invita a los cristianos de Tesalónica a “crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás…”. Esta invitación vale para todos los cristianos ya que hemos experimentado el don gratuito del perdón y de la salvación.
Transformemos la realidad que nos rodea, con un amor que se concrete en obras de solidaridad, justicia y paz.
Con esta actitud debemos también esforzarnos para transformar la realidad que nos rodea marcada por tantos males, recurriendo al poder del amor para lograr un cambio verdadero. Un amor que se concreta en obras de solidaridad, justicia y paz en bien de los demás, en especial de los pobres y los marginados.
Vivamos con intensidad estas semanas de esperanza y espera y acojamos al Señor que viene, siendo vigilantes y orando como la Virgen María.
El lunes 29 inicia la Novena de la Mamita de Cotoca, la Inmaculada Concepción nuestra patrona. A causa del repunte de la pandemia, también este año la Mamita no nos puede visitar en la Catedral, pero nos espera en su Santuario. Por tanto, vayamos nosotros a visitarla a lo largo de la novena, evitando, en lo posible, la peregrinación de la víspera y la concentración masiva del día de la fiesta.
El lema de este año, “Caminemos de la mano de María hacia la reconciliación y la paz”, nos pide dejarnos guiar por María en aplacar las tensiones y conflictos en nuestra Patria, siendo operadores de paz que apostan por el respeto mutuo, el diálogo sincero, y la búsqueda de lo que nos une y no de lo que nos divide.